Le llamaron Tigre de los Llanos, y no le sentaba mal esta denominaciÓn. La frenologÍa y la anatomÍa comparada han demostrado, en efecto, las relaciones que existen entre las formas exteriores y las disposiciones morales, entre la fisonomÍa del hombre y la de algunos animales a quienes se asemeja en su carÁcter. Facundo, porque asÍ lo llamaron largo tiempo los pueblos del interior—el general D. Facundo Quiroga, el Exmo. brigadier general D. Juan Facundo Quiroga, todo esto vino despuÉs, cuando la sociedad lo recibiÓ en su seno y la victoria lo hubo coronado de laureles,—Facundo, pues, era de estatura baja y fornida; sus anchas espaldas sostenÍan sobre un cuello corto una cabeza bien formada, cubierta de pelo espesÍsimo, negro y ensortijado. Su cara un poco ovalada estaba hundida en medio de un bosque de pelo, a que correspondÍa una barba igualmente espesa, igualmente crespa y negra, que subÍa hasta los juanetes, bastante pronunciados para descubrir una voluntad firme y tenaz. Sus ojos negros, llenos de fuego y sombreados por La estrechura de su cabeza revelaba, sin embargo, bajo esta cubierta selvÁtica, la organizaciÓn privilegiada de los hombres nacidos para mandar. Quiroga poseÍa esas cualidades necesarias que hicieron del estudiante de Brienne el genio de la
Quiroga es el hombre de la naturaleza que no ha aprendido aÚn a contener o a disfrazar sus pasiones, que las muestra en toda su energÍa, entregÁndose a toda su impetuosidad. Éste es el carÁcter original del gÉnero humano; y asÍ se muestra en las campaÑas pastoras de la RepÚblica Argentina. Facundo es un tipo de la barbarie primitiva; no conociÓ sujeciÓn de ningÚn gÉnero; su cÓlera era de las fieras; la melena de renegridos y ensortijados cabellos caÍa sobre su frente y sus ojos en guedejas como las serpientes de la cabeza de Medusa; su voz se enronquecÍa, sus miradas se Es inagotable el repertorio de anÉcdotas de que estÁ llena la memoria de los pueblos con respecto a Quiroga; sus dichos, sus expedientes, tienen un sello de originalidad que le daban ciertos visos orientales, cierta tintura de sabidurÍa salomÓnica en el concepto de la plebe. ¿QuÉ diferencia hay, en efecto, entre aquel famoso expediente de mandar Entre los individuos que formaban su compaÑÍa, habÍase robado un objeto, y todas las diligencias practicadas para descubrir el ladrÓn habÍan sido infructuosas. Quiroga forma la tropa, hace cortar tantas varitas de igual tamaÑo cuantos soldados habÍa; hace en seguida que se distribuyan a cada uno; y luego con voz segura, dice: “AquÉl cuya varita amanezca maÑana mÁs grande que las HabÍanse robado algunas prendas de la montura de un soldado, y todas las pesquisas habÍan sido inÚtiles para descubrir al ladrÓn. Facundo hace formar la tropa y que desfile por delante de Él, que estÁ con los brazos cruzados, la mirada fija, ¿QuÉ revelaciÓn era esta? La del terror y la del crimen hecha ante un hombre sagaz. Estaba otra vez un gaucho respondiendo a los cargos que se le hacÍan por un robo. Facundo le interrumpe diciendo: “Ya este pÍcaro estÁ mintiendo; a ver! cien azotes....” Cuando el reo hubo salido, Quiroga dijo a alguno que se hallaba presente: “Vea, patrÓn, cuando un gaucho al hablar estÁ haciendo marcas con el pie, es seÑal que estÁ mintiendo.” Con los azotes el gaucho contÓ la historia como debÍa de ser, esto es, que habÍa robado una yunta de bueyes. Necesitaba otra vez y habÍa pedido un hombre resuelto, audaz para confiarle una misiÓn peligrosa. EscribÍa Quiroga cuando le trajeron el hombre: levanta la cara despuÉs de habÉrselo anunciado De estos hechos hay a centenares en la vida de Facundo, y que al paso que descubren un hombre superior, han servido eficazmente para labrarle una reputaciÓn misteriosa entre los hombres groseros, que llegaban a atribuirle poderes sobrenaturales. |