TÚ, noble caballero, tal vez al resplandor de un relÁmpago; tÚ, pastor errante, calcinado por los rayos del sol; tÚ, en fin, hermosa niÑa, cubierta aÚn con gotas de rocÍo semejantes Á lÁgrimas, todas habrÉis visto en aquel santo lugar una tumba, una tumba humilde. Antes la componÍan una piedra tosca y una cruz de palo; la cruz ha desaparecido, y sÓlo queda la piedra. En esa tumba, cuya inscripciÓn es el mote de mi canto, reposa en paz el Último barÓn de Fortcastell, Teobaldo de Montagut,[1] del cual voy Á referiros la peregrina historia. [Footnote 1: Teobaldo de Montagut. See p, 140, note I.] |