Teobaldo era hombre de hacer lo que decÍa. El sacerdote, sin embargo, se limitÓ Á contestarle:—Haz lo que quieras, pero ten presente que hay un Dios que castiga y perdona, y que si muero Á tus manos borrarÁ mis culpas del libro de su indignaciÓn, para escribir tu nombre y hacerte expiar tu crimen. —Un Dios que castiga y perdona! prorrumpiÓ el sacrÍlego barÓn con una carcajada. Vo no creo en Dios, y para darte una prueba voy Á cumplirte lo que te he prometido; porque aunque poco rezador, soy amigo de no faltar Á mis palabras. Raimundo! Gerardo! Pedro! Azuzad la jaurÍa, dadme el venablo, tocad el alali en vuestras trompas, que vamos Á darle caza Á este imbÉcil, aunque se suba Á los retablos de sus altares. |