Pintar la ira del colÉrico Teobaldo, serÍa imposible. Repetir sus maldiciones y sus blasfemias, sÓlo repetirlas, fuera escandaloso É impÍo. LlamÓ Á grandes voces Á sus servidores, y Únicamente le contestÓ el eco en aquellas inmensas soledades, y se arrancÓ los cabellos y se mesÓ las barbas, presa de la mÁs espantosa desesperaciÓn.—Le seguirÉ Á la carrera, aun cuando haya de reventarme, exclamo al fin, armando de nuevo su ballesta y disponiÉndose Á seguir Á la res; pero en aquel momento sintiÓ ruido Á sus espaldas; se entreabrieron las ramas de la espesura, y se presentÓ Á sus ojos un paje que traÍa del diestro un corcel negro como la noche. —El cielo me lo envÍa, dijo el cazador, lanzÁndose sobre sus lomos Ágil como un gamo. El paje, que era delgado, muy delgado, y amarillo como la muerte, se sonriÓ de una manera extraÑa al presentarle la brida. |