Un dÍa en que saliÓ de caza, y que, como era su costumbre, hizo entrar Á guarecerse de la lluvia Á toda su endiablada comitiva de pajes licenciosos, arqueros desalmados y siervos envilecidos, con perros, caballos y gerifaltes, en la iglesia de una aldea de sus dominios, un venerable sacerdote, arrostrando su cÓlera y sin temer los violentos arranques de su —DÉjame en paz, viejo loco! exclamÓ Teobaldo al oirle; dÉjame en paz; Ó ya que no he encontrado una sola pieza durante el dÍa, te suelto mis perros y te cazo como Á un jabalÍ para distraerme. |