LA ABDICACION DE SAN MARTIN BartolomE Mitre

Previous

Se ha dicho con verdad que sÓlo dos grandes figuras de los tiempos modernos bajaron tranquilas de la cima de la grandeza, WÁshington y San MartÍn, porque ellos no fueron ni poder, ni ambiciÓn, ni partidos, ni odios, ni gloria egoÍsta, sino una misiÓn que debÍa concluir en un dÍa irrevocable, en medio de la propia existencia.

WÁshington no abdicÓ. Al colgar su espada despuÉs del triunfo, y entregar el poder pÚblico en manos de un pueblo libre, afirmÓ la corona cÍvica sobre sus sienes, siguiÓ sin violencia el ancho camino que le estaba trazado, y alumbrado por astros propicios, se extinguiÓ en el reposo con la angÉlica serenidad de los Ángeles tutelares.


Blasco IbÁÑez, Argentina y sus grandezas BartolomÉ Mitre

BartolomÉ Mitre
(Blasco IbÁÑez, Argentina y sus grandezas)

San MartÍn abdicÓ en medio de la lucha, antes de completar su obra, no por su voluntad, como Él lo dijo en su despedida y como se ha creÍdo por mucho tiempo, sino forzado por la lÓgica de su destino y obedeciendo a las inspiraciones del bien; y en haberlo reconocido en tiempo bajo los auspicios de la razÓn serena, consiste la grande moral de su sacrificio. BuscÓ su camino en medio de la tempestad en que su alma se agitaba, y lo encontrÓ; y tuvo previsiÓn, abnegaciÓn, y fortaleza para seguirla, y por eso el sacrificio no fuÉ estÉril.

El PerÚ habÍa sido libertado por un puÑado de cuatro mil hombres (dos mil argentinos y dos mil chilenos) contra veintitrÉs mil soldados, que mantenÍan en alto los pendones del rey de EspaÑa en toda la extensiÓn del continente americano. San MartÍn, sosteniendo en sus brazos robustos, como muy bien se ha dicho, el cadÁver de su pequeÑo ejÉrcito diezmado por la peste y los combates, habÍa declarado la independencia del[386] PerÚ.

Esta grande empresa, realizada con tan pobres medios, con tanta economÍa de fuerzas y de sangre, y tan fecundos resultados, se caracteriza como[387] profunda combinaciÓn polÍtica y militar, en que circunscribiÓ la lucha de la independencia americana a un punto estratÉgico; en que forzÓ el Último baluarte de la dominaciÓn espaÑola en Sud-AmÉrica; en que hiriÓ el poder colonial en el corazÓn, con la espada de Chacabuco y Maipo; en que[388] encerrÓ en un palenque sin salida a los Últimos ejÉrcitos espaÑoles y realistas, dentro del cual debÍa decidirse por un supremo y definitivo combate a muerte, la causa de la emancipaciÓn de un mundo.[389]


Estatua Ecuestre del General San MartÍn, Plaza San MartÍn, Buenos Aires

Estatua Ecuestre del General San MartÍn, Plaza San MartÍn, Buenos Aires

Desde ese momento, el triunfo de la causa de la independencia americana dejÓ de ser un problema militar y polÍtico: fuÉ simplemente cuestiÓn de mÁs esfuerzos y de mÁs tiempo.

Desde ese dÍa, el sol al levantarse sobre el hemisferio de ColÓn, no alumbrÓ mÁs esclavos que los que aÚn continuaban aherrojados bajo las plantas de los Últimos ejÉrcitos realistas, atrincherados en las montaÑas del PerÚ.

Pero, para alcanzar la victoria definitiva, era necesario que el mismo PerÚ, hondamente revolucionado, pusiese sobre las armas diez mil soldados mÁs, y el PerÚ no podÍa ponerlos. Chile no podÍa repetir el supremo esfuerzo que habÍa hecho, para remontar sus tropas expedicionarias. La RepÚblica Argentina, polÍtica y socialmente disuelta, al mismo tiempo que sus hijos ausentes emancipaban lejanos pueblos, no podÍa enviar nuevos contingentes a su ejÉrcito libertador de los Andes.

Mientras tanto, las legiones triunfantes de BolÍvar,[390] que desde las bocas del Orinoco habÍan cruzado de mar a mar el continente, se encontraban con las de San MartÍn, que desde el Plata habÍan cruzado al PacÍfico, dominÁndolo; y bajo la lÍnea ardiente del ecuador y al pie del Chimborazo, se[391] saludaban las banderas independientes de las Provincias Unidas del RÍo de la Plata, de Chile, del PerÚ, y de Colombia, sellando la alianza continental con una nueva victoria alumbrada por los fuegos volcÁnicos del Pichincha.[392]

En tal situaciÓn, Colombia era el Árbitro de los destinos del Nuevo Mundo, y en manos del Libertador BolÍvar estaba la masa hercÚlea que debÍa dar el golpe final, en el supremo y definitivo combate que iba a librarse en el PerÚ.

Para concentrar este supremo esfuerzo, los dos grandes libertadores se encontraron en aquel punto cÉntrico del mundo en que sus soldados habÍan fraternizado. Sus miradas se cruzaron como dos relÁmpagos en la regiÓn tempestuosa de las nubes, sus brazos se unieron, pero sus almas no se confundieron, porque comprendieron, que aunque profesaban una misma religiÓn, no pertenecÍan a la misma raza moral.

BolÍvar era el genio de la ambiciÓn delirante, con el temple fÉrreo de los varones fuertes, con el corazÓn lleno de pasiones sin freno, con la cabeza poblada de flotantes sueÑos polÍticos, sediento de gloria, de poder, de esplendor, de estrÉpito, que[393] acaudillando heroicamente una gran causa, todo[394] lo referÍa a su personalidad invasora y absorbente. El mismo se ha retratado asÍ, prorrumpiendo en uno de sus teatrales simulacros de renuncia del mando supremo: “Salvadme de mÍ mismo, porque la espada que libertÓ a Colombia no es la balanza de Astrea.”[395]

San MartÍn era el vaso opaco de la Escritura,[396] que escondÍa la luz en el interior del alma: el hÉroe impersonal que tenÍa la ambiciÓn honrada del bien comÚn, por todos los medios, por todos los caminos, y con todos los hombres de buena voluntad, segÚn Él mismo se ha definido con estas sencillas palabras: “Un americano, republicano por principios, que sacrifica sus propias inclinaciones por el bien de su suelo.

Por eso los dos murieron en el ostracismo. El uno en su edad viril, precipitado de lo alto, con las entraÑas devoradas por el buitre de su inextinguible ambiciÓn personal, llorando hasta sus Últimos momentos el poder perdido.[397] El otro descendiÓ sereno y resignado la pendiente del valle de la vida, con la estoica satisfacciÓn del deber cumplido, guardando en su ancianidad el secreto roedor de sus tristezas, como en los heroicos dÍas de su Épica carrera habÍa guardado el sigilo pavoroso de sus concepciones militares.

Estas dos naturalezas opuestas y compactas, fuerte la una[398] por sus defectos en el choque, y la otra por[399] sus calidades en la resistencia, se midieron como dos gigantes al abrazarse, y se penetraron mutuamente. San MartÍn fuÉ vencido por el egoÍsmo de BolÍvar; pero San MartÍn venciÓ a su rival en gloria, mostrÁndose moralmente mÁs grande que Él.

El Libertador de Colombia alcanzarÁ mÁs triunfos, cosecharÁ mÁs laureles y merecerÁ mÁs la admiraciÓn de la historia por su gloriosa epopeya terminada.

El Libertador argentino, venciendo las mÁs arduas dificultades, preparando el camino y venciÉndose a sÍ mismo, merecerÁ en los tiempos la simpatÍa etÉrea de las almas bien equilibradas.

San MartÍn, con su alto buen sentido, dÁndose cuenta clara de la situaciÓn y de sus deberes para con ella, se inmolÓ en aras de una ambiciÓn implacable, que era una fuerza eficiente, y cuya dilataciÓn fatal era indispensable al triunfo de su causa.


San MartÍn y BolÍvar en Guayaquil Navarro y Lamarca, Historia general de AmÉrica

San MartÍn y BolÍvar en Guayaquil
(Navarro y Lamarca, Historia general de AmÉrica)

Los realistas conservaban aÚn diez y nueve mil hombres en las montaÑas del PerÚ. San MartÍn apenas contaba con ocho mil quinientos, y necesitaba forjar nuevos rayos para continuar la lucha. BolÍvar, al frente del victorioso ejÉrcito de Colombia, tenÍa en sus manos el rayo, que a uno de sus gestos podÍa fulminar las Últimas reliquias del poder espaÑol en AmÉrica; pero a condiciÓn de compartir con nadie su gloria olÍmpica.

Ante esta solemne espectativa, San MartÍn reconociÓ el temple de sus armas de combate, y viÓ: que el PerÚ flaqueaba, que su opiniÓn[400] pÚblica estaba sublevada, que su ejÉrcito no tenÍa[401] ya el acerado temple de Chacabuco y Maipo, y que no podrÍa dominar estos elementos rebeldes sino haciÉndose tirano.—InterrogÓ al porvenir, y previendo que en un tÉrmino fatal su gran personalidad se chocarÍa con la de BolÍvar, dando quizÁs un escÁndalo al mundo, y retardando de todos modos el triunfo de la AmÉrica con mayores sacrificios para ella, prefiriÓ eliminarse como obstÁculo.—SondeÓ su conciencia, comprendiÓ que no era como Macabeo el caudillo de su propia patria,[402] y reconociÉndose sin voluntad para ser tirano y sin poder moral y material para continuar la lucha con fuerzas eficientes, abdicÓ a BolÍvar la espada de Chacabuco y Maipo, despuÉs que se convenciÓ de que su ofrecimiento de servir no serÍa aceptado.

Tal es el significado histÓrico y el sentido moral de la abdicaciÓn de San MartÍn.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

Clyx.com


Top of Page
Top of Page