Cuando recobrando el Ánimo, abriÓ los ojos un instante para arrojar en torno suyo una mirada inquieta, se encontrÓ lejos, muy lejos de Montagut, y en unos lugares, para Él completamente extraÑos. El corcel corrÍa, corrÍa sin detenerse, y Árboles, rocas, castillos y aldeas pasaban Á su lado como una exhalaciÓn. Nuevos y nuevos horizontes se abrÍan ante su vista; horizontes que se borraban para dejar lugar Á otros mÁs y mÁs desconocidos. Valles angostos, erizados de colosales fragmentos de granito que las tempestades habian arrancado de la cumbre de las montaÑas, alegres campiÑas, cubiertas de un tapiz de verdura y sembradas de blancos caserÍos; desiertos sin lÍmites, donde hervÍan las arenas calcinadas por los rayos de un sol de fuego; vastas soledades, llanuras inmensas, regiones de eternas nieves, donde los gigantescos tÉmpanos asemejaban, destacÁndose sobre un cielo gris y obscuro, blancos fantasmas que extendÍan sus brazos para asirle por los cabellos al pasar; todo esto, y mil y mil otras cosas que yo no podrÉ deciros, viÓ en su fantÁstica carrera, hasta tanto que envuelto en una niebla obscura; dejÓ de percibir el ruido que producÍan los cascos del caballo al herir la tierra.
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