Cabalgando sobre las nubes, vestidos de luengas tÚnicas con orlas de fuego, suelta al huracÁn la encendida cabellera, y blandiendo sus espadas que relampagueaban arrojando chispas de cÁrdena luz, vio Á los Ángeles, ministros de la cÓlera del SeÑor, cruzar como un formidable ejÉrcito sobre alas de la tempestad. Y subiÓ mÁs alto, y creyÓ divisar Á lo lejos las tormentosas nubes semejantes Á un mar de lava, y oyÓ mugir el trueno Á sus pies como muge el ocÉano azotando la roca desde cuya cima le contempla el atÓnito peregrino. |