El crepÚsculo comenzaba Á extender sus ligeras alas de vapor sobre las pintorescas orillas del Segre,[1] cuando despuÉs de una fatigosa jornada llegamos Á Bellver,[2] tÉrmino de nuestro viaje. [Footnote 1: Segre. A river of the province of LÉrida in northern Spain. It rises in the Pyrenees, and joins the Ebro twenty-two miles southwest of LÉrida. Its chief tributary is the Cinca. Length about 250 miles. See Century Diet.] [Footnote 2: Bellver. A little town of some 650 inhabitants, situated in the valley of the Segre, in the diocese of Urgel, province of LÉrida, Spain. Its situation is very picturesque. It contains an ancient castle.] Bellver es una pequeÑa poblaciÓn situada Á la falda de una colina, por detrÁs de la cual se ven elevarse, como las gradas de un colosal anfiteatro de granito, las empinadas y nebulosas crestas de los Pirineos.[1] [Footnote 1: Pirineos = 'Pyrenees.' A mountain range which separates France from Spain, and extends from the Bay of Biscay to the Mediterranean. The highest points are about 11,000 feet. A visit to the Eastern Pyrenees from the Spanish side is much more difficult than from France, as both traveling and hotel accommodations are sadly lacking.] Los blancos caserÍos que la rodean, salpicados aquÍ y allÁ sobre una ondulante sÁbana de verdura, parecen Á lo lejos un bando de palomas que han abatido su vuelo para apagar su sed en las aguas de la ribera. Una pelada roca, Á cuyos pies tuercen Éstas su curso, y sobre cuya cima se notan aÚn remotos vestigios de construcciÓn, seÑala la antigua lÍnea divisoria entre el condado de Urgel[1] y el mÁs importante de sus feudos. [Footnote 1: el condado de Urgel = 'the earldom (or county) of Urgel.' The town of this name (2800 inhabitants) is situated on the Segre, seventy-four miles northwest of Barcelona, in the province of LÉrida, Spain. It has been the see of a bishop since 840, and possesses a Gothic cathedral. The earldom was of considerable importance in the fourteenth century, Count Jaime (James) de Urgel (d. 1433) being a most dangerous claimant of the crown of Aragon.] Á la derecha del tortuoso sendero que conduce Á este punto, remontando la corriente del rÍo, y siguiendo sus curvas y frondosas mÁrgenes, se encuentra una cruz. El asta y los brazos son de hierro; la redonda base en que se apoya, de mÁrmol, y la escalinata que Á ella conduce, de obscuros y mal unidos fragmentos de sillerÍa. La destructora acciÓn de los aÑos, que ha cubierto de orÍn el metal, ha roto y carcomido la piedra de este monumento, entre cuyas hendiduras crecen algunas plantas trepadoras que suben enredÁndose hasta coronarlo, mientras una vieja y corpulenta encina le sirve de dosel. Yo habÍa adelantado algunos minutos Á mis compaÑeros de viaje, y deteniendo mi escuÁlida cabalgadura, contemplaba en silencio aquella cruz, muda y sencilla expresiÓn de las creencias y la piedad de otros siglos. Un mundo de ideas se agolpo Á mi imaginaciÓn en aquel instante. Ideas ligerÍsimas, sin forma determinada, que unÍan entre sÍ, como un invisible hilo de luz, la profunda soledad de aquellos lugares, el alto silencio de la naciente noche y la vaga melancolÍa de mi espÍritu. Impulsado de un pensamiento religioso, espontÁneo É indefinible, echÉ maquinalmente pie Á tierra, me descubrÍ, y comencÉ Á buscar en el fondo de mi memoria una de aquellas Ya habÍa comenzado Á murmurarla, cuando de improviso sentÍ que me sacudÍan con violencia por los hombros. VolvÍ la cara: un hombre estaba al lado mÍo. Era uno de nuestros guÍas, natural del paÍs, el cual, con una indescriptible expresiÓn de terror pintada en el rostro, pugnaba por arrastrarme consigo y cubrir mi cabeza con el fieltro que aÚn tenÍa en mis manos. Mi primera mirada, mitad de asombro, mitad de cÓlera, equivalÍa Á una interrogaciÓn enÉrgica, aunque muda. El pobre hombre, sin cejar en su empeÑo de alejarme de aquel sitio, contestÓ Á ella con estas palabras, que entonces no pude comprender, pero en las que habÍa un acento de verdad que me sobrecogiÓ:—Por la memoria de su madre! Por lo mÁs sagrado que tenga en el mundo, seÑorito, cÚbrase usted la cabeza, y alÉjese mÁs que de prisa de esta cruz! Tan desesperado estÁ usted, que no bastÁndole la ayuda de Dios, recurre Á la del demonio! Yo permanecÍ un rato mirandole en silencio. Francamente, creÍ que estaba loco, pero Él prosiguiÓ con igual vehemencia: —Usted busca la frontera; pues bien, si delante de esa cruz le pide usted al cielo que le preste ayuda, las cumbres de los monies vecinos se levantarÁn en una sola noche hasta las estrellas invisibles, sÓlo porque no encontremos la raya en toda nuestra vida. Yo no pude menos de sonreir. —¿Se burla usted?... ¿cree acaso que esa es una cruz santa como la del porche de nuestra iglesia?... —¿Quien lo duda? —Pues se engaÑa usted de medio Á medio, porque esa cruz, salvo lo que tiene de Dios, estÁ maldita... esa cruz pertenece Á un espÍritu maligno, y por eso la llaman La cruz del diablo. —La cruz del diablo! repetÍ cediendo Á sus instancias, sin darme cuenta Á mÍ mismo del involuntario temor que comenzÓ Á apoderarse de mi espÍritu, y que me rechazaba como una fuerza desconocida de aquel lugar; la cruz del diablo! Nunca ha herido mi imaginaciÓn una amalgama mÁs disparatada de dos ideas tan absolutamente enemigas!... Una cruz... y del diablo!!! Vaya, vaya! Fuerza sera que en llegando Á la poblaciÓn me expliques este monstruoso absurdo. Durante este corto diÁlogo, nuestros camaradas, que habÍan picado sus cabalgaduras, se nos reunieron al pie de la cruz; yo les expliquÉ en breves palabras lo que acababa de suceder; montÉ nuevamente en mi rocÍn, y las campanas de la parroquia llamaban lentamente Á la oraciÓn, cuando nos apeamos en lo mÁs escondido y lÓbrego de los paradores de Bellver. |