En la Época Á que se remonta la relaciÓn de esta historia, tan verÍdica como extraordinaria, lo mismo que al presente, para los que no sabÍan apreciar los tesoros del arte que encierran sus muros la ciudad de Toledo no era mas que un poblacÓn destartalado, antiguo, ruinoso É insufrible. Los oficiales del ejÉrcito francÉs, que Á juzgar por los actos de vandalismo[1] con que dejaron en ella triste y perdurable memoria de su ocupaciÓn, de todo tenÍan menos de artistas Ó [Footnote 1: vandalismo. See p. 76, note 1.] [Footnote 2: ciudad de los CÉsares. See p. 50, note 2, and p. 52, note 1.] En esta situaciÓn de Ánimo, la mÁs insignificante novedad que viniese Á romper la monÓtona quietud de aquellos dÍas eternos É iguales, era acogida con avidez entre los ociosos; asÍ es que la promociÓn al grado inmediato de uno de sus camaradas, la noticia del movimiento estratÉgico de una columna volante, la salida de un correo de gabinete, Ó la llegada de una fuerza cualquiera Á la ciudad, convertÍanse en tema fecundo de conversaciÓn y objeto de toda clase de comentarios, hasta tanto que otro incidente venÍa Á sustituirle,[1] sirviendo de base Á nuevas quejas, crÍticas y suposiciones. [Footnote 1: sustituirle. See p. 66, note 1.] Como era de esperar, entre los oficiales que, segÚn tenÍan de costumbre, acudieron al dÍa siguiente Á tomar el sol y Á charlar un rato en el Zocodover, no se hizo platillo de otra cosa que de la llegada de los dragones, cuyo jefe dejamos en el anterior capÍtulo durmiendo Á pierna suelta y descansando de las fatigas de su viaje. Cerca de una hora hacÍa que la conversaciÓn giraba alrededor de este asunto, y ya comenzaba Á interpretarse de diversos modos la ausencia del reciÉn venido, Á quien uno de los presentes, antiguo compaÑero suyo de colegio, habia citado para el Zocodover, cuando en una de las boca-calles de la plaza apareciÓ al fin nuestro bizarro capitÁn despojado de su ancho capotÓn de guerra, luciendo un gran casco de metal con penacho de plumas blancas, una casaca azul turquÍ con vueltas rojas y un magnÍfico mandoble con vaina de acero, que resonaba arrastrÁndose al compÁs de sus marciales pasos y del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro. Apenas le viÓ su camarada, saliÓ Á su encuentro para saludarle, y con Él se adelantaron casi todos los que Á la sazÓn se DespuÉs de los estrechos abrazos de costumbre y de las exclamaciones, plÁcemes y preguntas de rigor en estas entrevistas; despuÉs de hablar largo y tendido sobre las novedades que andaban por Madrid, la varia fortuna de la guerra y los amigotes muertos Ó ausentes, rodando de uno en otro asunto la conversaciÓn, vino Á parar al tema obligado, esto es, las penalidades del servicio, la falta de distracciones de la ciudad y el inconveniente de los alojamientos. Al llegar Á este punto, uno de los de la reuniÓn que, por lo visto, tenÍa noticia del mal talante con que el joven oficial se habÍa resignado Á acomodar su gente en la abandonada iglesia, le dijo con aire de zumba: —Y Á propÓsito de alojamiento, ¿quÉ tal se ha pasado la noche en el que ocupÁis? —Ha habido de todo, contestÓ el interpelado; pues si bien es verdad que no he dormido gran cosa, el origen de mi vigilia merece la pena de la velada. El insomnio junto Á una mujer bonita no es seguramente el peor de los males. —Una mujer! repitiÓ su interlocutor como admirÁndose de la buena fortuna del reciÉn venido; eso es lo que se llama llegar y besar el santo. —SerÁ tal vez algÚn antiguo amor de la corte que le sigue Á Toledo para hacerle mÁs soportable el ostracismo, aÑadiÓ otro de los del grupo. —Oh! no, dijo entonces el capitÁn; nada menos que eso. Juro, Á fe de quien soy, que no la conocÍa y que nunca creÍ hallar tan bella patrona en tan incÓmÓdo alojamiento. Es todo lo que se llama una verdadera aventura. —Contadla! contadla! exclamaron en coro los oficiales que rodeaban al capitÁn; y como Éste se dispusiera Á hacerlo —DormÍa esta noche pasada como duerme un hombre que trae en el cuerpo trece[1] leguas de camino, cuando he aquÍ que en lo mejor del sueÑo me hizo despertar sobresaltado É incorporarme sobre el codo un estruendo horrible, un estruendo tal, que me ensordeciÓ un instante para dejarme despuÉs los oÍdos zumbando cerca de un minuto, como si un moscardÓn me cantase Á la oreja. [Footnote 1: trece = 'thirteen.' Our author has told us on p. 79 that it was catorce ('fourteen').] Como os habrÁs figurado, la causa de mi susto era el primer golpe que oÍa de esa endiablada campana gorda,[1] especie de sochantre de bronce, que los canÓnigos de Toledo han colgado en su catedral con el laudable propÓsito de matar Á disgustos a los necesitados de reposo. [Footnote 1: campana gorda = 'great bell.' The famous Campana Gorda, weighing nearly two tons, was cast by Alejandro Gargollo in 1753. It hangs in the cathedral tower surrounded by eight other bells, and surmounted by two more.] Renegando entre dientes de la campana y del campanero que la toca, disponÍame, una vez apagado aquel insÓlito y temeroso rumor, Á coger nuevamente el hilo del interrumpido sueÑo, cuando vino Á herir mi imaginaciÓn y Á ofrecerse ante mis ojos una cosa extraordinaria. Á la dudosa luz de la luna que entraba en el templo por el estrecho ajimez del muro de la capilla mayor, vÍ una mujer arrodillada junto al altar. Los oficiales se miraron Éntre sÍ con expresion entre asombrada É incrÉdula; el capitÁn, sin atender al efecto que su narraciÓn producÍa, continuÓ de este modo: —No podÉis figuraros nada semejante Á aquella nocturna y fantÁstica visiÓn que se dibujaba confusamente en la penumbra de la capilla como esas virgenes pintadas en los vidrios de Su rostro ovalado, en donde se veÍa impreso el sello de una leve y espiritual demacraciÓn, sus armoniosas facciones llenas de una suave y melancÓlica dulzura; su intensa palidez, las purisimas lÍneas de su contorno esbelto, su ademÁn reposado y noble, su traje blanco y flotante, me traÍan Á la memoria esas mujeres que yo soÑaba cuando casi era un niÑo. Castas y celestes imÁgenes, quimÉrico objeto del vago amor de la adolescencia! Yo me creÍa juguete de una alucinaciÓn, y sin quitarle un punto los ojos, ni aÚn osaba respirar, temiendo que un soplo desvaneciese el encanto. Ella permanecÍa inmÓvil. AntojÁbaseme al verla tan diÁfana y luminosa que no era una criatura terrenal, sino un espÍritu que, revistiendo por un instante la forma humana, habÍa descendido en el rayo de la luna, dejando en el aire y en pos de sÍ la azulada estela que desde el alto ajimez bajaba verticalmente hasta el pie del opuesto muro, rompiendo la obscura sombra de aquel recinto lÓbrego y misterioso. —Pero ... exclamÓ interrumpiÉndole su camarada de colegio, que, comenzando por echar Á broma la historia, habÍa concluido interesÁndose con su relato: ¿cÓmo estaba allÍ aquella mujer? ¿No la[1] dijiste nada? ¿No te explicÓ su presencia en aquel sitio? [Footnote 1: la. See p. 20, note 2.] —No me determinÉ Á hablarla,[1] porque estaba seguro de que no habÍa de contestarme, ni verme ni oirme. [Footnote 1: la. See p. 20, note 2.] —¿Era sorda? —¿Era ciega? —¿Era muda? exclamaron Á un tiempo tres Ó cuatro de los que escuchaban la relaciÓn. —Lo era todo Á la vez, exclamÓ al fin el capitÁn despuÉs de un momento de pausa; porque era... de mÁrmol. —AcabÁramos de una vez! Lo que es de ese gÉnero, tengo yo mÁs de un millar, un verdadero serrallo, en San Juan de los Reyes; serrallo que desde ahora pongo Á vuestra disposiciÓn, ya que, Á lo que parece, tanto os da de una mujer de carne como de piedra. —Oh! no ... continuÓ el capitÁn, sin alterarse en lo mÁs mÍnimo por las carcajadas de sus compaÑeros: estoy seguro de que no pueden ser como la mÍa. La mÍa es una verdadera dama castellana que por un milagro de la escultura parece que no la han enterrado en un sepulcro, sino que aÚn permanece en cuerpo y alma de hinojos sobre la losa que le cubre, inmÓvil, con las manos juntas en ademan suplicante, sumergida en un Éxtasis de mÍstico amor. —De tal modo te explicas, que acabarÁs por probarnos la verosimilitud de la fÁbula de Galatea.[1] [Footnote 1: Galatea. In the story told by Ovid (Met. x. 243) Pygmalion, king of Cyprus, conceived an aversion to women, and devoted himself to art, but having made in ivory a lovely statue of a woman he became enamored of it, and at his request Aphrodite endowed it with life. This beautiful woman, Galatea, became his wife, and bore him a son called Paphos, founder of the city of that name in Cyprus.] —Por mi parte, puedo deciros que siempre la creÍ una locura; mas desde anoche comienzo Á comprender la pasiÓn del escultor griego. —Dadas las especiales condiciones de tu nueva dama, creo que, no tendrÁs inconveniente en presentarnos Á ella. De mÍ sÉ decir que ya no vivo hasta ver esa maravilla. Pero ... ¿quÉ diantres te pasa? ... dirÍase que esquivas la presentaciÓn. JÁ! jÁ! jÁ! Bonito fuera que ya te tuviÉramos hasta celoso. —Celoso, se apresurÓ Á decir el capitÁn, celoso ... de los hombres no ... mas ved, sin embargo, hasta donde llega mi extravagancia. Junto Á la imagen de esa mujer, tambiÉn de mÁrmol, grave y al parecer con vida como ella, hay un guerrero, ... su marido sin duda.... Pues bien ... lo voy Á decir todo, aunque os mofÉis de mi necedad ... si no hubiera temido que me tratasen de loco, creo que ya lo habrÍa hecho cien veces pedazos. Una nueva y aÚn mÁs ruidosa carcajada de los oficiales saludÓ esta original revelaciÓn del estrambÓtico enamorado de la dama de piedra. —Nada, nada; es preciso que la veamos, decÍan los unos. —Si, si, es preciso saber si el objeto corresponde Á tan alta pasiÓn, aÑadian los otros. —¿Cuando nos reuniremos Á echar un trago en la iglesia en que os alojÁis? exclamaron los demÁs. —Cuando mejor os parezca: esta misma noche si querÉis, respondiÓ el joven capitÁn, recobrando su habitual sonrisa, disipada un instante por aquel relÁmpago de celos.—Á propÓsito. Con los bagajes he traÍdo hasta un par de docenas de botellas de Champagne, verdadero Champagne, restos de un regalo hecho Á nuestro general de brigada, que, como sabÉis, es algo pariente. Bravo! bravo! exclamaron los oficiales Á una voz, prorrumpiendo en alegres exclamaciones. —Se bebera vino del paÍs![1] [Footnote 1: vino del paÍs = 'wine from home,' 'wine from our own country.'] —Y cantaremos una canciÓn de Ronsard![1] [Footnote 1: Ronsard. A celebrated French poet of the sixteenth century (b. 1524, d. 1585) and father of lyric poetry in France.] —Y hablaremos de mujeres, Á proposito de la dama del anfitriÓn. —Conque ... hasta la noche! —Hasta la noche. |