EL GENERAL BELGRANO BartolomE Mitre

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Belgrano es una de las mÁs simpÁticas ilustraciones argentinas, y una de las glorias mÁs puras de la AmÉrica, no sÓlo por sus memorables servicios a la causa de la independencia y de la libertad, sino tambiÉn, y muy principalmente, por la elevaciÓn moral de su carÁcter y por la austeridad de sus principios democrÁticos.

Su gloria es un patrimonio nacional, y pretender arrancar a su corona cÍvica una sola de sus hojas, sin justificar el derecho con que tal despojo se haga, serÍa defraudar al pueblo de su propiedad legÍtima.

Belgrano no ha sido un genio polÍtico del vuelo de Moreno, ni un genio militar de la altura de San[403] MartÍn, con quienes comparte la gloria de haber sido, a la par del primero, uno de los fundadores de la democracia argentina, y con el segundo, el hÉroe y el fundador de la independencia.

FuÉ un gran ciudadano y un verdadero hÉroe republicano, y Ésa es su gloria.

El general Belgrano ha ejercido dos clases de autoridad en el mundo: exigÍa de sus subordinados una obediencia religiosa al cumplimiento del deber, y una exactitud casi igual a la que se exige a una orden monÁstica, siendo inflexible en el castigo de los delincuentes.

Estas cualidades de mando han formado escuela. El general La Paz, que lo criticÓ por ellas, mandaba sin embargo sus ejÉrcitos a la manera de Belgrano, y no por eso ha sido calificado de dÉspota.

El mando militar tiene en sÍ mismo algo de despÓtico, porque es personal, sÓlo tiene por lÍmite la responsabilidad moral del que lo ejerce y el sentimiento de la justicia y de la dignidad humana. Si el carÁcter de Belgrano hubiera sido despÓtico, se habrÍa manifestado en el ejercicio de ese mando casi absoluto, que las exigencias de la revoluciÓn y el peligro comÚn hacÍan que fuese mÁs tirante que en las condiciones de la vida ordinaria; y sin embargo, es sabido que Belgrano fuÉ siempre justo a la vez que severo en el ejercicio tranquilo de su autoridad; que jamÁs abusÓ de ella, ni fuÉ cruel ni voluntarioso, y todos cuantos militaron[404] bajo sus Órdenes, le guardaron por toda la vida, estimaciÓn, respeto y amor.


Manuel Belgrano Blasco IbÁÑez, Argentina y sus grandezas

Manuel Belgrano
(Blasco IbÁÑez, Argentina y sus grandezas)

Como autoridad polÍtica en los territorios donde hizo la guerra, responde en su favor el amor, el respeto, la confianza que supo inspirar a los pueblos, y que se conserva hasta hoy aÚn en los hijos de los indios a quienes tratÓ justiciera y paternalmente en Misiones[405] y en las montaÑas del Alto PerÚ.[406]

Belgrano no era un demÓcrata a la manera de Artigas[407] y de GÜemes,[408] expresiones exageradas de la democracia en una Época de revoluciÓn: era un demÓcrata de la escuela de WÁshington y de Franklin, cuyos principios profesÓ toda su vida.

Lo prueba su anhelo por la instrucciÓn de las masas, atestiguado por los establecimientos de educaciÓn que fundÓ antes y despuÉs de la revoluciÓn; su respeto a la igualdad humana, manifestado hasta en su conducta con los indios de Misiones y del Alto PerÚ; su amor a la libertad del pueblo a que consagrÓ su vida y sus afanes; su empeÑo constante por que la revoluciÓn se constituyera sobre la base de un poder deliberante emanado directamente del pueblo, como lo demuestra su correspondencia con Rivadavia; su respeto[409] a la ley y a las autoridades constituÍdas, y mÁs que todo, su abnegaciÓn, su desinterÉs y su modestia en presencia de los altos intereses pÚblicos.

Por eso el general Belgrano es el ideal del demÓcrata. NingÚn argentino ha merecido mejor que Él este nombre, y negÁrselo, serÍa querer privar a su patria de uno de los mÁs hermosos y acabados modelos que en tal sentido se pueden presentar[410] como ejemplo digno de admirarse y de imitarse.

Belgrano y San MartÍn, los dos verdaderos grandes hombres de la historia revolucionaria argentina, pueden llamarse padres y autores de la independencia de su paÍs, teniendo de comÚn, que los dos fueron hombres de orden, ajenos a los partidos secundarios de la revoluciÓn, que nunca pertenecieron sino al gran partido de la patria, ni tuvieron mÁs pasiÓn que la de la independencia, la de la libertad americana, cuyo sentimiento[411] inocularon profundamente en el corazÓn de los pueblos y ejÉrcitos que dirigieron.

San MartÍn en las provincias de Cuyo, y Belgrano[412] en las del Norte, levantando el espÍritu[413] pÚblico en ellas, conquistando el amor y la confianza de las poblaciones, consiguiendo que los ciudadanos acudiesen voluntariamente y con entusiasmo a sus banderas, dispuestos a la lucha y al sacrificio, haciendo concurrir hasta las mujeres a la defensa de la causa comÚn, prueban que tanto el uno como el otro eran verdaderos hombres de revoluciÓn, que si bien no se cuidaban de encabezar[414] partidos, sabÍan como se mueve a las democracias encabezando una causa popular.

El general Belgrano, recibiendo el mando del ejÉrcito desorganizado de dos derrotas, haciendo[415] la guerra en medio de pueblos decaÍdos o descontentos en parte como lo hemos probado ya, obteniendo una victoria en una retirada desigual, haciendo por Último pie firme[416] en TucumÁn, llevando a su poblaciÓn al campo de batalla, y predisponiendo a la provincia de Salta a hacer los sacrificios mÁs sublimes de que es capaz el patriotismo, nos enseÑa cÓmo los verdaderos demÓcratas encabezan, no los partidos, sino los grandes movimientos de la opiniÓn que deciden del destino de los pueblos.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

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