CUMPLIR LA CONSIGNA C. O. Bunge (SegÚn Juan M. Espora)

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Inspeccionando una maÑana el campamento de Mendoza, San MartÍn se detuvo ante una puerta[274] cerrada y revestida de pieles de carnero con la lana para afuera.... CustodiÁbala un centinela. “¿QuÉ es esto?,” preguntÓ a los sargentos que le acompaÑaban.—“El laboratorio de los mixtos”, le respondieron.—“¿Se trabaja[275] ahora?”—“SÍ, seÑor. Se estÁn haciendo cartuchos, lanzafuegos, estopines, espoletas para granadas y otras municiones.”—Sin averiguar mÁs, dirigiÓse allÍ el general en actitud de entrar. “Alto ahÍ!”, exclamÓ el centinela, poniÉndosele delante. “No se puede entrar.” A esta observaciÓn, San MartÍn le preguntÓ con vehemencia: “¿CÓmo es eso? ¿No me conoces?”—“SÍ, seÑor, lo conozco; pero asÍ no se puede entrar”, repitiÓ el soldado, refiriÉndose al traje militar que vestÍa el general, con botas herradas y pesadas espuelas. VolviÓ a insinuar San MartÍn su ademÁn de abrir la puerta. El centinela calÓ entonces la bayoneta, y repitiÓ de nuevo: “Ya he dicho, mi general, que asÍ no se puede entrar.” Y gritÓ con fuerza: “Cabo de guardia! El general en jefe quiere forzar el puesto!” Al ver esto, uno de los sargentos corriÓ al cuerpo de guardia a llamar al cabo. LlegÓ el cabo, y dijo al general: “SeÑor, el centinela tiene la consigna de no dejar pasar a nadie al laboratorio vestido de uniforme, para no ocasionar un incendio. Si mi general quiere visitarlo, para hacerlo en la forma permitida, sÍrvase pasar antes a ese otro cuarto y mudarse la ropa.” Nada respondiÓ el general, entrÓ en el cuarto indicado, quitÓse el uniforme, y se puso un par de alpargatas y saco y gorro de brin. Luego visitÓ el laboratorio e inspeccionÓ sus trabajos. Cuando se retiraba, habiÉndose vestido de nuevo el uniforme, pasÓ por el cuerpo[276] de guardia y ordenÓ que, despuÉs de relevarse, se le mandara a su despacho al soldado que hacÍa de centinela. CumpliÓ el soldado la orden y se presentÓ, temeroso de haber merecido una admoniciÓn. Pero al verle entrar, el general en jefe se puso de pie y le tendiÓ la mano para felicitarle calurosamente. Al obedecer a su consigna habÍa cumplido su deber.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

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