ANTOLOGIA CASTELLANA AnOnimo (Thirteenth century) AVENTURA

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ANTOLOGIA CASTELLANA AnOnimo (Thirteenth century) AVENTURA AMOROSA Qui triste tiene su coraaeOn Benga oyr esta razOn; OdrA razOn acabada, Feyta d'amor e bien rymada. Un escolar la rrimO 5 Que siempre duenas amO, Mas siempre ovo cryanaea En Alemania y en Franaeia, MorO mucho en LombardIa Por aprender cortesIa. 10 En el mes d'abril, despues yantar, Estava so un olivar; Entre aeimas d'un manaeanar Un vaso de plata vI estar, Pleno era d'un claro vino 15 Que era vermeio e fino, Cubierto era de tal mesura No lo tocas' la calentura. Una duena lo y ovo puesto Que era senora del huerto, 20 Que, quan su amigo viniesse, D'aquel vino A bever le diesse. Qui de tal vino oviesse En la manana quan comiesse E d'ello oviesse cada dIa, 25 4 Nunca mAs enfermarYa. Arriba del manaeanar Otro vaso vI estar, Pleno era d'un agua fryda Que en el manaeanar se naaeIa. 5 Beviera d'ela de grado, Mas ovi miedo que era encantado. Sobre un prado pus mi tiesta Que non fiziese mal la siesta; PartI de mI las vestiduras 10 Que non fizies mal la calentura. PleguE A una fuente perenal, Nunca omne que viese tall: Tan grant virtud en si avIa Que de la frydor que d'i yxIa 15 .C. pasadas A derredor Non sintrYades la calor. Todas yervas que bien olIen La fuent aeerca sI las tenIe. Y es la salvia, y sson las rrosas, 20 Y el lirio e las violas; Otras tantas yervas i avIa Que sol nombrar no las sabrIa, Mas ell olor que d'i yxIa A omne muerto rressuaeetarYa. 25 Prys del agua un bocado E fuy todo esfryado; En mi mano prys una flor, Sabet non toda la peyor, E quis cantar de fin amor; 30 Mas vI venir una doncela, Pues naaeI non vI tan bella. Blanca era e bermeia, Cabelos cortos sobre ll'oreia, 5 Frente blanca e loaeana, Cara fresca como manaeana, Naryz egual e dereyta, Nunca viestes tan bien feyta, Oios negros e rridientes, 5 Boca A rrazOn e blancos dientes, Labros vermeios non muy delgados, Por verdat bien mesurados; Por la aeentura delgada, Bien estante e mesurada. 10 El manto e su brial De xamet era que non d'al; Un sombrero tien en la tiesta Que no fiziese mal la siesta; Unas luvas tien en la mano, 15 Sabet no ielas diO vilano. De las flores viene tomando, En alta voz d'amor cantando, E deaeia: «Ay, meu amigo, Si me verE yamAs contigo! 20 A oy et sempre amarE Quanto que biva serE. Porque eres escolar, Quisquiere te devrIa mAs amar. Nunqua odI de homne deaeir 25 Que tanta bona manera ovo en sI; MAs amarIa contigo estar Que toda Espana mandar; Mas d'una cosa so cuitada, He miedo de seder enganada, 30 Que dizen que otra duena, Cortesa e bela e bona, Te quiere tan gran bien, Por ti pierde su sen, 6 E por eso he pavor Que A esa quieras maior; Mas s'io te vies una vegada, A plan me querrYes por amada.» Quant la mIa senor esto dizIa, 5 Sabet A mI non vidIa; Pero sE que non me conoaeIa, Que de mI non foyrYa. Yo non fiz aquI como vilano; LevEm e prisla por la mano. 10 Junniemos amos em par E posamos so ell olivar, Dixle yo: «¿Dezit, la mIa senor, Si supiestes nunca d'amor?» Diz ella: «A plan con grant amor ando, 15 Mas non connozco mi amado; Pero dizem un su mesaiero Qu'es clerygo e non cavalero, Sabe muito de trobar, De leyer e de cantar; 20 Dizem que es de buena yente, Mancebo barva punniente.» --«Por Dios, que digades, la mIa senor, Que donas tenedes de la su amor?» --«Estas luvas y es capiello, 25 Es coral y est aniello EnbiO A mI es meu amigo, Que, por la su amor trayo conmigo.» Yo connocI luego las alfajas Que yo ielas avIa embiadas. 30 Ela connociO una mi aeinta man A mano, Qu'ela la fiziera con la su mano. ToliOs el manto de los ombros, BesOme la boca e por los oios, 7 Tan gran sabor de mi avIa, Sol fablar non me podIa. «Dios senor, seyas loado, Quant conozco meu amigo.» Una grant pieaea alI estando, 5 De nuestro amor ementando, Elam dixo: «El mIo senor, Oram serYa de tornar, Si A vos non fuese en pesar.» Yol dix: «Yt, la mIa senor, 10 Pues que yr queredes, Mas de mi amor pensat, fe que devedes.» Elam dixo: «Bien seguro seyt de mi amor, No vos camiarE por un emperador.» La mIa senor se va privado, 15 Dexa A mI desconortado. Queque la vI fuera del uerto, Por poco non fuy muerto. Por verdat quisieram adormir, Mas una palomila vI, 20 Tan blanca era como la nieve del puerto, Volando viene por medio del uerto. En la fuente quiso entrar, Mas cuando A mI vido estar, Entros en la del malgranar. 25 Un vaso avI' alI dorado Tray al pie atado. En la fuent quiso entrar, Quando A mI vido estar en el malgranar. Quando en el vaso fuE entrada, 30 E fuE toda bien esfryada, E la que quiso exir festino, VertiOs el agua sobrel vino. . . . . . . . . . . 8 Gonzalo de Berceo (Flourished in the first half of the thirteenth century) CANTICA DE LA VIRGEN Eya velar, eya velar, eya velar. Velat aljama de los judios, Eya velar: Que non vos furten el Fijo de Dios, Eya velar. 5 Ca furtArvoslo querrAn, Eya velar: Andres e Peidro et Johan, Eya velar. Non sabedes tanto descanto, 10 Eya velar: Que salgades de so el canto, Eya velar. Todos son ladronaeiellos, Eya velar: 15

One by one, Death summons the Cardinal, the King, the Patriarch, the Duke, the Archbishop, the Constable, the Bishop, the Knight, the Abbot, the Squire, the Dean, the Merchant, the Archdeacon, the Lawyer, the Canon, the Physician, the Priest, the Husbandman, the Monk, the Usurer, the Friar, the Porter, the Hermit, the Accountant, the Deacon, the Tax-collector, the Sub-deacon, the Sacristan, the Rabi, the Alfaqui, etc. Then come the last two stanzas of the poem.

. . . . . . . . . .
Lo que dize la Muerte Á los que non nombrÓ:
A todos los que aqui no he nombrado
De cualquer ley e estado o condyÇion, 15
Les mando que bengan muy toste priado
A entrar en mi danÇa sin escusaÇion.
Non rescibirÉ jamas exebÇion,
Nin otro libelo nin declinatoria,
Los que bien fizieron abrÁn syempre gloria, 20
Los quel contrario abrÁn dapnaÇion.
21
Dizen los que han de pasar por la Muerte:
Pues que asy es que a morir abemos
De nesÇesidad syn otro remedio,
Con pura conÇienÇia todos trabajemos
En servir a Dios sin otro comedio.
Ca Él es principio, fyn e el medio 5
Por do si le plaze abremos folgura,
Avn que la muerte con danÇa muy dura
Nos meta en su corro en cualquer comedio.

AnÓnimo

REVELACIÓN DE UN ERMITAÑO

(Esta es una revelaÇiÓn que acaesÇiÓ Á un ome bueno, hermitanno de santa bida, que estava rezando una noche en su hermita e oyÓ esta rrevelaÇiÓn, el qual luego la escriviÓ en rymas, ca era sabidor en esta ÇienÇia gaya.)

ComienÇa e dize asy:
Despues de la prima la ora pasada,
En el mes de enero la noche primera, 10
En CCCC. e beynte durante la hera,
Estando acostado allÁ en mi posada;
Non pude dormir essa trasnochada,
A la mannana un suenno me bino,
Veredes, sennores, lo que me abino 15
Mientra pasava el alumbrada.
En un baile fondo, escuro, apartado,
Espeso de xaras, sonnÉ que andava
Buscando salida e non la fallava,
TopÉ con un omne que yazÍa fynado. 20
HolÍa muy mal, ca estava fynchado,
Los ojos quebrados, la faz denegrida,
La boca abierta, la barba cayda,
De gusanos e moscas muy acompannado.
22
Mirando el cuerpo de chico balor,
Oy una boz aguda muy fiera,
AbrÍ los mis ojos por mirar quien era,
VÍ una ave de blanca color.
DezÍa contra el cuerpo: hereje, traydor, 5
Del mal que feziste, si eres repiso,
Por tu bana-gloria e falso riso,
Yo en el infierno bivo con dolor.
. . . . . . . . . .
Dize el cuerpo:
Essa ora el cuerpo fizo movimiento,
AlÇÓ la cabeÇa, comenÇÓ Á fablar, 10
E dixo: sennora, ¿por quÉ tanto culpar
Me queres agora syn meresÇimiento?
Que sy dixe Ó fize fuÉ por tu talento,
Sy non mira agora qual es mi poder,
Que estos gusanos non puedo toller, 15
Que comen las carnes de mi criamiento.
. . . . . . . . . .
Dize el Ánima:
O cuerpo maldito, vil, enconado,
Leno de fedor e de grand calabrina,
MetiÉronte en foyo, cubriÉronte ayna,
DexÁronte dentro Á mal de tu grado. 20
Por ende tÚ piensas que as ya librado,
Primero serÁs delante el derecho,
Donde darÁs cuenta de todo tu fecho
Que en el mundo feziste, do poco has durado.
. . . . . . . . . .
Dize el cuerpo:
¿Por quÉ, sennora, mÁs enojar 25
Me queres agora en esta sazÓn?
Que en quanto dexiste non tienes razÓn,
Vete en buena ora, dexes-me estar.
23
Pues el Sennor nos ha de juzgar
E darÁ Á cada uno su meresÇimiento,
MÁs bien me paresces que eres Çimiento,
Pues por tus malos fechos has de penar.
Ellos estando en esta porfÍa, 5
SaliÓ un diablo negro de un espesura,
Gesto espantable, de mala figura,
Tynazas de fierro en las manos traÝa.
Dixo contra el Ánima: tÚ serÁs mÍa,
E conmigo yrÁs allÁ Á mi posada, 10
Adonde serÁs bien adverguada,
Que allÁ fallarÁs asaz conpannÍa.
El Ángel de Dios que esto beÝa,
FuÉ contra el malo muy ayrado,
E dixo: diablo sey ya pagado 15
De quanto mal fazes de dÍa en dÍa.
Pues te atreves con grande osadÍa,
De mÍ tÚ yrÁs mal baratado,
Aunque te pese Á mal de tu grado,
Aquesta Ánima serÁ toda mÍa. 20
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .

El Almirante Diego Furtado de Mendoza

(Second half of the fourteenth century and early fifteenth)
A aquel Árbol, que mueve la foxa,
Algo se le antoxa.
Aquel Árbol del bel mirar
FaÇe de manyera flores quiere dar:
Algo se le antoxa. 25
Aquel Árbol del bel veyer
FaÇe de manyera quiere florecer:
Algo se le antoxa.
24
FaÇe de manyera flores quiere dar:
Ya se demuestra; salidlas mirar:
Algo se le antoxa.
FaÇe de manyera quiere florecer:
Ya se demuestra; salidlas Á ver: 5
Algo se le antoxa.
Ya se demuestra; salidlas mirar:
Vengan las damas las fructas cortar:
Algo se le antoxa.

Alfonso Álvarez de Villasandino

(† 1428?)

CANTIGA: SEVILLA

Lynda syn conparaÇion, 10
Claridat É luz de EspaÑa,
Plazer É consolaÇion,
Briosa cibdat extraÑa,
El mi coraÇon se baÑa,
En ver vestra maravilla, 15
Muy poderosa Sevilla
Guarnida d’alta compaÑa.
Parayso terrenal
Es el vestro nonbre puro;
Sobre cimiento leal 20
Es fundado vestro muro,
Onde byve amor seguro
Que serÁ sienpre ensalÇado:
Sy esto me fuer negado
De mal diÇientes non curo. 25
Desque de vos me party
Fasta agora que vos veo,
Bien vos juro que non vy
Vestra egual en asseo:
25
Mientra mas miro É oteo
Vestras dueÑas É donzellas,
Resplendor nin luz de estrellas
Non es tal, segunt yo creo.
En el mundo non ha par 5
Vestra lyndeza É folgura,
Nin se podrian ffallar
DueÑas de tal fermosura:
Donzellas de grant mesura
Que en vos fueron criadas, 10
Estas deven ser loadas
En EspaÑa de apostura.

Micer Francisco Imperial

(Early fifteenth century)

DEZIR

Non fuÉ por Çierto mi carrera vana,
Passando la puente de Guadalquivir,
Atan buen encuentro que yo vi venir 15
Rribera del rio, en medio Triana,
A la muy fermosa Estrella Diana,
Qual sale por mayo al alva del dia,
Por los santos passos de la romeria:
Muchos loores aya santa Ana. 20
E por galardon demostrar me quiso
La muy delicada flor de jazmin,
Rossa novela de oliente jardin,
E de verde prado gentil flor de lyso,
El su graÇioso É onesto rysso, 25
Ssemblante amorosso É viso ssuave,
Propio me paresÇe al que dixo: Ave,
Quando enviado fuÉ del paraysso.
26
Callen poetas É callen abtores,
Omero, OraÇio, Vergilio É Dante,
E con ellos calle Ovidio D’Amante
E cuantos escripvieron loando seÑores,
Que tal es aquesta entre las mejores, 5
Commo el luÇero entre las estrellas,
Llama muy clara Á par de centellas,
E commo la rrosa entre las flores.
Non se desdeÑe la muy delicada
Enfregymio griega, de las griegas flor, 10
Nin de las troyanas la noble seÑor,
Por ser aquesta atanto loada;
Que en tierra llana É non muy labrada,
NasÇe Á las vezes muy oliente rrosa,
Assy es aquesta gentil É fermosa, 15
Que tan alto meresÇe de ser comparada.

Ruy PÁez de Ribera

(Early fifteenth century)

DEZIR SOBRE LA FORTUNA

Dizen los sabios: «Fortuna es mudable,»
E non me paresÇe que deve seer tal,
Que antes la veo seer muy espantable
A do una vegada comienÇa yr mal: 20
Que fasta que acaba todo el cabdal,
Nunca mudanÇa faze la fortuna,
Ca sienpre en el pobre la veo seer una
Fasta destruyr el bien principal.
Quando ella quiere tomar su venganÇa, 25
Pone al pobre en mayor probeÇa,
E nunca jamas faze mudanÇa,
Salvo con muerte, postrera crueza:
La qual probedat es dolor É vileza,
27
Tormento aborrido sin comparaÇion,
Afan syn rremedio con desesperaÇion,
Por la qual pierde el noble su alteÇa.
. . . . . . . . . .
El pobre non tiene parientes ni amigos,
Donayre nin seso, esfuerÇo É sentido, 5
E por la proveza le son enemigos
Los suyos mesmos por veer lo caydo:
Todos lo tienen por desconoÇido
E non se les mienbra del tienpo pasado,
Sy algunt benefiÇio ovieron cobrado 10
De aquellos de quien Él ha descendido.
En cosa que diga nin faga por obra
Non tiene graÇia virtud nin aseo,
E por que Á todos en pobreza ssobra
Su dicho es tenido por grant devaneo: 15
E tiene otra tacha peor que le veo
Que dizen que es loco sy es esforÇado,
E dizen que es torpe sy es sosegado,
Asy que su vida es sienpre en desseo.
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
Quanto es de triste la gafa proveza, 20
Mesquina, lazdrada É muy espantosa,
Atanto es de noble la linpia rriqueza,
Gentil É alegre, muy dulÇe, sabrosa,
Sabia, esforÇada, fidalga, graÇiosa,
Ardid É polida, cortÉs, mesurada, 25
Garrida É briosa, muy bien costunbrada,
Onrrada É temida, sotil É donosa.
. . . . . . . . . .
28
El rrico es sesudo, sotil É graÇioso.
Gentil É garrido, É linpio esforÇado,
Mas que pavon loÇano É donosso,
Ardid É muy bravo, É rrizio provado,
E mas quel azero qu’es fuerte azerado 5
Es la del rrico su grant fortaleza,
Ca estas virtudes le ponen rriqueza,
Las quales fallesÇen en el pobre cuytado.
. . . . . . . . . .
Non siento en el rrico ningunt fallimiento,
Nin creo que pueda en Él ser fallado, 10
Non siento en el pobre ningunt conplimiento
Salvo de cuytas que bive abastado:
Pero ay un rremedio que veo provado
Que el pobre, el rrico, que todo fallesÇe,
E todo en el mundo por muerte pereÇe, 15
E todo se olvida desqu’es traspasado.

El Condestable Álvaro de Luna

(First half of the fifteenth century)
I
Si Dios, nuestro Salvador,
Ovier de tomar amiga,
Fuera mi competidor.
Aun se m’antoxa, senyor, 20
Si esta tema tomÁras,
Que justas e quebrar varas
Ficieras por su amor.
Si fueras mantenedor,
Contigo me las pegara, 25
E non te alzara la vara,
Por ser mi competidor.
29
II
Senyor Dios, pues me causaste
Sin comparaÇion amar,
TÚ me deves perdonar
Si pasÉ lo que mandaste.
Mandaste que ombre amasse 5
A ti mas que a otra cosa,
Et causaste que fallase
Ombre amiga tan graÇiosa,
Generosa, mas fermosa
De quantas, senyor, creaste, 10
La qual yo amo sin par
De amor tan singular,
Que no ay seso que baste.
Formaste la creatura
A tu semblanÇa, senyor, 15
De la tu santidat pura
Me feziste amador:
Quien figura tal figura,
Tal qual tÚ la figuraste,
Es causa de dar lugar 20
Para algun tiempo olvidar
A ti que me la mostraste.

FernÁn PÉrez de GuzmÁn

205;an? 5
¿QuÉ se hizo aquel danÇar
Y aquellas ropas chapadas
Que traÍan?
Pues el otro su heredero,
Don Enrrique; quÉ poderes 10
AlcanÇava!
QuÁn blando, quÁn alagÜero
El mundo con sus plazeres
Se le dava!
Mas verÁs cuÁn enemigo, 15
QuÁn contrario, quÁn cruel
Se le mostrÓ;
Aviendole sido amigo,
QuÁn poco durÓ con Él
Lo que le diÓ! 20
Las dÁdivas desmedidas,
Los edificios reales
Llenos de oro,
Las baxillas tan fabridas,
Los enriques y reales 25
Del tesoro;
Los jaezes y cavallos
De su gente y atavÍos
Tan sobrados,
¿DÓnde yremos Á buscallos? 30
¿QuÉ fueron sino rocÍos
De los prados?
Pues su hermano el innocente,
Que en su vida sucessor
50
Se llamÓ.
Que corte tan excelente
Tuvo y quÁnto gran seÑor
Que le siguiÓ!
Mas como fuesse mortal, 5
MetiÓli la muerte luego
En su fragua,
O jÜyzio divinal!
Quando mÁs ardÍa el fuego
Echaste agua. 10
Pues aquel gran Condestable,
Maestre que conocimos
Tan privado,
No cumple que d’el se hable,
Sino sÓlo que le vimos 15
Degollado.
Sus infinitos tesoros,
Sus villas y sus lugares,
Su mandar,
¿QuÉ le fueron sino lloros? 20
¿QuÉ fueron sino pesares
Al dexar?
Pues los otros dos hermanos,
Maestres tan prosperados
Como reyes, 25
Que Á los grandes y medianos
Traxeron tan sojuzgados
A sus leyes;
Aquella prosperidad
Que tan alta fuÉ subida 30
Y ensalÇada,
¿QuÉ fuÉ sino claridad
Que quando mÁs encendida
FuÉ amatada?
51
Tantos duques excelentes,
Tantos marqueses y condes
Y barones
Como vimos tan potentes,
Di, Muerte, ¿dÓ los escondes 5
Y los pones?
Y sus muy claras hazaÑas
Que hizieron en las guerras
Y en las pazes?
Quando tÚ, cruel, te ensaÑas, 10
Con tu fuerÇa los atierras
Y deshazes.
Las huestes innumerables,
Los pendones y estandartes
Y vanderas, 15
Los castillos impunables,
Los muros e baluartes
Y barreras,
La cava honda chapada
Ó cualquier otro reparo 20
¿QuÉ aprovecha?
Quando tu vienes ayrada,
Todo lo passas de claro
Con tu flecha.
Aquel de buenos abrigo, 25
Amado por virtuoso
De la gente,
El Maestre Don Rodrigo
Manrique, tan famoso
Y tan valiente, 30
Sus grandes hechos y claros
No cumple que los alabe,
Pues los vieron,
Ni los quiero hazer caros,
52
Pues el mundo todo sabe
QuÁles fueron.
QuÉ amigo de sus amigos!
QuÉ seÑor para criados
Y parientes! 5
QuÉ enemigo de enemigos!
QuÉ Maestre de esforÇados
Y valientes!
QuÉ seso para discretos!
QuÉ gracia para donosos! 10
QuÉ razÓn!
QuÁn benigno Á los subjectos,
Y Á los bravos y daÑosos
Un leon!
En ventura, Octaviano; 15
Julio CÉsar en vencer
Y batallar;
En la virtud, Africano;
AnÍbal en el saber
Y trabajar: 20
En la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
Con alegrÍa;
En su braÇo, un Archidano;
Marco Tulio en la verdad 25
Que prometÍa.
Antonio PÍo en clemencia;
Marco Aurelio en ygualdad
Del semblante:
Adriano en eloquencia; 30
Theodosio en humanidÁd
Y buen talante:
Aurelio Alexandre fuÉ
En disciplina y rigor
53
De la guerra;
Un Constantino en la fe;
Camilo en el gran amor
De su tierra.
No dexÓ grandes tesoros, 5
Ni alcanÇÓ muchas riquezas
Ni baxillas,
Mas hizo guerra Á los Moros,
Ganando sus fortalezas
Y sus villas; 10
Y en las lides que venciÓ,
Cavalleros y cavallos
Se prendieron,
Y en este oficio ganÓ
Las rentas e los vasallos 15
Que le dieron.
Pues por su honra y estado
En otros tiempos passados
¿CÓmo se uvo?
Quedando desamparado, 20
Con hermanos y criados
Se sostuvo.
Despues que hechos famosos
Hizo en esta dicha guerra,
¿Que hazÍa? 25
Hizo tratos tan honrosos,
Que le dieron muy mÁs tierra
Que tenÍa.
Estas sus viejas hystorias
Que con su braÇo pintÓ 30
En la juventud,
Con otras nuevas victorias
Agora las renovÓ
En la senectud.
54
Por su gran abilidad,
Por mÉritos y ancianÍa
Bien gastada
AlcanÇÓ la dignidad
De la gran cavallerÍa 5
Del Espada.
E sus villas e sus tierras
Ocupadas de tiranos
Las hallÓ,
Mas por cercos e por guerras 10
Y por fuerÇas de sus manos
Las cobrÓ.
Pues nuestro Rey natural
Si de las obras que obrÓ
FuÉ servido, 15
DÍgalo el de Portugal,
Y en Castilla quien siguiÓ
Su partido.
Despues de puesta la vida
Tantas vezes por su ley 20
Al tablero;
Despues de tan bien servida
La corona de su Rey
Verdadero;
Despues de tanta hazaÑa 25
A que no puede bastar
Cuenta cierta,
En la su villa de OcaÑa
Vino la Muerte Á llamar
A su puerta. 30
(Habla la Muerte)
Diziendo: «Buen cavallero,
Dexad el mundo engaÑoso
55
Y su halago;
Muestre su esfuerÇo famoso
Vuestro coraÇon de azero
En este trago;
Y pues de vida y salud 5
Hiziste tan poca cuenta
< ?
¿No visteis vos que algun dÍa
Mil lÁgrimas derramaba,
Basta que yo le juraba 15
Que sus palabras creÍa?
Sobre el arena sentada
De aquel rÍo la vÍ yo,
Do con el dedo escribiÓ
Antes muerta que mudada. 20
Miren amor lo que ordena,
Que un hombre llegue Á creer
Cosas dichas por mujer
Y escritas en el arena.

Luis de Camoens

(1524–1579)

VILLANCICO

Irme quiero, madre, 25
A aquella galera,
Con el marinero
A ser marinera.
Madre, si me fuere
Doquier que vÓ, 30
No lo quiero yo;
Que el amor lo quiere.
Aquel niÑo fiero
Hace que me muera,
Por un marinero 35
A ser marinera.
82
El que todo puede,
Madre, no podrÁ,
Pues el alma va,
Que el cuerpo se quede,
Con Él pues que muere 5
Voy porque no muera,
Que si es marinero
SerÉ marinera.
Es tirana ley,
Del niÑo seÑor, 10
Que por un amor
Se deseche un rey
Pues de esta manera
Él quiere, irme quiero
Por un marinero 15
A ser marinera.
Decid, ondas, ¿cuÁndo
Visteis vos doncella
Siendo tierna y bella
Andar navegando? 20
Mas ¿quÉ no se espera
De aquel niÑo fiero?
Vea yo Á quien quiero
Y sea marinero!

LETRILLA

De dentro tengo mi mal, 25
Que de fora no hay seÑal.
Mi nueva y dulce querella
Es invisible Á la gente:
El alma sola la siente,
Que el cuerpo no es dino della. 30
Como la viva centella
Se encubre en el pedernal
De dentro tengo mi mal.

Santa Teresa de JesÚs

(1515–1582)

UNA GLOSA

Vivo sin vivir en mÍ,
Y tan alta vida espero, 35
Que muero porque no muero.
Aquesta divina uniÓn,
Del amor con que yo vivo,
Hace Á Dios ser mi cautivo,
83
Y libre mi corazÓn:
Mas causa en mÍ tal pasiÓn
Ver Á Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
Ay! QuÉ larga es esta vida, 5
QuÉ duros estos destierros,
Esta cÁrcel y estos hierros
En que el alma estÁ metida!
SÓlo esperar la salida
Me causa un dolor tan fiero, 10
Que muero porque no muero.
Ay! QuÉ vida tan amarga
Do no se goza el SeÑor!
Y si es dulce el amor
No lo es la esperanza larga; 15
QuÍteme Dios esta carga,
MÁs pesada que de acero,
Que muero porque no muero.
SÓlo con la confianza
Vivo de que he de morir; 20
Porque muriendo, el vivir
Me asegura mi esperanza:
Muerte do el vivir se alcanza,
No te atardes, que te espero,
Que muero porque no muero. 25
Mira que el amor es fuerte;
Vida no seas molesta,
Mira que sÓlo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte, 30
Venga el morir muy ligero,
Que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba
Es la vida verdadera;
84
Hasta que esta vida muera,
No se goza estando viva:
Muerte, no seas esquiva;
Vivo muriendo primero,
Que muero porque no muero. 5
Vida, ¿quÉ puedo yo darle
A mi Dios, que vive en mÍ,
Si no es perderte Á ti,
Para mejor Á Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle, 10
Pues Á Él solo es el que quiero,
Que muero porque no muero.
Estando ausente de ti,
¿QuÉ vida puedo tener?
Sino muerte padecer 15
La mayor que nunca vÍ:
LÁstima tengo de mÍ,
Por ser mi mal tan entero,
Que muero porque no muero.
El pez que del agua sale 20
Aun de alivio no carece,
A quien la muerte padece
Al fin la muerte le vale:
¿QuÉ muerte habrÁ que se iguale
A mi vivir lastimero, 25
Que muero porque no muero?
Cuando me empiezo Á aliviar
ViÉndote en el Sacramento,
Me hace mÁs sentimiento
El no poderte gozar: 30
Todo es para mÁs penar,
Por no verte como quiero,
Que muero porque no muero.
Cuando me gozo, SeÑor,
85
Con esperanza de verte,
Viendo que puedo perderte,
Se me dobla mi dolor.
Viviendo en tanto pavor,
Y esperando como espero, 5
Que muero porque no muero.
SÁcame de aquesta muerte,
Mi Dios, y dame la vida,
No me tengas impedida
En este lazo tan fuerte: 10
Mira que muero por verte,
Y vivir sin ti no puedo,
Que muero porque no muero.
LlorarÉ mi muerte ya,
Y lamentarÉ mi vida, 15
En tanto que detenida
Por mis pecados estÁ.
Oh mi Dios cuando serÁ,
Cuando yo diga de vero,
Que muero porque no muero. 20

LETRILLA QUE LLEVABA POR REGISTRO EN SU BREVIARIO

Nada te turbe;
Nada te espante;
Todo se pasa;
Dios no se muda,
La paciencia todo lo alcanza. 25
Quien Á Dios tiene,
Nada le falta.
Solo Dios basta.
86

Fernando de Herrera

(1534–1597)

SONETO: POR LA VITORIA DE LEPANTO

Hondo Ponto, que bramas atronado
Con tumulto y terror, del turbio seno
Saca el rostro, de torpe miedo lleno;
Mira tu campo arder ensangrentado,
Y junto en este cerco y encontrado 5
Todo el cristiano esfuerzo y sarraceno,
Y cubierto de humo y fuego y trueno,
Huir temblando el impÍo quebrantado.
Con profundo murmurio la vitoria
Mayor celebra que jamÁs viÓ el cielo,
De allÍ mira sus banderas,
Y estandartes que tenÍa,
CÓmo estÁn todos pisados 15
Que la tierra los cubrÍa.
Mira por los capitanes
Que ninguno parescÍa;
Mira el campo tinto en sangre,
La cual arroyos corrÍa. 20
El triste de ver aquesto
Gran mancilla en sÍ tenÍa:
Llorando de los sus ojos
De esta manera decÍa:
—«Ayer era rey de EspaÑa, 25
Hoy no lo soy de una villa;
Ayer villas y castillos,
Hoy ninguno poseÍa;
Ayer tenÍa criados,
Hoy ninguno me servÍa, 30
Hoy no tengo una almena
Que pueda decir que es mÍa.
Desdichada fuÉ la hora,
Desdichado fuÉ aquel dÍa
114
En que nacÍ y heredÉ
La tan grande seÑorÍa,
Pues lo habÍa de perder
Todo junto y en un dÍa!
Oh muerte! ¿por quÉ no vienes 5
Y llevas esta alma mÍa
De aqueste cuerpo mezquino,
Pues te se agradecerÍa?»

AnÓnimo: Romance HistÓrico

BERNARDO LLORA Á SU PADRE Y CELEBRA SUS OBSEQUIAS

Al pie de un tÚmulo negro
EstÁ Bernardo del Carpio, 10
Hincadas ambas rodillas,
En medio de un templo santo.
AcompÁÑanle parientes,
Caballeros É hijosdalgo;
Por amistad Ó por deudo 15
Todos estÁn enlutados.
Vienen Á hacer las obsequias
Del muerto conde Don Sancho,
Vertiendo lÁgrimas tiernas
Del fuerte pecho acerado. 20
Cubierto de triste luto,
Y el corazÓn enlutado;
Pero tan fuerte y robusto
Como cuando sale armado.
Un rato entre dientes habla, 25
Y otro rato habla claro,
Formando quejas al cielo
Del rey don Alfonso el Casto,
115
Que muerte le diÓ Á su padre,
Y vivo se le ha mandado.
—«Si el rey falta Á su palabra,»
Dice, «¿quÉ harÁ un villano?
Con tal sinrazÓn, Alfonso, 5
Buen nombre Á tu hermana has dado!
Buen tÍtulo Á tu sobrino!
Y buen pago Á tu criado!
Pero no pende mi honra
De ti, ni de aqueste agravio, 10
Que este brazo y esta espada
Me harÁn temido y honrado.»—
Y volviendo al padre muerto
El valeroso Bernardo,
Con varoniles suspiros, 15
ColÉrico y demudado,
Abriendo el negro capuz
Hasta la punta de abajo,
Sin advertir que le escuchan,
Ni que estÁ en lugar sagrado, 20
Con una mano en la barba
Y en la espada la otra mano,
Dice furioso, impaciente,
Con su rey y padre hablando:
—«Seguro puedes ir de la venganza, 25
Amado padre, al espacioso cielo,
Que el acerado hierro de mi lanza,
Que de sangre francesa tiÑÓ el suelo,
Y levantÓ de Alfonso la esperanza
Hasta el celeste y estrellado velo, 30
Ha de mostrar que no hay seguro estado,
Siendo Bernardo vivo y tÚ agraviado.
Uno soy solo, Alfonso, y castellano,
Uno soy solo, y el que puede tanto,
116
Que deshizo el poder de Carlo-Magno,
Dejando Á toda Francia en luto y llanto.
Esta es la misma vencedora mano
Que Á ti te diÓ victoria, al mundo espanto;
Y esta misma te harÁ, padre, vengado, 5
Que Bernardo estÁ vivo y tÚ agraviado.»

AnÓnimo: Romance HistÓrico

ROMANCE DE DON RODRIGO DE LARA

A cazar va don Rodrigo,
Y aun don Rodrigo de Lara:
Con la gran siesta que hace
ArrimÁdose ha Á una haya, 10
Maldiciendo Á Mudarrillo,
Hijo de la renegada,
Que si Á las manos le hubiese,
Que le sacarÍa el alma.
El seÑor estando en esto, 15
Mudarrillo que asomaba:
—«Dios te salve, caballero,
Debajo la verde haya.»—
—«AsÍ haga Á ti, escudero,
Buena sea tu llegada.» 20
—«DÍgasme tÚ, el caballero,
¿CÓmo era la tu gracia?»
—«A mÍ dicen don Rodrigo,
Y aun don Rodrigo de Lara,
CuÑado de Gonzalo Gustos, 25
Hermano de doÑa Sancha;
Por sobrinos me los hube
Los siete infantes de Salas;
Espero aquÍ Á Mudarrillo,
117
Hijo de la renegada;
Si delante lo tuviese,
Yo le sacarÍa el alma.»
—«Si Á ti dicen don Rodrigo,
Y aun don Rodrigo de Lara, 5
A mÍ Mudarra Gonzales,
Hijo de la renegada,
De Gonzalo Gustos hijo,
Y alnado de doÑa Sancha;
Por hermanos me los hube 10
Los siete infantes de Salas:
TÚ los vendiste, traidor,
En el val de Arabiana;
Mas si Dios Á mÍ me ayuda
AquÍ dejarÁs el alma.» 15
—«EspÉresme, don Gonzalo,
IrÉ Á tomar las mis armas.»
—«El espera que tÚ diste
A los infantes de Lara:
AquÍ morirÁs, traidor, 20
Enemigo de doÑa Sancha.’»—

AnÓnimo: Romance HistÓrico

CASAMIENTO DEL CID CON JIMENA

A su palacio de Burgos,
Como buen padrino honrado,
Llevaba el Rey Á yantar
A sus nobles afijados. 25
Salen juntos de la iglesia
El Cid, el Obispo y LaÍn Calvo,
Con el gentÍo del pueblo
Que les iba acompaÑando.
118
Por la calle adonde van
A costa del Rey gastaron
En un arco muy polido
MÁs de treinta y cuatro cuartos.
En las ventanas alfombras, 5
En el suelo juncia y ramos,
Y de trecho Á trecho habÍa
Mil trovas al desposado.
SaliÓ Pelayo hecho toro
Con un paÑo colorado, 10
Y otros que le van siguiendo,
Y una danza de lacayos.
TambiÉn AntolÍn saliÓ
A la gineta en un asno,
Y Pelaez con vejigas 15
Fuyendo de los mochachos.
Diez y seis maravedis
MandÓ el Rey dar Á un lacayo
Porque espantaba Á las fembras
Con un vestido de diablo. 20
MÁs atrÁs viene Jimena
TrabÁndole el Rey la mano,
Con la Reina su madrina,
Y con la gente de manto.
Por las rejas oneto10">SONETO
El que fuere dichoso serÁ amado, 15
Y yo en amar no quiero ser dichoso,
Teniendo mi desvelo generoso
A dicha ser por vos tan desdichado.
SÓlo es servir, servir sin ser premiado;
Cerca estÁ de grosero el venturoso; 20
Seguir el bien Á todos es forzoso,
Yo solo sigo el bien sin ser forzado.
No he menester ventura por amaros;
Amo de vos lo que de vos entiendo,
No lo que espero, porque nada espero. 25
145
LlÉvame el conoceros Á adoraros;
Servir mas por servir sÓlo pretendo,
De vos no quiero mÁs que lo que os quiero.

EPIGRAMAS

I
Al marquÉs de Malpica
Cuando el marquÉs de Malpica,
Caballero de la llave, 5
Con su silencio replica,
Dice todo cuanto sabe.

II
A don Juan de EspaÑa
Jura EspaÑa por su vida
Que nunca cenÓ en su casa,
Y que sin cenar se pasa 10
Cuando nadie le convida.

III
Epitafio de don Rodrigo CalderÓn
AquÍ yace CalderÓn.
Pasajero, el paso ten;
Que en hurtar y morir bien
Se parece al buen ladrÓn. 15

Vicente Espinel

(† 1634?)

REDONDILLAS

Pedir celos no es cordura
En el que de veras ama,
Porque es despertar la dama
De lo que estaba segura.
146
Los celos es un tormento,
Que nace de puro amor,
Y asÍ nos fuera el temor
A tener celos del viento:
Mas pedirlos es locura 5
Aunque mas arda la llama,
Porque es despertar la dama
De lo que estaba segura.
Muchos celosos se quedan
Privados de sus placeres, 10
Porque siempre las mujeres
Se van tras lo que les vedan.
Mejor es darles anchura,
Que mirarÁn por su fama,
Y no despertar la dama 15
De lo que estaba segura.
MÁs vale por complacellas
Dejarlas Á su sabor
Que ellas miran por su honor
MÁs que nosotros por ellas. 20
Y la que es mÁs casta y pura
Cuando Á su galÁn mÁs ama,
Si con celos la disfama,
No la tendrÁ muy segura.

LETRILLA

Contentamientos pasados, 25
¿Que querÉis?
Dejadme, no me cansÉis!
Contentos cuya memoria
A cruel muerte condena,
Idos de mÍ enhorabuena, 30
Y pues que no me dais gloria,
No vengÁis Á darme pena.
147
Ya estÁn los tiempos trocados,
Mi bien llevÓselo el viento,
No me deis ya mÁs cuidados,
Que son para mÁs tormento
Contentamientos pasados. 5
No me os mostrÉis lisonjeros,
Que no habÉis de ser creÍdos,
Ni me amenacÉis con fieros
Porque el temor de perderos
Le perdiÓ en siendo perdidos, 10
Y si acaso pretendÉis
Cumplir vuestra voluntad
Con mi muerte, bien podrÉis
Matarme; y si no, mirad,
¿Que querÉis? 15
Si dar disgusto y desdÉn
Es vuestro propio caudal,
Sabed que he quedado tal
Que aun no me ha dejado el bien
De suerte que sienta el mal: 20
Mas con todo pues me habÉis
Dejado y estoy sin vos,
Paso! no me atormentÉis!
Contentos, idos con Dios,
Dejadme, no me cansÉis. 25

Lope FÉlix de Vega Carpio

(1562–1635)

CANCIÓN DE LA VIRGEN

Pues andÁis en las palmas,
Ángeles santos,
Que se duerme mi niÑo,
Tened los ramos.
148
Palmas de BelÉn
Que mueven airados
Los furiosos vientos,
Que suenan tanto,
No le hagÁis ruido, 5
Corred mÁs paso;
Que se duerme mi niÑo,
Tened los ramos.
El niÑo divino,
Que estÁ cansado 10
De llorar en la tierra,
Por su descanso
Sosegar quiere un poco
Del tierno llanto;
Que se duerme mi niÑo, 15
Tened los ramos.
Rigurosos hielos
Le estÁn cercando,
Ya veis que no tengo
Con que guardarlo: 20
Ángeles divinos,
Que vais volando,
Que se duerme mi niÑo,
Tened los ramos.

ROMANCE

A mis soledades voy, 25
De mis soledades vengo,
Porque para andar conmigo
Me bastan mis pensamientos.
No sÉ quÉ tiene la aldea
Donde vivo y donde muero, 30
Que con venir de mÍ mismo
No puedo venir mÁs lejos!
149
Ni estoy bien ni mal conmigo;
Mas dice mi entendimiento,
Que un hombre que todo es alma
EstÁ cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta, 5
Y solamente no entiendo
CÓmo se sufre Á sÍ mismo
Un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan,
FÁcilmente me defiendo; 10
Pero no puedo guardarme
De los peligros de un necio.
Él dirÁ que yo lo soy,
Pero con falso argumento;
Que humildad y necedad 15
No caben en un sujeto.
La diferencia conozco,
Porque en Él y en mÍ contemplo,
Su locura en su arrogancia,
Mi humildad en su desprecio. 20
Ó sabe naturaleza
MÁs que supo en otro tiempo,
Ó tantos que nacen sabios
Es porque lo dicen ellos.
SÓlo sÉ que no sÉ nada, 25
Dijo un filÓsofo, haciendo
La cuenta con su humildad,
Adonde lo mÁs es menos.
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
Oigo taÑer las campanas,
Y no me espanto, aunque puedo, 30
Que en lugar de tantas cruces
Haya tantos hombres muertos.
150
Mirando estoy los sepulcros
Cuyos mÁrmoles eternos
EstÁn diciendo sin lengua,
Que no lo fueron sus dueÑos.
Oh bien haya qui

(Advertencia Á EspaÑa, de que ansÍ como se ha hecho seÑora de muchos, ansÍ serÁ de tantos enemigos invidiada y perseguida, y necesita de continua prevenciÓn por esa causa.)

Un Godo, que una cueva en la montaÑa
GuardÓ, pudo cobrar las dos Castillas:
Del Betis y Genil las dos orillas,
Los heredores de tan gran hazaÑa. 25
165
A Navarra te diÓ justicia y maÑa,
Y un casamiento, en AragÓn, las sillas,
Con que Á Sicilia y NÁpoles humillas,
A quien MilÁn esplÉndida acompaÑa.
Muerte infeliz en Portugal arbola 5
Tus castillos. ColÓn pasÓ los Godos
Al ignorado cerco de esta bola.
Y es mÁs fÁcil oh EspaÑa! en muchos modos
Que lo que Á todos les quitaste sola,
Te puedan Á ti sola quitar todos. 10

El Bachiller de la Torre

(Date?)

CANCIÓN: LA TÓRTOLA

TÓrtola solitaria que llorando
Tu bien pasado y tu dolor presente,
Ensordeces la selva con gemidos:
Cuyo Ánimo doliente
Se mitiga penando 15
Bienes asegurados y perdidos:
Si inclinas los oÍdos
A las piadosas y dolientes quejas
De un espÍritu amargo,
(Breve consuelo de un dolor tan largo 20
Con quien, amarga soledad, me aquejas)
Yo con tu compaÑÍa
Y acaso Á ti te aliviarÁ la mÍa.
La rigurosa mano que me aparta
Como Á ti de tu bien, Á mÍ del mÍo, 25
Cargada va de triunfos y victorias:
SÁbelo el monte y rÍo,
Que estÁ cansada y harta
De marchitar en flor mis dulces glorias:
166
Y si eran transitorias,
AcabÁralas golpe de fortuna:
No viera yo cubierto
De turbias nubes cielo que vÍ abierto
En la fuerza mayor de mi fortuna: 5
Que acabado con ellas
Acabaran mis llantos y querellas.
Parece que me escuchas, y parece
Que te cuento tu mal, que roncamente
Lloras tu compaÑÍa desdichada: 10
El Ánimo doliente
Que el dolor apetece
Por un alivio de su suerte airada,
La mÁs apasionada
MÁs agradable le parece, en tanto 15
Que el alma dolorosa,
Llorando tu desdicha rigurosa,
BaÑa los ojos con eterno llanto;
Cuya pasiÓn afloja
La vida al cuerpo, al alma la congoja. 20
¿No regalaste con tus quejas tiernas,
Por solitarios y desiertos prados,
Hombres y fieras, cielos y elementos?
¿Lloraste tus cuidados
Con lÁgrimas eternas 25
Duras y encomendadas Á los vientos?
¿No son tus sentimientos
De tanta compasiÓn y tan dolientes,
Que enternecen los pechos
A rigurosas sinrazones hechos, 30
Que los haces crueles de clementes?
¿En quÉ ofendiste tanto,
Cuitada, que te sigue miedo y llanto?
Quien te ve por los montes solitarios
167
Mustia y enmudecida y elevada
De los casados Árboles huyendo,
Sola y desamparada
A los fieros contrarios,
Que le tienen en vida padeciendo, 5
SeÑal de agÜero horrendo
MostrarÍan tus ojos aÑublados
Con las cerradas nieblas
Que levantÓ la muerte, y las tinieblas
De tus bienes supremos y pasados: 10
Llora, cuitada, llora
Al venir de la noche y de la aurora!
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .

Francisco de Borja, Principe de Esquilache

(1581–1658)

CANCIÓN

Fuentecillas que reis,
Y con la arena jugÁis,
¿DÓnde vais? 15
Pues de las flores huis
Y los peÑascos buscÁis,
Si reposÁis
Donde con calma dormÍs,
¿Por quÉ corrÉis y os cansÁis? 20

CANCIÓN

Pajarillo que cantas
Cuando con tristes quejas
Al dispertar el dÍa te levantas,
Y enternecida dejas
168
La umbrosa selva que escuchÓ tu llanto,
Calla, no llores tanto:
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora.
Canta la noche frÍa 5
En las dormidas ramas,
De tu dolor funesta compaÑÍa;
Descansa, cuando llamas
Al sol hermoso que los campos viste,
Logra su ausencia triste; 10
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora.
En este verde soto
EscucharÁn tus males
Del mÁs vecino al sauce mÁs remoto, 15
Y el agua en sus umbrales
De verde yerba, de doradas flores,
PrenderÁn tus amores;
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora. 20
No quieras mÁs aliento
Que en tus tristes congojas
La piadosa atenciÓn del manso viento,
Y que duerman las hojas
Al dulce son de tus querellas graves, 25
Envidia de otras aves;
Que es agravio y desdicha del que llora
Sentir sus quejas y reir la aurora.

CANCIÓN

Si alegres y risueÑas
Corren las claras fuentes 30
Entre perlas lucientes,
169
A reir las enseÑas;
Y si corren aprisa,
Imitan mÁs la gracia de tu risa.
No rÍe la maÑana,
Que soÑolienta y frÍa 5
Sale Á hospedar el dÍa,
Vestida de oro y grana,
Si primera no rÍes,
Y dejas quÉ copiar en tus rubÍes.
TambiÉn quiere imitarle, 10
Cuando el sol reverbera,
La dulce primavera;
Y cuando Abril se parte,
Hace el primer ensayo
Al paso de tu risa el suave Mayo. 15
Pensaban, engaÑados,
Que las selvas reÍan
Los mismos que creÍan
La risa de los prados.
Todos, Silvia, mintieron; 20
Que sin verte reir, jamÁs rieron.
Los mÁs fieros tiranos,
Que menos se recatan,
No rÍen cuando matan;
Y aunque muere Á sus manos 25
Con piedad el aurora,
La dulce muerte de la noche llora.
Tu risa son enojos,
Porque matas riendo,
Y lloran (desmintiendo 30
A tu boca) mis ojos;
Y es lo que precian tanto,
Risa en tus labios, y en mis ojos llanto.
170

Francisco de Rioja

(† 1658?)

SILVA: Á LA ROSA

Pura, encendida rosa,
Émula de la llama
Que sale con el dÍa,
¿CÓmo naces tan llena de alegrÍa,
Si sabes que la edad que te da el cielo 5
Es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no valdrÁn las puntas de tu rama
Ni tu pÚrpura hermosa
A detener un punto
La ejecuciÓn del hado presurosa. 10
El mismo cerco alado,
Que estoy viendo riente,
Ya temo amortiguado,
Presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno 15
Te diÓ Amor de sus alas blandas plumas,
Y oro de su cabello diÓ Á tu frente.
Oh fiel imagen suya peregrina!
BaÑÓte en su color sangre divina
De la deidad que dieron las espumas; 20
Y esto, purpÚrea flor, y esto ¿no pudo
Hacer menos violento el rayo agudo?
RÓbate en una hora,
RÓbate licencioso su ardimiento
El color y el aliento; 25
Tiendes aun no las alas abrasadas,
Y ya vuelan al suelo desmayadas,
Tan cerca, tan unida
171
EstÁ al morir tu vida,
Que dudo si en sus lÁgrimas la aurora
Mustia tu nacimiento Ó muerte llora.

Á LA POBREZA

Desde el infausto dÍa
Que visitÉ con lÁgrimas primeras 5
Me tienes oh pobreza! compaÑÍa;
Aunque tan buena como dicen fueras,
Por ser tanto de mÍ comunicada,
Me vinieras Á ser menos preciada.
DirÉ tus males, sin que mucho ahonde 10
En ellos; que es muy raro
Lo que por glorias tuyas contar puedes.
Tal vez el que en su casa un monte asconde
De Numidia y de Paro
En aras y paredes, 15
Cuando entre el blando lino se rodea,
Puesto de los cuidados en el fuego,
Sin conocerte alaba tu sosiego,
Y nunca, aunque lo alaba, lo desea.
Llegas Á ser de alguno al fin loada; 20
Mas de ninguno apenas deseada.
Si eres tÚ de los males
El que nos trata con mayor crueza,
¿CÓmo podrÁ ninguno codiciarte?
DespuÉs que naciÓ el oro, 25
Y con Él la grandeza,
MuriÓ tu ser, murÍo tu igual decoro,
En otra edad divino;
SÍ, por eso, pobreza, en toda parte
Con enfermo color andas contino. 30
Con preciosos metales
172
Siempre veo levantado
Lo que tienes tÚ sola derribado.
¿QuÉ ciudad populosa
Se sabe que por ti se haya fundado?
¿QuÉ fuerza inexpugnable y espantosa 5
Por ti se ha fabricado?
El suave color, la hermosura,
SÓlo en tu ausencia con su lustre dura.
PÍntame la belleza
Mayor que imaginares, 10
Compuesta de jazmines y de grana,
Si con vestido tuyo la adornares,
Su lustre pierde y gracia soberana,
Pues cuando el agro invierno,
Hijo tuyo sin duda, 15
Que como tÚ tambiÉn, siempre desnudo,
Roba al bosque el verdor, y lo despoja,
Pobre por ti su frente,
Ni su sombra codicia ya la gente
Ni sus ramas las aves 20
Y si yo vanamente no discierno,
¿CuÁndo armarse pudieron vastas naves
Donde se viÓ tu sombra?
¿Cuando ejÉrcitos gruesos?
El nÚmero infinito de sucesos 25
Que por ti han avenido ¿Á quiÉn no asombra?
Hablen los nunca sepultados huesos
Que en las playas blanquean,
De tantos que por falta de sustento
Al mar rindieron el vital aliento. 30
¿CuÁntos has escondido
En los anchos desiertos
Para que al mal seguro caminante
Asalten encubiertos
173
Ó ¿en cuÁntas partes se verÁ teÑido
El campo con la sangre de los muertos?
No hay voz, aunque de hierro, que bastante
Sea Á decir los males que acarrean
Duras necesidades. 5
Los que pobres habitan las ciudades,
¿QuÉ afrenta no padecen?
Los que por sus ingenios merecieron,
Oh pobreza! por ti lo desmerecen.
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
¿QuÉ vale oh pobres! levantaros tanto? 10
Mirad que es necio error, necia costumbre
Soltar Á la soberbia asÍ la rienda;
Que yo apenas, humilde y sin contienda,
Puedo contar en paz algunas horas
De las que paso en el silencio obscuro, 15
Olvidado en pobreza y no seguro.

Á LA RIQUEZA

Oh mal seguro bien, oh cuidadosa
Riqueza, y cÓmo Á sombra de alegrÍa
Y de sosiego engaÑas!
El que vela en tu alcance y se desvÍa 20
Del pobre estado y la quietud dichosa,
Ocio y seguridad pretende en vano,
Pues tras el luengo errar de agua y montaÑas,
Cuando el metal precioso coja Á mano,
No ha de ver sin cuidado abrir el dÍa. 25
No sin causa los dioses te escondieron
En las entraÑas de la tierra dura;
Mas ¿quÉ hallÓ difÍcil y encubierto
La sedienta codicia?
174
TurbÓ la paz segura
Con que en la antigua selva florecieron
El abeto y el pino,
Y trÁjolos al puerto,
Y por campos de mar les diÓ camino. 5
AbriÓse el mar y abriÓse
Altamente la tierra,
Y saliste del centro al aire claro,
Hija de la avaricia,
A hacer Á los hombres cruda guerra. 10
Saliste tÚ, y perdiÓse
La piedad, que no habita en pecho avaro.
Tantos daÑos, riqueza,
Han venido contigo Á los mortales,
Que aun cuando nos pagamos Á la muerte, 15
No cesan nuestros males,
Pues el cadÁver que acompaÑa el oro
Ó el costoso vestido,
SÓlo por opulento es perseguido;
Y el Último descanso y el reposo 20
Que tuviera en pobreza le es negado,
Siendo de su sepulcro conmovido.
A cuÁntos armÓ el oro de crueza,
Y Á cuÁntos ha dejado
En el Último trance Ó dura suerte! 25
. . . . . . . . . .
Al menos animoso,
Para que te posea,
Das, riqueza, ardimiento licencioso.
Ninguno hay que se vea
Por ti tan abastado y poderoso, 30
Que carezca de miedo.
¿QuÉ cosa habrÁ de males tan cercada,
Pues ora pretendida, ora alcanzada,
175
Y aun estando en deseos,
Pena ocultan tus ciegos desvaneos?
Pero cÁnsome en vano, decir puedo;
Que si sombras de bien en ti se vieran,
Los inmortales dioses te tuvieran. 5

Pedro Soto de Rojas

(† 1660?)

CANCIÓN Á UN JILGUERO

Oh cuanto es Á la tuya parecida
Esta mi triste vida!
TÚ preso estÁs, yo preso;
TÚ cantas, y yo canto,
TÚ simple, yo sin seso, 10
Yo en eterna inquietud y tÚ travieso.
MÚsica das Á quien tu vuelo enfrena;
MÚsica doy, aunque Á compÁs de llanto,
A quien me tiene en Áspera cadena.
En lo que es diferente 15
Nuestro estado presente
Es en que tÚ, jilguero,
Vives cantando y yo cantando muero.

Esteban Manuel de Villegas

(1596–1669)

CANTILENA: DE UN PAJARILLO

Yo vÍ sobre un tomillo
Quejarse un pajarillo, 20
Viendo su nido amado,
De quien era caudillo,
176
De un labrador robado.
VÍle tan congojado
Por tal atrevimiento
Dar mil quejas al viento,
Para que al cielo santo 5
Lleve su tierno llanto,
Lleve su triste acento.
Ya con triste armonÍa,
Esforzando el intento,
Mil quejas repetÍa; 10
Ya cansado callaba,
Y al nuevo sentimiento
Ya sonoro volvÍa.
Ya circular volaba,
Ya rastrero corrÍa, 15
Ya pues de rama en rama
Al rÚstico seguÍa;
Y saltando en la grama,
Parece que decÍa:
«Dame, rÚstico fiero, 20
Mi dulce compaÑÍa;»
Y que le respondÍa
El rÚstico: «No quiero.»

CANTILENA: DEL AMOR Y LA ABEJA

Aquellos dos verdugos
De las flores y pechos, 25
El amor y la abeja,
A un rosal concurrieron.
Lleva armado el muchacho
De saetas el cuello,
Y la bestia su pico 30
De aguijones de hierro.
177
Ella va susurrando,
Caracoles haciendo,
Y Él criando mil risas
Y cantando mil versos;
Pero dieron venganza 5
Luego Á flores y pechos,
Ella muerta quedando
Y Él herido volviendo.

ODA: AL CÉFIRO

Dulce vecino de la verde selva,
HuÉsped eterno del Abril florido, 10
Vital aliento de la madre Venus,
CÉfiro blando,
Si de mis ansias el amor supiste,
TÚ, que las quejas de mi voz llevaste,
Oye, no temas, y Á mi ninfa dile, 15
Dile que muero.
Filis un tiempo mi dolor sabÍa,
Filis un tiempo mi dolor lloraba;
QuÍsome un tiempo, mas agora temo,
Temo sus iras. 20
AsÍ los dioses, con amor paterno,
AsÍ los cielos, con amor benigno,
Niegan al tiempo que feliz volares
Nieve Á la tierra.
JamÁs el peso de la nube parda, 25
Cuando amenace la elevada cumbre,
Toque tus hombros, ni su mal granizo
Hiera tus alas.
178

Salvador Jacinto Polo de Medina

(† 1670?)

FÁBULA BURLESCA DE APOLO Y DAFNE

Cantar de Apolo y Dafne los amores,
Sin mÁs ni mÁs, me vino al pensamiento.
Con licencio de ustedes, va de cuento.
Vaya de historia pues, y hablemos culto!
Pero cÓmo los versos dificulto! 5
CÓmo la vena mÍa se resiste!
QuÉ linda boberÍa!
Pues Á fe que si invoco mi TalÍa,
Que no le dÉ ventaja al mas pintado.
Ya con ella encontrÉ, mi Dios loado. 10
SeÑora doÑa Musa, mi seÑora,
SÓpleme usted muy bien ahora;
Que su favor invoco
Para hacer esta copla;
Y mire vuesarced cÓmo me sopla. 15
Érase una muchacha con mil sales,
Con una cara de Á cien mil reales,
Como asÍ me la quiero,
MÁs peinada y pulida que un barbero;
En esto que llamamos garabato 20
La gente de buen trato
TenÍa la mozuela gran donaire;
Pudiera ser poeta por el aire.
AquÍ es obligaciÓn, seÑora Musa,
Si ya lo que se usa no se excusa, 25
El pintar de la ninfa las facciones,
Y pienso comenzar por los talones,
Aunque parezca mal al que leyere;
Que yo puedo empezar por do quisiere.
179
Y aunque diga el lector de mi pintura
Que del tronco se sube hasta la altura;
Que Á nadie dÉ congojas
Que yo empiece la ninfa por las hojas,
Supuesto que son mÍos 5
Estos calientes versos Ó estos frÍos;
Que el poeta mas payo
De sus versos bien puede hacer un sayo.
Era el pie (yo le vÍ) de tal manera...
Vive Chipre, que miento; que no era! 10
Porque por lo sutil y recogido,
Nunca ha sido este pie visto ni oÍdo.
Era, en efecto, blanco y era breve...
Oh, quÉ linda ocasiÓn de decir nieve,
Si yo fuera poeta principiante! 15
Llevando nuestros cuentos adelante,
Y haciendo del villano,
Me pretendo pasar del pie Á la mano,
Cuyos hermosos dedos
(Esta vez los jazmines se estÉn quedos, 20
Y pongÁmosles fines,
EnmendÉmonos todos de jazmines,
Y el que asÍ no lo hiciere,
Y ser poeta del Abril quisiere,
ProbarÁ de las gentes los rigores; 25
A fÉ que allÁ se lo dirÁn de flores);
Era, en fin, de cristal belleza tanta...
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
Mas, al contrario, su boquilla es poca...
(Vamos con tiento en esto de la boca;
Que hay notables peligros carmesÍes, 30
Y podrÉ tropezar en los rubÍes,
EpÍtetos crueles);
QuÉ cosquillas me hacen los claveles!
180
Porque Á pedir de boca le venÍan;
Mas claveles no son los que solÍan,
Y en los labios de antaÑo
No hay claveles ogaÑo;
Pero, para deciros su alabanza, 5
Conceptillo mejor mi ingenio alcanza,
Y tanto, que con otro no se mide:
Es tan linda su boca, que no pide.
. . . . . . . . . .

Pedro CalderÓn de la Barca

(1600–1681)

CANTARCILLO

RuiseÑor que volando vas,
Cantando finezas, cantando favores, 10
Oh cuÁnta pena y envidia me das!
Pero no; que si hoy cantas amores,
TÚ tendrÁs celos y tÚ llorarÁs.
QuÉ alegre y desvanecido
Cantas, dulce ruiseÑor, 15
Las venturas de tu amor,
Olvidado de tu olvido!
En ti, de ti entretenido
Al ver cuÁn ufano estÁs,
Oh cuanta pena me das 20
Publicando tus favores!
Pero no, que si hoy cantas amores,
TÚ tendrÁs celos y tÚ llorarÁs.
181

DÉCIMA: Á LOPE DE VEGA CARPIO

Aunque la persecuciÓn
De la envidia tema el sabio,
No reciba della agravio;
Que es de serlo aprobaciÓn.
Los que mÁs presumen, son, 5
Lope, Á los que envidia das,
Y en su presunciÓn verÁs
Lo que tus glorias merecen;
Pues los que mÁs te engrandecen,
Son los que te envidian mÁs. 10

EL MÁGICO PRODIGIOSO

(Una voz)
¿CuÁl es la gloria mayor
Desta vida?

(Coro)
Amor, amor.

(Una voz)
No hay sujeto en que no imprima
El fuego de amor su llama,
Pues vive mÁs donde ama 15
El hombre, que donde anima.
Amor solamente estima
Cuanto tener vida sabe,
El tronco, la flor y el ave:
Luego es la gloria mayor 20
De esta vida...

(Coro)
Amor, amor.

(Justina)
Pesada imaginaciÓn,
Al parecer lisonjera,
182
¿CuÁndo te ha dado ocasiÓn
Para que desta manera
Aflijas mi corazÓn?
¿CuÁl es la causa, en rigor,
Deste fuego, deste ardor, 5
Que en mÍ por instantes crece?
¿QuÉ dolor el que padece
Mi sentido?

(Coro)
Amor, amor.

(Justina)
Aquel ruiseÑor amante
Es quien respuesta me da, 10
Enamorando constante
A su consorte, que estÁ
Un ramo mÁs adelante.
Calla, ruiseÑor; no aquÍ
Imaginar me hagas ya, 15
Por las quejas que te oÍ,
CÓmo un hombre sentirÁ,
Si siente un pÁjaro asÍ.
Mas no: una vid fuÉ lasciva,
Que buscando fugitiva 20
Va el tronco donde se enlace,
Siendo el verdor con que abrace
El peso con que derriba.
No asÍ con verdes abrazos
Me hagas pensar en quien amas, 25
Vid; que dudarÉ en tus lazos,
Si asÍ abrazan unas ramas,
CÓmo enraman unos brazos.
Y si no es la vid, serÁ
Aquel girasol, que estÁ 30
Viendo cara Á cara al sol,
183
Tras cuyo hermoso arrebol
Siempre moviÉndose va.
No sigas, no, tus enojos,
Flor, con marchitos despojos,
Que pensarÁn mis congojas, 5
Si asÍ lloran unas hojas,
CÓmo lloran unos ojos.
Cesa, amante ruiseÑor,
DesÚnete, vid frondosa,
PÁrate, inconstante flor, 10
Ó decid, ¿quÉ venenosa
Fuerza usÁis?

(Coro)
Amor, amor.

EL ALCALDE DE ZALAMEA (CONSEJO DE CRESPO Á SU HIJO)

25
Despedida de la cuerda,
De tal suerte le embistiÓ;
DetrÁs de la oreja izquierda
La aguda lanza le hiriÓ.
Brama la fiera burlada; 30
Segunda vez acomete,
De espuma y sudor baÑada;
Y segunda vez le mete
Sutil la punta acerada.
204
Pero ya Rodrigo espera
Con heroico atrevimiento,
El pueblo mudo y atento;
Se engalla el toro y altera,
Y finge acometimiento. 5
La arena escarba ofendido,
Sobre la espalda la arroja
Con el hueso retorcido;
El suelo huele y le moja
En ardiente resoplido. 10
La cola inquieto menea,
La diestra oreja mosquea,
Vase retirando atrÁs,
Para que la fuerza sea
Mayor, y el Ímpetu mÁs. 15
El que en esta ocasiÓn viera
De Zaida el rostro alterado
Claramente conociera
CuÁnto le cuesta cuidado
El que tanto riesgo espera. 20
MÁs ay! que le embiste horrendo
El animal espantoso.
JamÁs peÑasco tremendo
Del CÁucaso cavernoso
Se desgaja, estrago haciendo, 25
Ni llama asÍ fulminante,
Cruza en negra oscuridad,
Con relÁmpagos delante,
Al estrÉpito tonante
De sonora tempestad, 30
Como el bruto se abalanza
En terrible ligereza;
Mas rota con gran pujanza
205
La alta nuca, la fiereza
Y el Último aliento lanza.
La confusa vocerÍa
Que en tal instante se oyÓ
FuÉ tanta, que parecÍa 5
Que honda mina reventÓ,
Ó el monte y valle se hundÍa.
A caballo como estaba,
Rodrigo el lazo alcanzÓ
Con que el toro se adornaba: 10
En su lanza le clavÓ
Y Á los balcones llegaba.
Y alzÁndose en los estribos,
Le alarga Á Zaida, diciendo:
«Sultana, aunque bien entiendo 15
Ser favores excesivos,
Mi corto don admitiendo,
«Si no os dignÁredes ser
Con Él benigna, advertid
Que Á mÍ me basta saber 20
Que no le debo ofrecer
A otra persona en Madrid.»
Ella, el rostro placentero,
Dijo, y turbada: «seÑor,
Yo le admito y le venero, 25
Por conservar el favor
De tan gentil caballero.»
Y besando el rico don,
Para agradar al doncel
Le prende con aficiÓn 30
Al lado del corazÓn,
Por brinquiÑo y por joyel.
Pero Aliatar el caudillo
De envidia ardiendo se ve:
206
Y trÉmulo y amarillo,
Sobre un tremecÉn rosillo
LozaneÁndose fuÉ.
Y en ronca voz, «Castellano,»—
Le dice,—«con mÁs decoros 5
Suelo yo dar de mi mano,
Si no penachos de toros,
Las cabezas de Cristiano.
«Y si vinieras de guerra
Cual vienes de fiesta y gala, 10
Vieras que en toda la tierra,
Al valor que dentro encierra
Madrid, ninguno se iguala.»
«AsÍ,»—dijo el de Bivar,—
«Respondo,» y la lanza en ristre 15
Pone, y espera Á Aliatar;
Mas sin que nadie administre
Orden, tocaron Á armar.
Y fiero bando con gritos
Su muerte Ó prisiÓn pedÍa, 20
Cuando se oyÓ en los distritos
Del monte de Leganitos
Del Cid la trompeterÍa.
Entre la Moncloa y Soto
Tercio escogido emboscÓ, 25
Que viendo cÓmo tardÓ,
Se acercÓ, oyÓ el alboroto,
Y al muro se abalanzÓ.
Y si no vieran salir
Por la puerta Á su seÑor 30
Y Zaida Á le despedir,
Iban la fuerza Á embestir:
Tal era ya su furor.
El alcaide, recelando
207
Que en Madrid tenga partido,
Se templÓ, disimulando;
Y por el parque florido
SaliÓ con Él razonando.
Y es fama, que Á la bajada 5
JurÓ por la cruz el Cid
De su vencedora espada,
De no quitar la celada
Hasta que gane Á Madrid.

JosÉ de Cadalso

(1741–1782)

SOBRE SER LA POESÍA UN ESTUDIO FRÍVOLO

LlegÓse Á mÍ con el semblante adusto, 10
Con estirada ceja y cuello erguido
(Capaz de dar un peligroso susto
Al tierno pecho del rapaz Cupido),
Un animal de los que llaman sabios,
Y de este modo abriÓ sus secos labios: 15
«No cantes mÁs de amor. Desde este dÍa
Has de olvidar hasta su necio nombre;
AplÍcate Á la gran filosofÍa;
Sea tu libro el corazÓn del hombre.»
FuÉse, dejando mi alma sorprendida 20
De la llegada, arenga y despedida.
AdiÓs, Filis, adiÓs! No mÁs amores,
No mÁs requiebros, gustos y dulzuras,
No mÁs decirte halagos, darte flores,
No mÁs mezclar los celos con ternuras, 25
No mÁs cantar por monte, selva Ó prado
Tu dulce nombre al eco enamorado;
208
No mÁs llevarte flores escogidas,
Ni de mis palomitas los hijuelos,
Ni leche de mis vacas mÁs queridas,
Ni pedirte ni darte ya mÁs celos,
Ni mÁs jurarte mi constancia pura, 5
Por Venus, por mi fe, por tu hermosura.
No mÁs pedirte que tu blanca diestra
En mi sombrero ponga el fino lazo,
Que en sus colores tu firmeza muestra,
Que allÍ le colocÓ tu airoso brazo; 10
No mÁs entre los dos un albedrÍo;
Tuyo mi corazÓn, el tuyo mÍo.
FilÓsofo he de ser, y tÚ, que oÍste
Mis versos amorosos algÚn dÍa,
Oye sentencias con estilo triste 15
Ó lÚgubres acentos, Filis mÍa,
Y di si aquel que requebrarte sabe,
Sabe tambiÉn hablar en tono grave.

Gaspar Melchor de Jovellanos

(1744–1811)

CANTO GUERRERO (PARA LOS ASTURIANOS)

A las armas, valientes Astures,
EmpuÑadlas con nuevo vigor; 20
Que

(Cumple el autor la palabra que diÓ de escribir un soneto Á los ojos de Laura.)

¿Un soneto Á tus ojos, Laura mÍa? 25
¿No hay mÁs que hacer sonetos, y Á tus ojos?
—SerÁn los versos duros, serÁn flojos;
Pero Á Laura mi afecto los envÍa.
¿Con que, ha de ser soneto? Hay tal porfÍa!
228
—Ta! que por estos sÚbitos arrojos
Se ven tantos poetas en sonrojos,
Que lo quiero dejar para otro dÍa.
—Respondes, Laura, que no importa un pito
Que no sea el soneto muy discreto, 5
Como hable de tus ojos infinito.
—¿SÍ?—Pues luego escribirle te prometo,
AllÁ voy... ¿Para quÉ, si ya estÁ escrito,
Laura mÍa, Á tus ojos el soneto?

Leandro FernÁndez de MoratÍn

(1760–1828)

ODA: LOS DÍAS

No es completa desgracia, 10
Que por ser hoy mis dÍas,
He de verme sitiado
De incÓmodas visitas!
Cierra la puerta, mozo,
Que sube la vecina, 15
Su cuÑada y sus yernos
Por la escalera arriba.
Pero quÉ!... No la cierres;
Si es menester abrirla;
Si ya vienen chillando 20
DoÑa Tecla y sus hijas.
El coche que ha parado,
SegÚn lo que rechina,
Es el de don Venancio,
Famoso petardista! 25
Oh! ya estÁ aquÍ don Lucas
Haciendo cortesÍas,
229
Y don Mauro el abate,
Opositor Á mitras,
Don Genaro, don Zoilo,
Y doÑa Basilisa;
Con una lechigada 5
De niÑos y de niÑas.
QuÉ necios cumplimientos!
QuÉ frases repetidas!
Al monte de Torozos
Me fuera por no oirlas. 10
Ya todos se preparan
(Y no bastan las sillas)
A engullirme bizcochos,
Y dulces y bebidas.
. . . . . . . . . .
Demonios! Yo que paso 15
La solitaria vida,
En virginal ayuno
Abstinente eremita;
Yo, que del matrimonio
RenunciÉ las delicias, 20
Por no verme comido
De tales sabandijas,
¿He de sufrir ahora
Esta algazara y trisca?
Vamos, que mi paciencia 25
No ha de ser infinita.
VÁyanse enhoramala;
Salgan todos aprisa,
Recojan abanicos,
Sombreros y basquiÑas. 30
Gracias por el obsequio
Y la cordial visita,
230
Gracias; pero no vuelvan
JamÁs Á repetirla.
Y pues ya merendaron,
Que es Á lo que venÍan,
Si quieren baile, vayan 5
Al soto de la Villa.

Manuel MarÍa de Arjona

(1771–1820)

ESPAÑA RESTAURADA EN CÁDIZ

(Oda dedicada Á la memoria de Juan de Padilla)

Sal del sepulcro, deja tu mancilla,
RevÍstete de luz y de grandeza,
O sombra glorÏosa de Padilla,
Que grata EspaÑa Á venerar empieza, 10
La EspaÑa, que Á un patÍbulo afrentoso
(Gime, oh patria!) la vida viÓ entregada
Del ciudadano fiero y generoso
Por quien Castilla fuera reengendrada.
Vuela al cadalso el Águila insolente, 15
De su triunfo ufanÁndose inhumano,
Y la corona arranca de la frente
Del hÉroe mÁs ilustre castellano.
MuriÓ tu libertad, oh patria mÍa;
La Austria altiva te ciÑe las cadenas; 20
Vengad, cielos, vengad su tiranÍa;
Oh vencedor, tÚ Á muerte te condenas.
Tiembla, tirano; Á tu pesar, del cielo
Baja al suplicio la virtud llorosa,
Y al hÉroe moribundo rasga el velo 25
En que se encubre edad mÁs venturosa.
231
«Muere, le dice, con heroico aliento;
Tu sangre serÁ el fuego que algÚn dÍa
Llegando EspaÑa hasta el postrer momento,
La vuelva Á su primera valentÍa.
«¿No ves dÓ quiebra la ira poderosa 5
El AtlÁntico mar, una luz grata
Que crece poco Á poco, y victoriosa
Por los dos hemisferios se dilata?
«Ya las columnas de HÉrcules altares
Son de la libertad; allÍ la EspaÑa 10
Une, Á pesar de los inmensos mares,
Sus hijos, que gozosa en llanto baÑa;
«Y Á su seno estrechÁndolos piadosa,
Sus manos lleva Á la sagrada pira,
Que Á la de Mucio emula, y orgullosa 15
Odio eterno Á tiranos les inspira.
«¿JurÁis, les dice, libres y atrevidos
Lavar la mancha que imprimiÓ en mi frente
La austriaca tiranÍa, y sometidos
Nunca veros Á dÉspota insolente? 20
«¿JurÁis que Á ese tirano, cuyo imperio
Medrosos reinos con infamia humilla,
No sufrirÉis que en torpe cautiverio
Incline vuestra madre la rodilla?
«—Juramos,» claman: agitado el viento 25
Lleva en vuelo los gritos hasta el Sena;
Y del libre EspaÑol el noble intento
Del esclavo francÉs es mengua y pena.»
AsÍ gozoso el inmortal Padilla
MirÓ las glorias de su patria amada, 30
Al tiempo que la bÁrbara cuchilla
Sobre su cuello descendiera airada.
Mas de su espada, que aun gloriosa vive,
Ármate, EspaÑa, y al tirano aterra;
232
Y en tu naciente libertad recibe
Nuevo valor para tu honrosa guerra.
AsÍ Roma triunfÓ cuando su asiento
El JanÍculo daba al Rey de Etruria;
AsÍ cuando del galo fraudulento 5
Quiso con oro redimir la injuria.
Dada la gloria que Á Camilo sea
A ti ley sacrosanta, por ti EspaÑa
No otro laurel ni triunfo ya desea
Que eternizar en paz tan alta hazaÑa. 10
233

IV
POESÍAS DEL SIGLO XIX

235

Manuel JosÉ Quintana

(1772–1857)

ODA Á ESPAÑA, DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN DE MARZO

¿QuÉ era, decidme, la naciÓn que un dÍa
Reina del mundo proclamÓ el destino,
La que Á todas las zonas extendÍa
Su cetro de oro y su blasÓn divino?
VolÁbase Á occidente, 5
Y el vasto mar AtlÁntico sembrado
Se hallaba de su gloria y su fortuna.
Do quiera EspaÑa: en el preciado seno
De AmÉrica, en el Asia, en los confines
Del África, allÍ EspaÑa. El soberano 10
Vuelo de la atrevida fantasÍa
Para abarcarla se cansaba en vano;
La tierra sus mineros le rendÍa,
Sus perlas y coral el Oceano,
Y donde quier que revolver sus olas 15
Él intentase, Á quebrantar su furia
Siempre encontraba costas espaÑolas.
Ora en el cieno del oprobio hundida,
Abandonada Á la insolencia ajena,
Como esclava en mercado, ya aguardaba 20
La ruda argolla y la servil cadena.
QuÉ de plagas! oh Dios! Su aliento impuro,
La pestilente fiebre respirando,
236
InfestÓ el aire, emponzoÑÓ la vida;
La hambre enflaquecida
TendiÓ sus brazos lÍvidos, ahogando
Cuanto el contagio perdonÓ; tres veces
De Jano el templo abrimos, 5
Y Á la trompa de Marte aliento dimos;
Tres veces ay! los dioses tutelares
Su escudo nos negaron, y nos vimos
Rotos en tierra y rotos en los mares.
¿QuÉ en tanto tiempo viste 10
Por tus inmensos tÉrminos, oh Iberia?
¿QuÉ viste ya sino funesto luto,
Honda tristeza, sin igual miseria,
De tu vil servidumbre acerbo fruto?
AsÍ rota la vela, abierto el lado, 15
Pobre bajel Á naufragar camina,
De tormenta en tormenta despeÑado,
Por los yermos del mar; ya ni en su popa
Las guirnaldas se ven que antes le ornaban,
Ni en seÑal de esperanza y de contento 20
La flÁmula riendo al aire ondea.
CesÓ en su dulce canto el pasajero,
AhogÓ su vocerÍa
El ronco marinero,
Terror de muerte en torno le rodea, 25
Terror de muerte silencioso y frÍo;
Y Él va Á estrellarse al Áspero bajÍo.
Llega el momento, en fin; tiende su mano
El tirano del mundo al occidente,
Y fiero exclama: «El occidente es mÍo.» 30
BÁrbaro gozo en su ceÑuda frente
ResplandeciÓ, como en el seno oscuro
De nube tormentosa en el estÍo
RelÁmpago fugaz brilla un momento
237
Que aÑade horror con su fulgor sombrÍo.
Sus guerreros feroces
Con gritos de soberbia el viento llenan;
Gimen los yunques, los martillos suenan,
Arden las forjas. Oh vergÜenza! ¿Acaso 5
PensÁis que espadas son para el combate
Las que mueven sus manos codiciosas?
No en tanto os estimÉis: grillos, esposas,
Cadenas son que en vergonzosos lazos
Por siempre amarren tan inertes brazos. 10
EstremeciÓse EspaÑa
Del indigno rumor que cerca oÍa,
Y al grande impulso de su justa saÑa
RompiÓ el volcÁn que en su interior hervÍa.
Sus dÉspotas antiguos 15
Consternados y pÁlidos se esconden;
Resuena el eco de venganza en torno,
Y del Tajo las mÁrgenes responden:
«Venganza!» ¿DÓnde estÁn, sagrado rÍo,
Los colosos de oprobio y de vergÜenza 20
Que nuestro bien en su insolencia ahogaban?
Su gloria fuÉ, nuestro esplendor comienza;
Y tÚ, orgulloso y fiero,
Viendo que aun hay Castilla y castellanos,
Precipitas al mar tus rubias ondas, 25
Diciendo: «Ya acabaron los tiranos.»
Oh triunfo! Oh gloria! Oh celestial momento!
¿Con que puede ya dar el labio mÍo
El nombre augusto de la patria al viento?
Yo le darÉ; mas no en el arpa de oro 30
Que mi cantar sonoro
AcompaÑÓ hasta aquÍ; no aprisionado
En estrecho recinto, en que se apoca
El numen en el pecho
238
Y el aliento fatÍdico en la boca.
Desenterrad la lira de Tirteo,
Y el aire abierto Á la radiante lumbre
Del sol; en la alta cumbre
Del riscoso y pinÍfero FuenfrÍa, 5
AllÍ volarÉ yo, y allÍ cantando
Con voz que atruene en rededor la sierra,
LanzarÉ por los campos castellanos
Los ecos de la gloria y de la guerra.
Guerra, nombre tremendo, ahora sublime, 10
Único asilo y sacrosancto escudo
Al Ímpetu saÑudo
Del fiero Atila que Á occidente oprime!
Guerra, guerra, espaÑoles! En el Betis
Ved del Tercer Fernando alzarse airada 15
La augusta sombra; su divina frente
Mostrar Gonzalo en la imperial Granada;
Blandir el Cid su centelleante espada,
Y allÁ sobre los altos Pirineos,
Del hijo de Jimena 20
Animarse los miembros giganteos.
En torbo ceÑo y desdeÑosa pena
Ved cÓmo cruzan por los aires vanos;
Y el valor exhalando que se encierra
Dentro del hueco de sus tumbas frÍas, 25
En fiera y ronca voz pronuncian: «Guerra!
Pues quÉ! ¿Con faz serena
Vierais los campos devastar opimos,
Eterno objeto de ambiciÓn ajena,
Herencia inmensa que afanando os dimos? 30
Despertad, raza de hÉroes: el momento
LlegÓ ya de arrojarse Á la victoria;
Que vuestro nombre eclipse nuestro nombre,
Que vuestra gloria humille nuestra gloria.
239
No ha sido en el gran dÍa
El altar de la patria alzado en vano
Por vuestra mano fuerte.
Juradlo, ella os lo manda: Antes la muerte
Que consentir jamÁs ningÚn tirano!» 5
SÍ, yo lo juro, venerables sombras;
Yo lo juro tambiÉn, y en este instante
Ya me siento mayor. Dadme una lanza,
CeÑidme el casco fiero y refulgente;
Volemos al combate, Á la venganza; 10
Y el que niegue su pecho Á la esperanza,
Hunda en el polvo la cobarde frente.
Tal vez el gran torrente
De la devastaciÓn en su carrera
Me llevarÁ. ¿QuÉ importa? ¿Por ventura 15
No se muere una vez? ¿No irÉ, espirando,
A encontrar nuestros Ínclitos mayores?
«Salud, oh padres de la patria mÍa,
Yo les dirÉ, salud! La heroica EspaÑa
De entre el estrago universal y horrores 20
Levanta la cabeza ensangrentada,
Y vencedora de su mal destino,
Vuelve Á dar Á la tierra amedrentada
Su cetro de oro y su blasÓn divino.»

ODA Á GUZMÁN EL BUENO

Ya con lira sonora 25
Himnos dÍ Á la beldad, hija del cielo,
Y Á amor cantÉ que sin cesar la adora;
MÁs ¿cÓmo al fin mi generoso anhelo
PodrÁ exaltarse de la hermosa fama
Hasta el templo inmortal? Ella me llama, 30
Y ya en mi pecho hierve
240
El canto de loor, sin que mis ojos
En esta sirte miserable vean
El grande objeto que ensalzar desean.
¿Cantara yo las haces espaÑolas
En Pirene temblando al eco horrendo 5
Con que Mavorte en rededor rugÍa?
¿O Á las naves britÁnicas huyendo
Nuestra mÍsera escuadra entre las olas,
Amedrentadas ya con su osadÍa?
No, EspaÑa, patria mÍa; 10
No son eternas, no, las torpes huellas
Que de tu noble frente
EmpaÑan el honor; tÚ en otros dÍas,
Con victorioso patriotismo bellos,
De gloria ornada y esplendor te vÍas. 15
Ah! ¿por quÉ yo infeliz no nacÍ en ellos?
Entonces los Alfonsos esforzados,
El hijo de Jimena y gran Rodrigo,
Rayos horribles de la gente mora,
Con sus nervudos brazos no cansados 20
DesolaciÓn del bÁrbaro enemigo
Eran siempre en la lid espantadora.
¿QuiÉn diera Á mi deseo
Tantos lauros contar? Cada llanura
FuÉ campo de batalla, 25
Cada colina vencedor trofeo;
Los sitios mismos que el baldÓn miraron,
Miraron la venganza, y las afrentas
En torrentes de sangre se lavaron.
«Venid, venid, el Árabe decÍa, 30
Volad, hijos de Agar; ya los esclavos
El yugo intentan sacudir que un dÍa
En su arrollado cuello
Vuestro valor indÓmito cargara.
241
¿Lo sufrirÉis? Las naves aprestemos,
Y el ancho valladar con que el destino
La Europa y Libia dividiÓ salvemos.
Venid, venid; que nuestra fiera saÑa
Estremecida EspaÑa 5
Sientra otra vez; acometed, y abiertas
De Calpe y de Tarifa os son las puertas.»
Mas no las puertas de Tarifa entonces
Al pÉrfido JuliÁn obedecÍan;
El valor y el honor las defendÍan; 10
El honor y el valor que siempre fueron
Escudo impenetrable el mÁs seguro.
¿QuÉ sin ellos valer el alto muro
Ni el grueso torreÓn jamÁs pudieron?
El hombre es solo quien guarnece al hombre. 15
Oh pueblo numantino!
Oh sagrada ciudad de alto renombre!
¿QuiÉn sino tu constancia te ceÑÍa
Cuando las olas del poder romano
Sobre ti vanamente se estrellaban, 20
Y sus feroces Águilas temblaban?
Tal GuzmÁn impertÉrrito defiende
La fortaleza en donde
Quebrada el Moro su pujanza vÍa;
Que ataca en vano, y de furor se enciende, 25
Y truena, al fin, con la espantable saÑa
De nube que se rompe
Con estruendo fragoso en la montaÑa.
«¿AsÍ serÁ que la esperanza mÍa
Un hombre solo Á contrastar se atreva? 30
Oye, GuzmÁn: las leyes del destino
Esta prenda infeliz de tus amores
A mi venganza dieron:
Hijo es tuyo, ¿le ves? Si en el momento
242
Ante mis pies no allanas
La firme valla del soberbio fuerte,
TÚ, que le diste el ser, tÚ le das muerte.»
AsÍ la iniquidad habla Á la tierra,
Cuando, de orgullo y de poder henchida, 5
Mueve Á los hombres espantosa guerra.
Oh! no temblÉis! MagnÁnimo Á su encuentro
La virtud generosa se levanta,
Y sus soberbios Ímpetus quebranta.
Ella elevÓ Á GuzmÁn; de ella inspirado, 10
«ConÓceme, tirano, respondÍa;
Y si es que espada en tu cobarde mano
Falta Á la atrocidad, ahÍ va la mÍa;
Que yo consagro mi inocente hijo
Sobre las aras de mi patria amada.» 15
Esto sereno dijo,
Y arroja al campo la fulmÍnea espada.
Y estremÉcese el campo, y da un gemido
Al vacilar la vÍctima, do esconde
Su punta aguda el inclemente acero. 20
Calpe con gritos de dolor responde
Al grito universal, y del guerrero
TambiÉn la faz valiente
Brotando riega involuntario el llanto.
Ah! tÚ padre de EspaÑa eres primero; 25
Mira cuÁl ella la segura frente
Alza y su numen tutelar te aclama;
Mira Á tu gloria despertar la fama,
Que, sus doradas alas desplegando
Y sonando la trompa refulgente, 30
Los grandes ecos de tu nombre envÍa
Del norte al mediodÍa,
Del templo de la aurora al occidente.
Y esta soberbia aclamaciÓn oyendo,
243
De horror y espanto el Berberisco herido,
Huye al mar confundido,
Entre sollozos trÉmulos diciendo:
«Huyamos ay! Á nuestra ardiente arena.
¿CÓmo arrancar la tÍmida paloma 5
PodrÁ su presa al Águila valiente
Del aire vago en la regiÓn serena?
QuiÉbrase el cetro Á la africana gente,
Su trono se hunde, y la cruel venganza
Del Godo vencedor, estrago y ruina 10
Contra el ceÑo de África fulmina.»
AsÍ temblando el MusulmÁn huÍa
Del EspaÑol guerrero,
Que sobre Él centellando revolvÍa.
Bien como cuando su valor primero, 15
Sorprendido, el leÓn pierde, y se amansa,
Y en sÍ el oprobio de servir consiente.
¿CÓmo Á tan vergonzoso vituperio
La generosa frente
Pudo ya doblegar? ¿Do fue el espanto 20
Que dio Á la selva atÓnita su imperio?
¿NaciÓ quizÁ para vivir esclavo?
No, que llega su vez, y ardiendo en ira,
Rompe, y se libra, y con feroz semblante
Del vil ultraje Á la venganza aspira, 25
BaÑando en sangre las atroces manos;
Y ruge, y amedrenta Á sus tiranos.
244

Juan Nicasio Gallego

s de enojo ciego. 20
Y aunque en su interior se goza
Con el proceder violento
Del conde de Benavente,
De altas esperanzas lleno
Por tener tales vasallos, 25
De noble lealtad modelos,
Y con los que el ancho mundo
Goza Á sus glorias estrecho;
Mucho al de BorbÓn le debe,
Y es fuerza satisfacerlo, 30
Le ofrece para calmarlo
Un desagravio completo;
Y, llamando Á un gentilhombre,
Con el semblante severo
262
Manda que el de Benavente
Venga Á su presencia presto.

III
Sostenido por sus pajes
Desciende de la litera
El Conde de Benavente 5
Del alcÁzar Á la puerta.
Era un viejo respetable,
Cuerpo enjuto, cara seca,
Con dos ojos como chispas,
Cargados de largas cejas; 10
Y con semblante muy noble,
Mas de gravedad tan seria,
Que veneraciÓn de lejos
Y miedo causa de cerca.
. . . . . . . . . .
Con paso tardo, aunque firme, 15
Sube por las escaleras,
Y al verle, las alabardas
Un golpe dan en la tierra:
Golpe de honor y de aviso
De que en el alcÁzar entra 20
Un grande, Á quien se le debe
Todo honor y reverencia.
Al llegar Á la antesala,
Los pajes que estÁn en ella
Con respeto le saludan 25
Abriendo las anchas puertas.
Con grave paso entra el Conde,
Sin que otro aviso preceda,
Salones atravesando,
Hasta la cÁmara regia. 30
Pensativo estÁ el Monarca
Discurriendo cÓmo pueda
263
Componer aquel disturbio
Sin hacer Á nadie ofensa.
Mucho al BorbÓn le debe
AÚn mucho mÁs de Él espera,
Y al de Benavente mucho 5
Considerar le interesa.
DilaciÓn no admite el caso,
No hay quien dar consejo pueda,
Y Villalar y PavÍa
A un tiempo se le recuerdan. 10
En el sillÓn asentado,
Y el codo sobre la mesa,
Al personaje recibe,
Que comedido se acerca.
Grave el Conde lo saluda 15
Con una rodilla en tierra,
Mas, como grande del reino,
Sin descubrir la cabeza.
El Emperador, benigno,
Que alce del suelo le ordena, 20
Y la plÁtica difÍcil
Con sagacidad empieza.
Y entre sereno y afable
Al cabo le manifiesta,
Que es el que Á BorbÓn aloje 25
Voluntad suya resuelta.
Con respeto muy profundo,
Pero con la voz entera,
RespÓndele Benavente
Destocando la cabeza: 30
«Soy, seÑor, vuestro vasallo,
Vos sois mi rey en la tierra;
A vos ordenar os cumple
De mi vida y de mi hacienda.
264
«Vuestro soy, vuestra mi casa,
De mÍ disponed y de ella,
Pero no toquÉis mi honra
Y respetad mi conciencia.
«Mi casa BorbÓn ocupe 5
Puesto que es voluntad vuestra,
Contamine sus paredes,
Sus blasones envilezca;
«Que Á mÍ me sobra en Toledo,
Donde vivir, sin que tenga 10
Que rozarme con traidores
Cuyo solo aliento infesta.
«Y en cuanto Él deje mi casa
Antes de tornar yo Á ella,
PurificarÉ con fuego 15
Sus paredes y sus puertas.»
Dijo el Conde, la real mano
BesÓ, cubriÓ su cabeza,
Y retirÓse bajando
A do estaba su litera. 20
Y Á casa de un su pariente
mandÓ que lo condujeran,
Abandonando la suya
Con cuanto dentro se encierra.
QuedÓ absorto Carlos Quinto 25
De ver tan noble firmeza,
Estimando la de EspaÑa
MÁs que la imperial diadema.

IV
Muy pocos dÍas el Duque
Hizo mansiÓn en Toledo, 30
Del noble Conde ocupando
Los honrados aposentos.
265
Y la noche en que el palacio
DejÓ vacÍo, partiendo
Con su sÉquito y sus pajes
Orgulloso y satisfecho,
TurbÓ la apacible luna 5
Un vapor blanco y espeso,
Que de las altas techumbres
Se iba elevando y creciendo.
A poco rato tornÓse
En humo confuso y denso, 10
Que en nubarrones oscuros
Ofuscaba el claro cielo;
DespuÉs en ardientes chispas,
Y en un resplandor horrendo
Que iluminaba las calles 15
Dando en el Tajo reflejos,
Y al fin su furor mostrando
En embravecido incendio
Que devoraba altas torres
Y derrumbaba altos techos. 20
Resonaron las campanas,
ConmoviÓse todo el pueblo,
De Benavente el palacio
Presa de las llamas viendo.
El Emperador, confuso, 25
Corre Á procurar remedio,
En atajar tanto daÑo
Mostrando tenaz empeÑo.
En vano todo; tragÓse
Tantas riquezas el fuego, 30
A la lealtad castellana
Levantando un monumento.
Aun hoy unos viejos muros
266
Del humo y las llamas negros,
Recuerdan la acciÓn tan grande
En la famosa Toledo.

AL FARO DEL PUERTO DE MALTA

Envuelve al mundo extenso triste noche,
Ronco huracÁn y borrascosas nubes 5
Confunden y tinieblas impalpables
El cielo, el mar, la tierra;
Y tÚ invisible te alzas, en tu frente
Ostentando de fuego una corona,
Cual rey del caos, que refleja y arde 10
Con luz de paz y vida.
En vano ronco el mar alza sus montes,
Y revienta Á tus pies, do rebramante,
Creciendo en blanca espuma, esconde y borra
El abrigo del puerto: 15
TÚ con lengua de fuego aquÍ estÁ dices,
Sin voz hablando al tÍmido piloto,
Que como Á numen bienhechor te adora,
Y en ti los ojos clava.
Tiende apacible noche el manto rico, 20
Que cÉfiro amor mnia el velo odioso, 15
Y arrancad este sello ignominioso
Con que el mundo manchar quiere mi frente!
Rey de los reyes! Dios de mis abuelos!
Vos solo sois mi defensor, Dios mÍo!
Todo lo puede quien al mar sombrÍo 20
Olas y peces diÓ, luz Á los cielos,
Fuego al sol, giro al aire, al Norte hielos,
Vida Á las plantas, movimiento al rÍo.
Todo lo podÉis Vos, todo fenece
Ó se reanima Á vuestra voz sagrada; 25
Fuera de Vos, SeÑor, el todo es nada
294
Que en la insondable eternidad perece;
Y aun esa misma nada Os obedece,
Pues de ella fuÉ la humanidad creada.
Yo no Os puedo engaÑar, Dios de clemencia;
Y pues vuestra eternal sabidurÍa 5
Ve al travÉs de mi cuerpo el alma mÍa
Cual del aire Á la clara transparencia,
Estorbad que, humillada la inocencia,
Bata sus palmas la calumnia impÍa.
Estorbadlo, SeÑor, por la preciosa 10
Sangre vertida, que la culpa sella
Del pecado de AdÁn, Ó por aquella
Madre cÁndida, dulce y amorosa,
Cuando envuelta en pesar, mustia y llorosa,
SiguiÓ tu muerte como heliaca estrella. 15
Mas si cuadra Á tu suma omnipotencia
Que yo perezca cual malvado impÍo,
Y que los hombres mi cadÁver frÍo
Ultrajen con maligna complacencia,
Suene tu voz y acabe mi existencia, 20
CÚmplase en mÍ tu voluntad, Dios mÍo!

Carolina Coronado

(B. 1823)

EL AMOR DE LOS AMORES

¿CÓmo te llamarÉ para que entiendas
Que me dirijo Á ti, dulce amor mÍo!
Cuando lleguen al mundo las ofrendas
Que desde oculta soledad te envÍo? 25
A ti, sin nombre para mÍ en la tierra,
¿CÓmo te llamarÉ con aquel nombre
295
Tan claro que no pueda ningÚn hombre
Confundirlo al cruzar por esta sierra?
¿CÓmo sabrÁs que enamorado vivo
Siempre de ti, que me lamento sola
Del GÉvora que pasa fugitivo 5
Mirando relucir ola tras ola?
AquÍ estoy aguardando en una peÑa
A que venga el que adora el alma mÍa;
¿Por quÉ no ha de venir, si es tan risueÑa
La gruta que formÉ por si venÍa. 10
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
Pero te llamo yo, dulce amor mÍo,
Como si fueras tÚ mortal viviente!
Cuando sÓlo eres luz, eres ambiente,
Eres aroma, eres vapor del rÍo.
Eres la sombra de la nube errante, 15
Eres el son del Árbol que se mueve;
Y aunque Á adorarte el corazÓn se atreve,
TÚ sÓlo en la ilusiÓn eres mi amante.
Mi amor, el tierno amor por el que lloro,
Eres tan sÓlo tÚ, SeÑor, Dios mÍo; 20
Si te busco y te llamo, es desvarÍo
De lo mucho que sufro y que te adoro.
Yo nunca te verÉ, porque no tienes
Ser humano, ni forma, ni presencia;
Yo siempre te amarÉ, porque en esencia 25
Al alma mÍa como amante vienes.
Nunca en tu frente sellarÁ mi boca
El beso que al ambiente le regalo;
Siempre el suspiro que Á tu amor exhalo
VendrÁ Á quebrarse en la insensible roca. 30
Pero cansada de penar la vida,
Cuando se apague el fuego del sentido,
296
Por el amor tan puro que he tenido
TÚ me darÁs la gloria prometida.
Y entonces, al ceÑir la eterna palma
Que ciÑen tus esposas en el cielo,
El beso celestial que darte anhelo 5
Llena de gloria te darÁ mi alma.

Gertrudis GÓmez de Avellaneda

(1816–1873)

Á WASHINGTON

No en lo pasado Á tu virtud modelo,
Ni copia al porvenir darÁ la historia,
Ni otra igual en grandeza Á tu memoria
DifundirÁn los siglos en su vuelo. 10
MirÓ la Europa ensangrentar su suelo
Al genio de la guerra y la victoria,
Pero le cupo Á AmÉrica la gloria
De que al genio del bien le diera el cielo.
Que audaz conquistador goce en su ciencia, 15
Mientras al mundo en pÁramo convierte
Y se envanezca cuando Á siervos mande;
Mas los pueblos sabrÁn en su conciencia
Que el que los rige libres sÓlo es fuerte;
Que el que los hace grandes sÓlo es grande. 20

Á UN RUISEÑOR

Cesa, cesa,
Vate alado!
Que ha sonado
Ya el reloj
La hora grave 25
Que da al sueÑo
Su beleÑo
Bienhechor.
297
Pues la noche
Nos circunda
De profunda
Dulce paz,
De la mente 5
Deja el fuego
Con sosiego
Reposar.

Ni ¿quÉ aguardas
De este ambiente, 10
Oh hijo ardiente
De la luz!
TÚ, que mides
Con tus vuelos
De los cielos 15
El azul?

¿QuÉ pretendes
Con tu canto,
Si su encanto
Sin igual 20
Las tinieblas
No comprenden,
Ni suspenden
Tu afanar?

Ay! ¿quiÉn sabe 25
Si emboscado
Despiadado
Cazador
Lazo indigno
Te prepara, 30
Junto al ara
De tu amor?

De asechanzas
Protectoras
Tales horas 35
Suelen ser,
Y ese canto
Te delata
En la ingrata
Lobreguez. 40

Deja, deja
De horror lleno,
Nuestro cieno
Mundanal,
Por las cumbres 45
Donde aspiras
Y respiras
Libertad.

Cuando Á vastos
Horizontes 50
Te remontes
Triunfador,
Tu sublime
PoesÍa
Dale al dÍa, 55
Dale al sol;

Pero cese,
Cese ahora

(TraducciÓn libre de Victor Hugo)

Dice la Tumba Á la Rosa:
—¿QuÉ haces tÚ, preciada flor,
Del llanto que el alba hermosa
Vierte en tu cÁliz de amor?—
Y la Rosa le responde: 5
—¿QuÉ haces, di, Tumba sombrÍa,
De lo que tu seno esconde
Y devora cada dÍa?
Yo perfumes doy al suelo
Con el llanto matinal. 10
—Y yo un alma mando al cielo,
De cada cuerpo mortal!

Á LA MUERTE DE ESPRONCEDA

. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
Ved! Cual la escarcha frÍa
Por siempre yace la inspirada frente,
Que de Byron el lauro refulgente 15
Recibir merecÍa.
¿CÓmo calla la voz cuya armonÍa
El Ángel de los cantos envidiara?
¿QuÉ se hizo la luz clara,
Reveladora de alta inteligencia, 20
Que fulguraba en sus brillantes ojos?
¿SerÁ eterna la ausencia
De la vida, gran Dios! y esos despojos
—Que va Á tragarse el sempiterno olvido—
Se llevarÁn al pensamiento helado, 25
Como un astro apagado
Por espacios incÓgnitos perdido?
299
Blasfemia horrible!... loco pensamiento!
JamÁs mi mente Á tu ilusiÓn sucumba!
¿La nada invocarÉ con torpe acento
Del genio ante la tumba?
¿QuiÉn la bondad suprema 5
PodrÁ ultrajar con tan odiosa duda?
¿QuiÉn su justicia dejarÁ en problema
Ante el estrago de la muerte muda?
A ti—que viertes en el triste lecho
Del humano que espira 10
BÁlsamo dulce de consuelo y calma—
Oh esperanza final! Á ti saluda
Con rudos sones mi enlutada lira;
A ti se acoge en su dolor el alma.

RindiÓse el cuerpo deleznable al peso 15
Del espÍritu inmenso que oprimÍa,
Y ya el ilustre preso,
Que rota deja la coyunda impÍa,
Con libre vuelo sube
Al foco de la eterna Inteligencia, 20
Donde su centro y su reposo obtiene.
Tal de las flores la exquisita esencia
Se alza y se extiende en invisible nube,
Cuando rompe el cristal que la contiene.
Ay de aquel genio las fulgentes alas 25
Se lastimaban con el roce duro
De la materia frÁgil y grosera,
Que lo encerraba, cual estrecho muro.
Asaz sufriste oh mÍsero! no era
La tierra tu morada. La profunda 30
Sed de goces y amor, que desdeÑaba
Mezquinas fuentes de la tierra inmunda;
El inmenso vacÍo
300
Del insondable corazÓn; el tedio,
Que con su diente inexorable y frÍo
Te envenenaba heridas sin remedio.
Todo Á su fin llegÓ! todo ha cesado!
. . . . . . . . . .

Adelardo LÓpez de Ayala

(1828–1879)

PLEGARIA

Dame, SeÑor, la firme voluntad, 5
CompaÑera y sostÉn de la virtud;
La que sabe en el golfo hallar quietud
Y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesÓn la veleidad
Y el ocio en perenal solicitud, 10
Y las Ásperas fiebres en salud,
Y los torpes engaÑos en verdad!
Y asÍ conseguirÁ mi corazÓn
Que los favores que Á tu amor debÍ,
Te ofrezcan algÚn fruto en galardÓn... 15
Y aun tÚ, SeÑor, conseguirÁs asÍ
Que no llegue Á romper mi confusiÓn
La imagen tuya que pusiste en mÍ.

JosÉ Selgas y Carrasco

(1824–1882)

LA MODESTIA

Por las flores proclamado
Rey de una hermosa pradera, 20
Un clavel afortunado
DiÓ principio Á su reinado
Al nacer la primavera.
301
Con majestad soberana
Llevaba y con noble brÍo
El regio manto de grana,
Y sobre la frente ufana
La corona de rocÍo. 5
Su comitiva de honor
Mandaba, por ser costumbre,
El cÉfiro volador,
Y habÍa en su servidumbre
Yerbas y malvas de olor. 10
Su voluntad poderosa,
Porque tambiÉn era uso,
Quiso una flor para esposa;
Y regiamente dispuso
Elegir la mÁs hermosa. 15
Como era costumbre y ley,
Y porque causa delicia
En la numerosa grey,
Pronto corriÓ la noticia
Por los estados del rey. 20
Y en revuelta actividad
Cada flor abre el arcano
De su fecunda beldad,
Por prender la voluntad
Del hermoso soberano. 25
Y hasta las menos apuestas
Engalanarse se vÍan
Con harta envidia, dispuestas
A ver las solemnes fiestas
Que celebrarse debÍan. 30
Lujosa la Corte brilla:
El rey, admirado, duda,
Cuando ocultarse sencilla
302
ViÓ una tierna florecilla
Entre la yerba menuda.
Y por si el regio esplendor
De su corona le inquieta,
PregÚntale con amor: 5
—«¿CÓmo te llamas?»—«Violeta,»
Dijo temblando la flor.
—«¿Y te ocultas cuidadosa
Y no luces tus colores,
Violeta dulce y medrosa, 10
Hoy que entre todas las flores
Va el rey Á elegir esposa?»
Siempre temblando la flor,
Aunque llena de placer,
SuspirÓ y dijo:—«SeÑor, 15
Yo no puede merecer
Tan distinguido favor.»
El rey, suspenso, la mira
Y se inclina dulcemente;
Tanta modestia le admira; 20
Su blanda esencia respira,
Y dice alzando la frente:
«Me depara mi ventura
Esposa noble y apuesta;
Sepa, si alguno murmura, 25
Que la mejor hermosura
Es la hermosura modesta.»
Dijo, y el aura afanosa
PublicÓ en forma de ley,
Con voz dulce y melodiosa, 30
Que la violeta es la esposa
Elegida por el rey.
303
Hubo magnÍficas fiestas,
Ambos esposos se dieron
Pruebas de amor manifiestas,
Y en aquel reinado fueron
Todas las flores modestas. 5

Gustavo Adolfo BÉcquer

(ImitaciÓn de Victor Hugo)

Va Á rezar, hija mÍa. Ya es la hora
De la conciencia y del pensar profundo.
CesÓ el trabajo afanador, y al mundo
La sombra va Á colgar su pabellÓn.
Sacude el polvo el Árbol del camino 20
Al soplo de la noche, y en el suelto
Manto de la sutil neblina envuelto
Se ve temblar el viejo torreÓn.
Mira! Su ruedo de cambiante nÁcar
El Occidente mÁs y mÁs angosta; 25
311
Y enciende sobre el cerro de la costa
El astro de la tarde su fanal.
Para la pobre cena aderezado
Brilla el albergue rÚstico, y la tarda
Vuelta del labrador la esposa aguarda 5
Con su tierna familia en el umbral.
Brota del seno de la azul esfera
Uno tras otro fÚlgido diamante;
Y ya apenas de un carro vacilante
Se oye Á distancia el desigual rumor. 10
Todo se hunde en la sombra: el monte, el valle,
Y la iglesia, y la choza, y la alquerÍa;
Y Á los destellos Últimos del dÍa
Se orienta en el desierto el viajador.
Naturaleza toda gime; el viento 15
En la arboleda, el pÁjaro en el nido,
Y la oveja en su trÉmulo balido,
Y el arroyuelo en su correr fugaz.
El dÍa es para el mal y los afanes:
HÉ aquÍ la noche plÁcida y serena! 20
El hombre tras la cuita y la faena
Quiere descanso y oraciÓn y paz.
SonÓ en la torre la seÑal: los niÑos
Conversan con espÍritus alados;
Y los ojos al cielo levantados 25
Invocan de rodillas al SeÑor.
Las manos juntas y los pies desnudos,
Fe en el pecho, alegrÍa en el semblante,
Con una misma voz, Á un mismo instante,
Al Padre Universal piden amor. 30
Y luego dormirÁn; y en leda tropa
Sobre la cuna volarÁn ensueÑos,
EnsueÑos de oro, diÁfanos, risueÑos.
Visiones que imitar no osÓ el pincel,
312
Y ya sobre la tersa frente posan,
Ya beben el aliento Á las bermejas
Rosas, como lo chupan las abejas
A la fresca azucena y al clavel.
Como para dormirse, bajo el ala 5
Esconde su cabeza la avecilla,
Tal la niÑez en su oraciÓn sencilla
Adormece su mente virginal.
Oh dulce devociÓn, que reza y rÍe!
De natural piedad primer aviso! 10
Fragancia de la flor del paraÍso!
Preludio del concierto celestial!
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .

RamÓn de Campoamor y Campoosorio

(1817–1901)

LOS SOLLOZOS

Si Á mis sollozos les pregunto adÓnde
La dura causa estÁ de su aflicciÓn,
De un ay! que ya pasÓ, la voz responde: 15
«De mi antiguo dolor recuerdos son.»
Y alguna vez, cual otras infelice,
Que sollozo postrado en la inacciÓn!
De otro ay! que aun no llegÓ, la voz me dice:
«De mi dolor presentimientos son.» 20
Ruda inquietud de la existencia impÍa!
¿DÓnde calma ha de hallar el corazÓn,
Si hasta sollozos que la inercia crÍa,
Presentimientos Ó memorias son?
313

EL MAYOR CASTIGO

Cuando de Virgilio en pos
FuÉ el Dante al infierno Á dar,
Su conciencia, hija de Dios,
DejÓ Á la puerta al entrar.
DespuÉs que Á salir volviÓ, 5
Su conciencia el Dante hallando,
Con ella otra vez cargÓ,
Mas dijo asÍ suspirando:
Del infierno en lo profundo,
No vÍ tan atroz sentencia 10
Como es la de ir por el mundo
Cargado con la conciencia.

QUIÉN SUPIERA ESCRIBIR!

I
—Escribidme una carta, seÑor cura.
—Ya sÉ para quiÉn es.
—¿SabÉis quiÉn es, porque una noche obscura 15
Nos visteis juntos?—Pues.

—Perdonad, mas...—No extraÑo ese tropiezo.
La noche... la ocasiÓn...
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
Mi querido RamÓn: 20

—¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habÉis puesto...
—Si no querÉis...—SÍ, sÍ!
QuÉ triste estoy! ¿No es eso?—Por supuesto.
QuÉ triste estoy sin ti!
314
Una congoja, al empezar, me viene...
—¿CÓmo sabÉis mi mal?...
—Para un viejo, una niÑa siempre tiene
El pecho de cristal.

¿QuÉ es sin ti el mundo? Un valle de amargura. 5
¿Y contigo? Un edÉn.
—Haced la letra clara, seÑor cura,
Que lo entienda eso bien.

El beso aquel que de marchar Á punto
Te dÍ...—¿CÓmo sabÉis?... 10
—Cuando se va y se viene y se estÁ junto,
Siempre... no os afrentÉis.

Y si volver tu afecto no procura
Tanto me harÁs sufrir...
—¿Sufrir y nada mÁs? No, seÑor cura, 15
Que me voy Á morir!

—¿Morir? ¿SabÉis que es ofender al cielo?...
—Pues, sÍ, seÑor; morir!
—Yo no pongo morir.—QuÉ hombre de hielo!
QuiÉn supiera escribir! 20

II
SeÑor Rector, seÑor Rector! En vano
Me querÉis complacer,
Si no encarnan los signos de la mano
Todo el sÉr de mi sÉr.

Escribidle, por Dios, que el alma mÍa 25
Ya en mÍ no quiere estar;
Que la pena no me ahoga cada dÍa...
Porque puedo llorar.
315
Que mis labios, las rosas de su aliento,
No se saben abrir;
Que olvidan de la risa el movimiento
A fuerza de sentir.

Que mis ojos, que Él tiene por tan bellos, 5
Cargados con mi afÁn,
Como no tienen quien se mire en ellos,
Cerrados siempre estÁn.

Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
La ausencia el mÁs atroz; 10
Que es un perpetuo sueÑo de mi oÍdo
El eco de su voz.

Que siendo por su causa, el alma mÍa
Goza tanto en sufrir!...
Dios mÍo, cuantas cosas le dirÍa 15
Si supiera escribir!...

III
EpÍlogo
—Pues seÑor, bravo amor! Copio y concluyo:
A don RamÓn... En fin,
Que es inÚtil saber para esto arguyo
Ni el griego ni el latÍn.— 20

EL DESCREIMIENTO

(A S.M. la Reina DoÑa Isabel II)

MÁs que la luz de la razÓn humana,
Amo la oscuridad de mi deseo,
Y mÁs que la verdad de cuanto veo,
Quiero el error de mi esperanza vana.
316
TenÉis razÓn, hermosa Soberana,
Que no sÉ cuando dudo y cuando creo;
Si hoy, comparado Á mÍ, todo es ateo,
Tal vez de todo dudarÉ maÑana.
Entre creer y dudar, mi alma indecisa, 5
Mientras pasa esta vida de quebranto,
Que es eterna en dar fin, yendo de prisa,
El dudar y creer confunde tanto,
Que unas veces mi llanto acaba en risa,
Y otras veces mi risa acaba en llanto. 10

EL CIELO DE LEOPARDI

Genio infeliz! en su primer momento
A su amiga la muerte le decÍa:
—«Dame la nada, esa regiÓn vacÍa
En que no hay ni placer ni sufrimiento.
Donde se halla la vida estÁ el tormento. 15
Dame paz en la nada—repetÍa,—
Y mata con el cuerpo el alma mÍa,
Esta amarga raÍz del pensamiento.»

Al oirle implorar de esta manera
Consolando al filÓsofo afligido, 20
La muerte le responde:—«Espera, espera;
Que en paga de lo bien que me has querido,
MaÑana te darÉ la muerte entera
Y volverÁs al sÉr del que no ha sido.»

LAS DOS GRANDEZAS

Uno altivo, otro sin ley, 25
AsÍ dos hablando estÁn:
—Yo soy Alejandro el rey.
—Y yo DiÓgenes el can.
317
—Vengo Á hacerte mÁs honrada
Tu vida de caracol.
¿QuÉ quieres de mÍ?—Yo, nada;
Que no me quites el sol.

—Mi poder...—Es asombroso, 5
Pero Á mÍ nada me asombra.
—Yo puedo hacerte dichoso.
—Lo sÉ, no haciÉndome sombra.

—TendrÁs riquezas sin tasa,
Un palacio y un dosel. 10
—¿Y para quÉ quiero casa
MÁs grande que este tonel?

—Mantos reales gastarÁs
De oro y seda.—Nada, nada!
¿No ves que me abriga mÁs 15
Esta capa remendada?

—Ricos manjares devoro.
—Yo con pan duro me allano.
—Bebo el Chipre en copas de oro.
—Yo bebo el agua en la mano. 20

—MandarÉ cuanto tÚ mandes.
—Vanidad de cosas vanas!
¿Y Á unas miserias tan grandes
Las llamÁis dichas humanas?

—Mi poder Á cuantos gimen, 25
Va con gloria Á socorrer.
—La gloria, capa del crimen;
Crimen sin capa el poder!
318
—Toda la tierra iracundo
Tengo postrada ante mÍ.
—¿Y eres el dueÑo del mundo,
No siendo dueÑo de ti?

—Yo sÉ que, del orbe dueÑo, 5
SerÉ del mundo el dichoso.
—Yo sÉ que tu Último sueÑo
SerÁ tu primer reposo.

—Yo impongo Á mi arbitrio leyes.
—¿Tanto de injusto blasonas? 10
—Llevo vencidos cien reyes.
—Buen bandido de coronas!

—Vivir podrÉ aborrecido,
Mas no morirÉ olvidado.
—VivirÉ desconocido, 15
Mas nunca morirÉ odiado.

—AdiÓs! pues romper no puedo
De tu cinismo el crisol.
—AdiÓs! CuÁn dichoso quedo,
Pues no me quitas el sol!— 20

Y al partir con mutuo agravio,
Uno altivo, otro implacable,
—Miserable! dice el sabio;
Y el Rey dice:—Miserable!

LAS DOS TUMBAS

«CuÁn honda, oh cielos, serÁ!,» 25
Dije, mi tumba mirando,
Que va tragando, tragando,
Cuanto naciÓ y nacerÁ.
319
Y huyendo del vil rincÓn
Donde al fin serÉ arrojado,
Los ojos metÍ espantado
Dentro de mi corazÓn.
Mas cuando dentro mirÉ, 5
Mis ojos en Él no hallaron
Ni un sÉr de los que me amaron,
Ni un sÉr de los que yo amÉ.
Si no hallo aquÍ una ilusiÓn,
Y allÍ sÓlo hallo el vacÍo, 10
¿CuÁl es mÁs hondo, Dios mÍo,
Mi tumba, Ó mi corazÓn?...

Juan Valera y AlcalÁ Galiano

(B. 1827)

NOCHE DE ABRIL

Es ya tarde: bate el sueÑo
Sobre la ciudad sus alas,
En el silencio sus galas 15
Muestra la noche gentil;
Abren su seno las flores
Al rocÍo transparente,
Y se respira el ambiente
Perfumado del abril. 20
En NÁpoles, en las noches
De primaveras serenas,
Vierte por todas sus venas
Naturaleza su amor;
Y es el silencio armonÍa, 25
BÁlsamo el aire, las flores
Ninfas, las sombras colores,
Y los claros resplandor.
320
Y todo vago, indeciso,
Dulcemente se confunde,
Y melancolÍa infunde
Tan sÜave al corazÓn,
Que en la atmÓsfera mecido 5
De sus sueÑos se recrea,
Gira y corre distraÍdo
De ilusiÓn en ilusiÓn.
No va el silfo mÁs ligero
En un rayo de la luna; 10
Ya acaricia lisonjero
Con sus besos una flor;
Ya en la lÍmpida laguna
Forma un rÏel de topacio,
Ya perdido en el espacio 15
Se disipa cual vapor.

EL FUEGO DIVINO

De la inclinada fuente
En copioso raudal brotaste pura,
Alma luz refulgente;
Entonces con ternura 20
LatiÓ fecundo el seno de natura.
. . . . . . . . . .

TÚ eres la luz, la vida,
La inteligencia, el fuego, el movimiento;
TÚ la llama escondida
Que da al sol alimento, 25
Y armonioso vigor al firmamento.
. . . . . . . . . .

Con vivÍfico aliento
Virtud prestaste Á la materia inerte,
321
La fuerza y movimiento,
Que en sus Átomos vierte
Al sacarlos del seno de la muerte.

Y la forma elevada
Misteriosa del hombre creaste luego; 5
A su mente sagrada
Diste noble sosiego,
A sus ojos el brillo de tu fuego.

Levantaste su frente,
Hermoso asiento de tu lumbre viva, 10
Hacia el cielo eminente,
Do Á su mirada altiva
Ni de tu sÉr la oscuridad se esquiva.

Cuanto existe en la tierra,
De oro y fango, de bÁlsamo y veneno, 15
Cuanta virtud encierra
En su fecundo seno
El Éter infinito, de astros lleno,

Diste con armonÍa,
Breve mundo, del hombre Á la existencia; 20
Como en oriente el dÍa
BrotÓ la inteligencia,
De su completo ser oculta esencia.

La pompa de los mundos,
Todo sÉr, toda vida en ella vive; 25
Los Ámbitos profundos
Del cielo en sÍ recibe,
Y de su inmensidad los circunscribe.
322
Su perfume derrama
La flor, el ave canta, el mar resuena;
Cuanto aborrece y ama,
Todo deleite y pena
EstÁ en el alma, y los espacios llena. 5

Su luz el astro envÍa,
Y tarda siglos en cumplir su anhelo;
No acaba su porfÍa,
No hiere el mortal velo,
Mas en el alma estÁ como en el cielo. 10

¿QuÉ habrÁ que satisfaga
Al sÉr amante en la creaciÓn entera?
¿De quÉ beldad se paga
Si por alta manera
Todo en el alma estÁ como en su esfera? 15

¿A quÉ este amor intenso?
¿QuÉ ignoto sÉr la voluntad adora?
¿DÓnde el objeto inmenso,
La fuerza vencedora
Que domina al amor que le devora? 20
. . . . . . . . . .

El alma es consonancia
De todo lo creado, y sus amores
Son la luz, la fragancia
De estrellas y de flores,
¿QuiÉn detiene perfumes y fulgores? 25
. . . . . . . . . .

La bien templada lira
De cada cuerda exhala melodiosa
323
Distinto son, y admira
De la mÁquina hermosa
Dando el conjunto mÚsica armoniosa.

Enemigas y fieras
Potencias une al mismo fin el hado; 5
AsÍ de las esferas
El giro arrebatado
Da un concierto sublime y alternado.
. . . . . . . . . .

Gaspar NÚÑez de Arce

(B. 1834)

EXCELSIOR!

¿Por quÉ los corazones miserables,
Por quÉ las almas viles, 10
En los fieros combates de la vida
Ni luchan ni resisten?

El espÍritu humano es mÁs constante
Cuanto mÁs se levanta:
DiÓs puso el fango en la llanura, y puso 15
La roca en la montaÑa.

La blanca nieve que en los hondos valles
DerrÍtese ligera,
En las altivas cumbres permanece
Inmutable y eterna. 20
324

Á ESPAÑA

Roto el respeto, la obediencia rota,
De Dios y de la ley perdido el freno,
Vas marchando entre lÁgrimas y cieno,
Y aire de tempestad tu rostro azota.
Ni causa oculta, ni razÓn ignota 5
Busques al mal que te devora el seno;
Tu iniquidad, como sutil veneno,
Las fuerzas de tus mÚsculos agota.
No esperes en revuelta sacudida
Alcanzar el remedio por tu mano 10
Oh sociedad rebelde y corrompida!
PerseguirÁs la libertad en vano,
Que cuando un pueblo la virtud olvida,
Lleva en sus propios vicios su tirano.

MISERERE

Es de noche: el monasterio 15
Que alzÓ Felipe Segundo
Para admiraciÓn del mundo
Y ostentaciÓn de su imperio,
Yace envuelto en el misterio
Y en las tinieblas sumido. 20
De nuestro poder, ya hundido,
Último resto glorioso,
Parece que estÁ el coloso
Al pie del monte, rendido.
El viento del Guadarrama 25
Deja sus antros obscuros,
Y estrellÁndose en los muros
Del templo, se agita y brama.
Fugaz y rojiza llama
Surca el ancho firmamento, 30
325
Y Á veces, como un lamento,
Resuena el lÚgubre son
Con que llama Á la oraciÓn
La campana del convento.
La iglesia, triste y sombrÍa, 5
En honda calma reposa,
Tan helada y silenciosa
Como una tumba vacÍa.
Colgada lÁmpara envÍa
Su incierta luz Á lo lejos, 10
Y Á sus trÉmulos reflejos
Llegan, huyen, se levantan
Esas mil sombras que espantan
A los niÑos y Á los viejos.
De pronto, claro y distinto, 15
La regia cripta conmueve
Ruido extraÑo, que aunque leve,
Llena el mortuorio recinto.
Es que el CÉsar Carlos Quinto,
Con mano firme y segura 20
Entreabre su sepultura,
Y haciendo una horrible mueca,
Su faz carcomida y seca
Asoma por la hendidura.
Golpea su descarnada 25
Frente con tenaz empeÑo,
Como quien sale de un sueÑo
Sin acordarse de nada.
Recorre con su mirada
Aquel lugar solitario, 30
Alza el mÁrmol funerario,
Y arrebatado y resuelto
Salta del sepulcro, envuelto
En su andrajoso sudario.
326
«Hola!» grita en son de guerra
Con aquella voz concisa,
Que oyÓ en el siglo, sumisa
Y amedrentada la tierra.
«Volcad la losa que os cierra! 5
VÁstagos de imperial rama,
Varones que honrÁis la fama,
Antiguas y excelsas glorias,
De vuestras urnas mortuorias
Salid, que el CÉsar os llama.» 10
Contestando Á estos conjuros,
Un clamor confuso y hondo
Parece brotar del fondo,
De aquellos mÁrmoles duros.
Surgen vapores impuros 15
De los sepulcros ya abiertos:
La serie de reyes muertos
DespuÉs Á salir empieza,
Y es de notar la tristeza,
El gesto despavorido 20
De los que han envilecido
La corona en su cabeza.
Grave, solemne, pausado,
Se alza Felipe Segundo,
En su lucha con el mundo 25
Vencido, mas no domado.
Su hijo se despierta al lado,
Y destrÁs del rey devoto,
Aquel que humillado y roto
ViÓ desmoronarse Á EspaÑa, 30
Cual granÍtica montaÑa
A impulsos del terremoto.
Luego el monarca enfermizo,
De infausta y negra memoria,
327
En cuya Edad nuestra gloria,
Como nieve se dishizo.
Bajo el poder de su hechizo
Se estremece todavÍa.
Ay, quÉ terrible armonÍa, 5
QuÉ obscuro enlace se nota
Entre aquel mÍsero idiota
Y su exhausta monarquÍa!
Con terrÍfica sorpresa
Y en silencioso concierto, 10
Todos los reyes que han muerto
Van saliendo de su huesa.
La ya apagada pavesa
Cobra los vitales brÍos,
Y se aglomeran sombrÍos 15
Aquellos yertos despojos,
Aquellas cuencas sin ojos,
Aquellos crÁneos vacÍos.
De los monarcas en pos,
Respondiendo al llamamiento, 20
Cual si llegara el momento
Del santo juicio de Dios,
Acuden de dos en dos
Por claustros y corredores,
PrÍncipes, grandes seÑores, 25
Prelados, frailes, guerreros,
Favoritos, consejeros,
TeÓlogos É inquisidores.
. . . . . . . . . .

Por mandato soberano
De Carlos, que el cetro ostenta, 30
Llega al Órgano y se sienta
Un viejo esqueleto humano.
328
La seca y huesosa mano
En el gran teclado imprime,
Y la mÚsica sublime,
Que Á inmensos raudales brota,
Parece que en cada nota 5
Reza y llora, canta y gime.
Uniendo al acorde santo
Su voz, los muertos despojos
Caen ante el ara de hinojos
Y Á Dios elevan su canto. 10
Honda expresiÓn del quebranto,
Aquel eco de la tumba
Crece, se dilata, zumba,
Y al paso que va creciendo,
Resuena con el estruendo 15
De un mundo que se derrumba:
«Fuimos las ondas de un rÍo
Caudaloso y desbordado.
Hoy la fuente se ha secado,
Hoy el cauce estÁ vacÍo. 20
Ya oh Dios! nuestro poderÍo
Se extingue, se apaga y muere.
Miserere!
«Maldito, maldito sea
Aquel portentoso invento 25
Que diÓ vida al pensamiento
Y alas de luz Á la idea!
El verbo animado ondea
Y como el rayo nos hiere.
Miserere! 30
«Maldito el hilo fecundo
Que Á los pueblos eslabona,
Y busca, y cuenta, y pregona
Las pulsaciones del mundo!
329
Ya en el silencio profundo
Ninguna injusticia muere.
Miserere!
«Ya no vive cada raza
En solitario destierro, 5
Ya con vÍnculo de hierro
La humana especie se enlaza.
Ya el aislamiento rechaza:
Ya la libertad prefiere.
Miserere! 10
«RÍgido y brutal azote
Con desacordado empuje
Sobre las espaldas cruje
Del rey y del sacerdote.
Ya nada existe que embote 15
El golpe oh Dios! que nos hiere.
Miserere!
«Mas ay! que en su audacia loca,
TambiÉn el orgullo humano
Pone en los cielos su mano 20
Y Á ti, SeÑor, te provoca.
Mientras blasfeme su boca
Ni paz ni ventura espere.
Miserere!
«No en la tormenta enemiga: 25
No en el insondable abismo:
El mundo lleva en sÍ mismo
El rayo que le castiga.
Sin compasiÓn ni fatiga
Hoy nos mata; pero muere. 30
Miserere!
«Grande y caudaloso rÍo,
Que corres precipitado,
Ve que el nuestro se ha secado
330
Y tiene el cauce vacÍo.
No prevalezca el impÍo,
Ni la iniquidad prospere!
Miserere!»
SÚbito, con sordo ruido 5
Cruje el Órgano y estalla,
La luz se amortigua y calla
El concurso dolorido.
Al disiparse el sonido
Del grave y solemne canto 10
Llega Á su colmo el espanto
De las mudas calaveras,
Y de sus Órbitas hueras
Desciende abundoso llanto.
A medida que decrece 15
La luz misteriosa y vaga,
Todo murmullo se apaga
Y el cuadro se desvanece.
Con el alba que aparece
La procesiÓn se evapora, 20
Y mientras la blanca aurora
Esparce su lumbre escasa,
A lo lejos silba y pasa
La rauda locomotora.

Marcelino MenÉndez y Pelayo

(B. 1856)

EN ROMA

Y nada respetÓ la edad avara... 25
Ni regio pueblo, ni sagradas leyes!...
En paz yacieron extranjeras greyes
Do la voz del tribuno resonara.
331
No ya del triunfador por gloria rara
Siguen el carro domeÑados reyes,
Ni de Clitumno los hermosos bueyes
En la pompa triunfal marchan al ara.
Como nubes, cual sombras, como naves, 5
Pasaron ley, ejÉrcitos, grandeza...
SÓlo una cruz se alzÓ sobre tal ruina.
Dime tÚ, oh cruz! que sus destinos sabes:
¿SerÁ de Roma la futura alteza
Humana gloria Ó majestad divina? 10

ELEGÍA EN LA MUERTE DE UN AMIGO

                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

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