El combate de RÍo Bamba es el choque de[281] caballerÍa mÁs lucido que haya tenido lugar en la guerra de nuestra emancipaciÓn, y el que ha revelado tambiÉn a mÁs alto grado el renombre de bravo que llevaba el ejÉrcito de los Andes, en los gloriosos tiempos que dejamos a la espalda. En Él se viÓ al intrÉpido Lavalle con 96 granaderos[282] arrollar cuatro escuadrones, fuertes cada uno de 120 hombres, de las mejores tropas del Rey, hasta meterlos a sablazos bajo los fuegos de la[283] infanterÍa, habiendo pasado antes por la villa de[284] RÍo Bamba, que estaba interpuesta entre los dos ejÉrcitos, para desafiar a la caballerÍa enemiga. Ésta con la intenciÓn de alejarlo de toda protecciÓn, no salÍa de la pequeÑa planicie que estÁ al pie de las alturas que coronan aquel pueblo, y a las cuales querÍa atraer al general Sucre el jefe[285] espaÑol, para batirlo con ventaja.
Navarro y Lamarca, Historia general de AmÉrica Juan Lavalle
Juan Lavalle
(Navarro y Lamarca, Historia general de AmÉrica)
La posiciÓn de Lavalle, en ese dÍa, era tanto mÁs conspicua, cuanto que estaba peleando por primera vez con una fuerza cuatro veces mayor que la suya, en presencia de los orgullosos soldados de Colombia, y contra la voluntad del general en jefe, que en esos momentos lo acusaba de imprudente, por haber comprometido un choque en que tenÍa que combatir uno contra cinco, y del cual, segÚn Él, no podÍa salir victorioso. En prueba de lo que dejamos dicho, citaremos las[286] palabras que el coronel Ibarra, sobrino del libertador BolÍvar, dirigiÓ al general Sucre en aquellos momentos supremos, y sus contestaciones, sacadas de los apuntes del coronel del ejÉrcito de los Andes, don Juan Espinosa, publicadas en el Correo Peruano del 23 de mayo de 1846. DespuÉs de la primera carga que Lavalle diÓ a los espaÑoles, y en la cual llegÓ hasta tiro y medio de fusil, los granaderos se retiraron al tranco. Entonces el general enemigo organizÓ los cuatro escuadrones que habÍan sido acuchillados momentos antes, y los hizo cargar poniÉndose Él mismo a la cabeza. Lavalle, cuando estaban a cien pasos a su retaguardia, volviÓ caras por pelotones, y cargÓ al centro de los cuatro escuadrones. En este momento el general Sucre creyÓ perdidos a los granaderos por la imprudencia de su jefe, “y no quiso protegerlos”, dice Espinosa, “por no comprometer una acciÓn general para la cual no estaba preparado, y por ser muy avanzada la hora”. A[287] las repetidas instancias que le hicieron de proteger al escuadrÓn con alguna infanterÍa, contestÓ: “El comandante Lavalle ha querido perderse, que se pierda solo.” El coronel Ibarra, sobrino del Libertador y un valiente de primera clase, le dijo: “Mi general, dÉjeme V. S. ir con mis guÍas en protecciÓn de los granaderos, y yo le respondo del triunfo”; y saltÁndosele las lÁgrimas,[288] aÑadiÓ: “CÓmo se pierde un escuadrÓn tan[289] valiente! mi general, permÍtamelo V. S.” El[290] general Sucre, con una calma inalterable, le contestÓ: “Coronel Ibarra, aquÍ el Único responsable soy yo; pero vaya V. y haga su deber.”
PonÍanse reciÉn al galope los denodados guÍas[291] de Colombia, cuando los bizarros granaderos decidÍan la victoria, sin que les cupiese mÁs que a[292] cincuenta de esos bravos ayudar a recoger los laureles, que los inmortales granaderos habÍan alcanzado, segando cabezas espaÑolas con el corvo de los Andes, en aquel anfiteatro de la Edad Media.[293]