(Title: Las Heras (Juan Gregorio de, 1780-1866), Argentine patriot and general who distinguished himself in the Chilean campaign under San MartÍn. At Cancha Rayada (1818) where the troops of San MartÍn suffered a reverse, it was Las Heras who saved the day by his masterly retreat and coolness in the general confusion.) Hay hÉroes de circunstancias que ocupan y abandonan bulliciosamente la escena de la historia; hÉroes que a veces aparecen grandes a los ojos de sus contemporÁneos mÁs bien por el medio en que viven y los accesorios que los rodean, que por sus propias cualidades y por sus propias acciones. Éstos son los hÉroes teatrales de la historia. Ellos necesitan para brillar de las luces artificiales de la popularidad pasajera. SÓlo se estimulan con los aplausos de la calle y de la plaza pÚblica. Para ellos no hay elocuencia posible sino en lo alto de la tribuna y en medio de una pomposa decoraciÓn, ni heroÍsmo sino en presencia de millares de testigos. Esclavos de ajenas pasiones y de su propia vanidad, sÓlo conciben la gloria de un carro triunfal arrastrado por adoradores, y prefieren una corona de cartÓn dorado con Sobre la tumba de Éstos no se escribiÓ nunca el sublime epitafio de Esparta: “Murieron en la creencia de que la felicidad no consiste ni en vivir ni en morir, sino en saber hacer gloriosamente lo uno y lo otro.” Los hombres grandes por sÍ mismos, que no trafican con la gloria, para quienes el mando es un deber, la lucha una noble tarea, y el sacrificio una verdadera religiÓn; los que al abandonar el teatro de la vida pÚblica no tienen que despojarse a su puerta de las alas prestadas de un dÍa, y queman aceite de su propia vida en la lÁmpara de sus vigilias, Ésos viven en paz y conversan familiarmente con el genio de la soledad, el silencio serena su alma agitada por las tempestades populares. A esos hombres sienta bien el modesto retiro en que pueden ser estudiados y estimados por lo que en Tales o semejantes reflexiones a Éstas hacÍa en una hermosa y apacible tarde de verano del aÑo 1848, atravesando la magnÍfica alameda de Santiago de Chile, y dirigiÉndome a uno de los barrios mÁs apartados de la ciudad, donde vivÍa y vive aÚn el general D. Juan Gregorio de Las Heras, capitÁn ilustre y libertador de tres RepÚblicas, Iba a pagarle la visita que infaliblemente hace este soldado lleno de cortesÍa a todo argentino que llega a aquel paÍs: y al hacerlo era arrastrado por algo mÁs que un deber social, pues admirador de sus servicios y virtudes, habÍa encontrado en Él un hÉroe segÚn mi ideal, y un hombre segÚn mi evangelio. Al dirigirme a su casa, podÍa contemplar a la distancia las nevadas cordilleras de los Andes, a cuyo pie estÁ el memorable campo de Chacabuco; y mi vista se perdÍa en la vasta llanura del valle de MaipÚ y los caminos que desde Él conducen al Sur de Chile, donde Las Heras, siguiendo las huellas
Lleno de estas ideas, de esos recuerdos y de este espectÁculo grandioso, lleguÉ a su antigua casa de familia, cuya arquitectura pertenece a la Época colonial. Era singular que quien mÁs habÍa contribuÍdo a destruir aquel rÉgimen con su espada, hubiese encontrado en medio de tantas ruinas como hizo en ella, un viejo techo con el sello de la Es el Bayardo de la RepÚblica Argentina, el En su avanzada edad y a pesar de las dolencias que le aquejaban, conservaba aÚn cuando le vi por la Última vez en Chile, en 1850, toda la arrogancia del soldado, y el reflejo de la belleza varonil de sus heroicos aÑos. Su talla es alta y erguida, su ojo negro, profundo y chispeante, respira la firmeza y la bondad, y en sus maneras se nota algo de la habitud del mando, unido a la exquisita cortesanÍa de los hombres de su tiempo. En aquella Época le vi una vez de grande uniforme en medio del Estado Mayor de Chile, y su imponente figura El general Las Heras no necesita apelar a la posteridad para esperar justicia y afirmar la corona sobre sus sienes. El juicio que el pueblo sÓlo pronuncia en los funerales de sus hÉroes, ha sido pronunciado ya, para honor y gloria de Él y de su patria, por los hijos de la heroica generaciÓn a que perteneciÓ, que es la posteridad a que apelaba San MartÍn, su ilustre maestro y compaÑero de gloria. |