Sala baja en el palacio de Alto-Rey. En el fondo dos grandes rejas por las cuales se ve un patio con Árboles separado de la calle por un muro bajo o empalizada. A la izquierda, puerta por donde entran los que vienen de la calle. A la derecha, puerta grande que comunica con el interior.—Mesa grande a la derecha, con cajÓn practicable; a la izquierda otra mesa sobre la cual hay piezas de puntilla y cajas de flores artificiales, pasamanerÍa. Parte de estos objetos estÁn a la vista, fuera de las cajas. Debajo de la mesa, mÁs cajas. En el fondo grandes armarios antiguos, con puertas de nogal. En el Ángulo de la derecha un perchero con ropa de MarÍa. Ésta, junto a la mesa de la derecha, de perfil al pÚblico, toma nota de existencias. Viste con elegante sencillez; se cubre con un largo delantal. Cirila estÁ mirando a la calle por la reja. Óyese lejano rumor de panderetas y cantos populares.
Escena Primera
MarÍa. ¿Pero quÉ bulla es esa?
Cirila. Primer dÍa de ferias. El pueblo quiere divertirse. (DirÍgese a la mesa de la izquierda.)
MarÍa. Sigamos. De puntillas quedan... dos cajas...
Cirila. (Contando piezas de puntilla.) Dos, y estas5 cuatro piezas.
MarÍa. LÁstima no haber traÍdo mÁs.
Cirila. Inspirada fue tu invenciÓn de esta granjerÍa. Los tenderos de aquÍ traÍan un gÉnero anticuado, carÍsimo, y mÁs falso que Judas... y tÚ, pidiÉndolo directamente a10 la fÁbrica y contentÁndote con una ganancia corta...
MarÍa. (Atenta a sus notas.) Doscientas doce. (Hace su apuntaciÓn en pie.)
Cirila. (Suspendiendo el trabajo.) ¿Sabes, mi Ángel, que es una maravilla lo que has hecho? En poco mÁs15 de dos meses...
MarÍa. Dos meses y algunos dÍas desde aquella noche... Parece que fue ayer...
Cirila. Cuando le vendiste a doÑa Vicenta tu ropa... Ay, de rodillas debiera adorarte la familia! Mira que...20 Imposible parece...
MarÍa. Vamos, Cirila, no te entretengas. Si no me ayudas, tendrÉ que volver a ponerte en la cocina. (Pasa a la mesa de la derecha.)
Cirila. Ay! no, no: dÉjame aquÍ. (Vuelve a su25 trabajo.) Por cierto que con la nueva cocinera estÁn muy contentos los seÑores. Tu papÁ la llama el jefe. Esta maÑana, a mÁs del rosbif, ha traÍdo Bernarda unas aves riquÍsimas, pavipollos que parecen bolas de manteca... un jamÓn de York... pasas de Corinto para hacer plum30 pudding... tÉ superior... foie-gras... y vino blanco, de ese que llaman Chablis... (Pasa a la derecha.) ¿Pero no sabes, bobita? (Con misterio.) Quieren convidar a comer al seÑor de Corral.
MarÍa. (Vivamente.) A ese gaznÁpiro insufrible!35 Vaya que es gana de contrariarme! Sabiendo mi antipatÍa, mi repugnancia.
Escena II
Las mismas; Menga. Mozuela del pueblo, vendedora en la plaza. Viste pobremente; trae al brazo un gran cesto con sus variadas mercancÍas; en la mano un palo tarja. Su hablar es Áspero y descarado.
Menga. (Por la izquierda.) ¿Ha lugar, muesama?
MarÍa. Adelante, Menga.
Menga. Si quiÉ que ajustemos la cuenta... (Saca40 un bolsÓn mugriento.)
MarÍa. Vamos allÁ. (Se sienta. Saca del cajÓn de la mesa una cestilla con dinero y un papel.)
Menga. LÉame la apuntaciÓn, a ver si hay conformidÁ.45
MarÍa. Tienes que darme: pesetas...
Menga. (Vivamente.) Noramala con las pesetas! CuÉnteme por benditos riales!
MarÍa. Pues cuatrocientos ochenta reales. Bien clarito estÁ.50
Menga. No, muesama.
MarÍa. ¿Que no? Pues haz tÚ la cuenta.
Menga. Cuenta clara. (Mirando el palo en que tiene hecha la cuenta por cortaduras a navaja.) Sesenta piezas.55
MarÍa. Sesenta piezas.
Menga. A siete y medio. Pus son: cuarenta dieces, mÁs cuatro cincos, que hacen veinte, mÁs sesenta medios riales. Esto sÍ que es claro.
MarÍa. A ver. (Mirando la tarja.) Ya... es que60 tÚ te descuentas tu corretaje...
Menga. Pus no!
MarÍa. Pero si del corretaje te llevo yo cuenta aparte! (Saca otro papel.) Toma: treinta reales. (Se los da.)65
Menga. (Coge su dinero. Saca del bolsÓn billetes y plata.) Cuentas claras: cuarenta y cinco dieces, mÁs seis cincos... AhÍ tiene... Ahora dÉme (Sacando cuenta mental, ayudada de los dedos.) veinte piezas, y otras veinte, y cinco mÁs.70
Cirila. Cuarenta y cinco. Toma. (Se las va contando.)
Menga. Las aldeanas no quiÉn otra cosa. Yo les digo que to l' seÑorÍo de Madril lo gasta, la Reina mesmamente en sus camisolines... y que lo train de unas75 frÁicas nuevas de las AlemaÑas, o del quinto infierno.
MarÍa. No te quejarÁs, Menga: bien te doy a ganar.
Menga. No hay queja, muesama. Pero vea: siete bocas tengo que tapar: mi madre, mi gÜela de padre, mi gÜelo de madre, y cuatro sobrinos mocosos, tamaÑos80 asÍ.
MarÍa. Pero tÚ ganas mucho. Eres gran comercianta.
Cirila. Pues no llevas aquÍ poco material. (Mirando el contenido del cesto.)
MarÍa. ¿QuÉ vendes, a mÁs de la puntilla?85
Menga. (Mostrando sus mercancÍas.) Poca cosa: vendo cangrejos, peines, cuerdas de guitarra, aleluyas para los chicos, y velas para los difuntos.
Cirila. Ay, quÉ allegadora!
MarÍa. Dios la protegerÁ. (Entra Vicenta por la90 izquierda.)
Escena III
Vicenta. QueridÍsima...!
MarÍa. Oh, Vicenta...! (Se levanta. Alegre va a su encuentro.) ¿QuÉ hay, quÉ noticias me trae?
Vicenta. (Con entusiasmo.) Hija, las flores y pÁjaros95 para adorno de sombreros han tenido una aceptaciÓn colosal. QuÉ feliz idea! No llegaban acÁ mÁs que porquerÍas anticuadas... Me ha dicho Josefita que se queda con todo, y que le mande usted la factura.
MarÍa. Bien. (Destapa cajas y le muestra mÁs flores100 y otros objetos.) Tengo mÁs, mucho mÁs... Mire, mire: aquÍ mÁs flores... pÁjaros lindÍsimos... AquÍ cascos de paja... Vea usted quÉ cosa mÁs elegante!
Vicenta. (Con grande admiraciÓn.) Oh, quÉ maravilla!105
MarÍa. (Sigue mostrando.) Vea la encajerÍa para adorno de vestidos.
Menga. (AcercÁndose con Cirila y admirando aquellos primores.) MiÁ, miÁ, lo que trujo pa las seÑoras de acÁ... Hale con ellas, muesama, y engÁÑelas y sÁqueles la110 enjundia, que son bien ricachonas!
Vicenta. Ha tenido el talento de adivinar los adelantos de esta villa...
Menga. QuÉ no discurrirÁ Ésta, si tiÉ los dimonios en el cuerpo!115
Cirila. Los Ángeles tiene, que no demonios, bruta.
Menga. Lo mesmo da... que hay dimonios del Cielo.
Cirila. JesÚs, quÉ blasfemia!
Menga. O angelicos de los infiernos... DÍgolo porque120 Ésta paiz un dimonio, y es, como quien dice, santa... Ea, dame lo mÍo.
Cirila. (La va cargando de piezas.) Santa es: no lo sabes tÚ bien.
Menga. (Acomodando su carga en el cesto y en la125 cabeza.) Echa mÁs... Arre ahora!
MarÍa. AdiÓs Menga, ricachona!
Menga. (Abrumada con su carga.) AdiÓs, Santa Mariucha. (Vase por la izquierda.)
MarÍa. (A Cirila.) No te necesito por ahora. AcompaÑa130 un ratito a mamÁ. (Vase Cirila por la derecha.)
Escena IV
Vicenta. Josefita colocarÁ desde luego parte de estos primores. Ha estado usted felicÍsima. Agramante serÁ dentro de poco un pequeÑo Madrid. Como dice NicolÁs, la ola del lujo avanza, avanza...135
MarÍa. TendrÁ Josefita muchos encargos.
Vicenta. Como que se verÁ muy mal para poder cumplir. Ya sabe usted que para la inauguraciÓn del nuevo teatro tendremos aquÍ la compaÑÍa del EspaÑol. Nos abonaremos... todo el seÑorÍo.140
MarÍa. Y venga lujo, vengan flores y encajes... y sombreros grandÍsimos, que son lo mÁs propio para teatro.
Vicenta. Lo mÁs elegante.
MarÍa. AsÍ da gusto ver las butacas, hechas un bosque145 de plumas.
Vicenta. En nuestro lindo coliseo, desplegarÁ la aristocracia agramantina un lujo... (Sin recordar el adjetivo.) ¿CÓmo se llama al lujo?... Ah! inusitado.150
MarÍa. Bien por Agramante!
Vicenta. Y ahora, otra cosa. (Se sienta frente a ella.) Y esto que voy a decirle, querida mÍa, es un tantico desagradable...
MarÍa. (Alarmada.) ¿QuÉ, Vicenta?155
Vicenta. No, MarÍa, no es para asustarse... Soy su mejor amiga; me intereso mucho por usted, y quiero prevenirla de ciertos rumores...
MarÍa. (Serena.) ¿A ver, a ver?... ¿QuÉ dicen de mÍ?160
Vicenta. Naturalmente, todo el mundo encuentra muy extraordinario, encuentra inverosÍmil que una mujer sola pueda...
MarÍa. ¿Levantar del suelo a una familia, sostenerla en una pobreza decorosa?... Vaya con el milagro!165 ¿Y de esto se asombran?
Vicenta. Se asustan, se escandalizan. Este compra-y-vende de una seÑorita noble, hija de Marqueses, no estÁ en nuestras costumbres.
MarÍa. Ni ello les cabe en la cabeza a estas mujercitas170 encogidas y para poco... Como si lo estuviera oyendo, Vicenta... dirÁn que una mujer no puede ganar dinero...
Vicenta. Honradamente. Se lo digo a usted con toda esa crudeza, para, que se indigne.175
MarÍa. No, amiga mÍa: si no me indigno.
Vicenta. Y se queda tan fresca!
MarÍa. Cuando me determinÉ a sacar a mis padres de la miseria, por los medios que usted conoce, ya contÉ con que me habÍan de tomar por loca, o por otra cosa180 peor... y fortifiquÉ mi alma contra esos ataques... que no podÍan faltar.
Vicenta. ¿De modo que usted no teme...?
MarÍa. ¿A lo que llaman la opiniÓn, a la falsa crÍtica, a la mentira maliciosa? No la temo. Todo es pura185 espuma, y yo soy roca.
Vicenta. Dios la conserve a usted en esa fortaleza y serenidad.
MarÍa. Con ellas me va muy bien: nadie viene a turbarme...190
Vicenta. ¿Nadie? (Picaresca.) Eso no es verdad; que por ser usted mujer de tanto mÉrito, no le falta el asedio de pretendientes, alguno tan enfadoso como el pobre Corral...
MarÍa. Mentecato como Ése!195
Vicenta. Loco estÁ por usted, y a los desdenes responde con mayor exaltaciÓn... La verdad: yo, en el caso y en las circunstancias de usted...
MarÍa. (ImponiÉndole silencio.) No siga, Vicenta, se lo suplico... y hablemos de otra cosa. (TransiciÓn200 rÁpida a las ideas alegres.) Hablemos de esto, de mi lindo comercio. ¿Sabe usted que tengo que ver a Josefita y acordar con ella plazos, precios...?
Vicenta. Iremos juntas. Yo tambiÉn tengo que verla. ¿VÁmonos ahora?205
MarÍa. Dentro de un rato, si le parece bien.
Vicenta. (En actitud de despedirse.) Viene usted a mi casa, o llama desde el balcÓn... (Recordando.) Ah!... Otra cosa: ya decÍa yo que se me olvidaba lo mÁs importante... Esta tarde empiezan las fiestas de210 la Virgen de las Mieses... Es la locura de Agramante. MaÑana y pasado, gran baile popular en el campo que rodea el Santuario, al pie del monte. Es costumbre de las seÑoras principales, en dÍas tan alegres, sacar de las arcas los mantones de Manila.215
MarÍa. ¿Y bailan?
Vicenta. Baila sÓlo el pueblo. Nosotras organizamos meriendas, paseamos en el bosque, nos reunimos las amigas, formamos corros...
MarÍa. Oh, sÍ!... Un rato de expansiÓn, al aire220 libre, entre personas amables, me agradarÁ mucho...
Vicenta. Pues allÁ nos vamos. Yo tengo mantones...
Escena V
MarÍa, Vicenta; LeÓn, por la izquierda.
LeÓn. (En la puerta, gozoso, gallardo, descubriÉndose.) Saludo a MarÍa, estrella de la maÑana, torre de marfil, asiento de la sabidurÍa.225
MarÍa. Ora pro nobis. (Riendo.) CÓmo viene hoy! (Ocupa su sitio en la mesa.)
Vicenta. (Aparte.) JesÚs, quÉ saludos tan poÉticos usa este hombre carbonÍfero!
LeÓn. SeÑora Alcaldesa, Dios la guarde. (A MarÍa.)230 Hoy, mÁs que ningÚn dÍa, anhelaba yo venir a tomar sus Órdenes.
Vicenta. (Aparte.) Y entra aquÍ como en su casa! Pues yo no me voy sin enterarme... (RetirÁndose a la izquierda.)235
MarÍa. No se aparte usted, Vicenta. Todo lo que hablemos LeÓn y yo puede usted oÍrlo.
LeÓn. Tratamos de negocios. (Saca una voluminosa cartera y la pone en la mesa.) SeÑora Alcaldesa, acÉrquese usted. AquÍ no hay secreto, porque los arrebatos240 de mi admiraciÓn por esta seÑorita sin par, de nadie los recato... quiero que sean pÚblicos.
Vicenta. Y lo serÁn... Ya empiezan a serlo.
MarÍa. Vaya, vaya, tenga juicio.
Vicenta. (Maliciosa.) Creo haber oÍdo... que245 MarÍa debe a usted sus conocimientos mercantiles.
LeÓn. No merezco el honor de llamarme su maestro. Si esto se dice, serÁ porque algÚn ejemplo de mi azarosa vida le sirviÓ de lecciÓn saludable. De aquellos ejemplos ha sacado su ciencia; de su ciencia, sus triunfos y la250 reparaciÓn de su casa y familia.
Vicenta. ¿Es cierto, amiga mÍa?
MarÍa. Cierto serÁ cuando Él lo dice, Vicenta.
Vicenta. Bien. (A LeÓn con picardÍa.) Sabe mucho su alumna.255
LeÓn. Que si sabe! (Observando a MarÍa, que sonrÍe.) Vea usted esos ojos, que penetran en toda la realidad humana.
Vicenta. Los ojos!... Ésa es la ciencia que a usted le fascina, seÑor mÍo.260
MarÍa. No le haga usted caso, Vicenta. Hoy le desconozco: el hombre mÁs aplomado y mÁs sereno del mundo, se nos presenta como un cadete sin juicio... ¿QuÉ le pasa a usted hoy?
LeÓn. Me pasa... Pues verÁ usted: hoy he despertado265 con una idea luminosa, que repentinamente brotÓ en mÍ como una inspiraciÓn. PensÉ...
MarÍa. (Con gran interÉs, levantÁndose y pasando al centro.) ¿A ver, quÉ ha pensado el hombre?
LeÓn. Muy sencillo... Pienso... como si Dios murmurara270 en mi alma... pienso que despuÉs de tanto penar, despuÉs del largo espacio de soledad y afanes en mi trabajosa vida, ya merezco el descanso, la alegrÍa. AcÁbese mi Purgatorio y denme el Cielo, que ya tengo bien ganado.275
Vicenta. ¿Y quiÉn es usted para decir y afirmar que lo merece ya?
MarÍa. Eso sÓlo Dios lo decide.
LeÓn. Pues... a eso voy. Creo que Dios ha decidido mi indulto.280
MarÍa. ¿En quÉ se funda para creerlo asÍ?
LeÓn. En que... hoy, hoy ha dispuesto Dios... algo que estimula mis esperanzas. Y al hacerlo asÍ, me ha dicho...
Vicenta. ¿Dios?... ¿Pero habla Dios con los285 comerciantes?
LeÓn. Alguna vez... Pues me ha dicho... «Pobre alma, acÁbese tu suplicio... ven... llama a la puerta de mi Cielo... No faltarÁ un Ángel que te abra...»
Vicenta. ¿Y ha llamado usted?290
LeÓn. Voy a llamar.
Vicenta. (Aparte.) Sin duda estorbo para el llamamiento... Pero aquÍ me planto.
MarÍa. (Queriendo variar de conversaciÓn.) En fin, loquinario, ¿viene usted o no a que pongamos en orden295 nuestras cuentas?
LeÓn. No... Digo, sÍ... vengo a eso... y a otra cosa. Empecemos por las cuentas.
Vicenta. (ApartÁndose.) Ay, ay, ay! Estas cuentecitas... me parece a mÍ que es el diablo quien las300 arregla.
LeÓn. (Saca de su cartera un papel.) LiquidaciÓn de azulejos.
Vicenta. ¿QuÉ, tambiÉn vende alfarerÍa? En el nombre del Padre...305
LeÓn. AlfarerÍa y cerÁmica superior. ¿A quÉ ese asombro? Mi discÍpula pidiÓ a Sevilla dos partidas de azulejos: la una superior, con reflejos metÁlicos... la otra ordinaria. A mÍ me dio el encargo de colocarlas... ¿Pero no ha visto usted el zÓcalo del nuevo salÓn del310 Ayuntamiento?
Vicenta. Y los portales de las casas nuevas... sÍ.
LeÓn. (A MarÍa.) La clase superior se ha vendido ya totalmente. La otra ya irÁ saliendo. Liquidaremos las dos...315
MarÍa. No: liquidemos sÓlo la partida realizada.
Vicenta. (Aparte.) Estas partiditas y estas liquidacioncitas... ay! (Suspira.)
LeÓn. (Saca billetes de su cartera.) Son ochocientas treinta y dos... Rebajadas las letras de AguilÓ Hermanos,320 PasamanerÍa, que paguÉ, resultan...
MarÍa. (DespuÉs de hacer rÁpida cuenta.) No tiene usted que darme mÁs que cuatrocientas catorce, con diez cÉntimos.
LeÓn. Hija, no: seiscientas veintiocho.325
MarÍa. ¿Y su comisiÓn, no la descuenta?
LeÓn. Deje usted. Otra vez serÁ.
MarÍa. No, no. Lucido estÁ el maestro! Vaya un ejemplo que me da!... No hacemos mÁs tratos si no descuenta ahora mismo...330
LeÓn. Bueno, bueno: no riÑa. (Contando.) Cuatrocientas catorce... No discuto con usted ninguna de las formalidades mercantiles, y tomo lo que, segÚn convenio, me corresponde. Esto no quita para que estÉ dispuesto ahora y siempre a dar a usted mi hacienda toda, mi vida,335 y mil vidas si mil tuviera.
Vicenta. (Aparte.) Ay, Dios mÍo, esto estÁ perdido!
MarÍa. Pues con esto, unido a lo que me trajo usted ayer por las vajillas de porcelana superior y la cristalerÍa340 de Bohemia (Contando en la cesta del dinero)... y otras cosillas, tengo en mi caja mÁs de dos mil pesetas... Verdad que hay aquÍ un ingreso... (Picaresca.)
LeÓn. ¿De quÉ?
MarÍa. CuriosÓn!... Esto es una partida secreta...345 un dinerito que me ha caÍdo del Cielo. No puedo decir mÁs.
Vicenta. (Aparte maliciosa.) QuÉ cielo serÁ Ése, SeÑor, de donde caen estos dineritos!
MarÍa. Bueno, bueno. Pues lo que debo a usted350 sigo pagÁndolo en partiditas... AbÓneme otras trescientas pesetas. (Se las pone delante.)
LeÓn. ¿De veras no las necesita? Antes que los principios, estÁ la conveniencia de usted.
MarÍa. (Insistiendo.) No, hijo: cuando digo que...355
Vicenta. (Aparte.) TambiÉn le presta dinero!
LeÓn. (A Vicenta.) Estos son negocios, esto es ley y mutuo auxilio comercial, seÑora Alcaldesa.
MarÍa. Llevamos nuestras cuentas con todo rigor.
LeÓn. AquÍ no hay engaÑo ni misterio. SeÑora mÍa,360 estÁ usted en la casa de la sinceridad, de la honradez mÁs pura.
Vicenta. SÍ, sÍ... Pero estos tratos y combinaciones...
LeÓn. (Con brÍo.) A gritos los digo yo en medio de365 la calle. Y puesto a descubrir mi alma, gritarÉ tambiÉn que quiero a MarÍa, que la quiero con amistad, con respeto, con amor: la trinidad del querer...
MarÍa. (Riendo.) QuÉ sutil y quÉ hiperbÓlico, Dios mÍo!370
Vicenta. ¿PasiÓn tenemos?... Ya dije yo...
LeÓn. Culto fervoroso que no quiere ni debe ocultarse.
MarÍa. Basta ya... CÁllese la boca. Sea usted discreto.375
LeÓn. No puedo callar. La realidad presente me ordena la indiscreciÓn.
MarÍa. (Confusa, turbada.) ¿QuÉ realidad es Ésa que ayer no existÍa y hoy sÍ?
LeÓn. Ha llegado la ocasiÓn de que todos los buenos380 afrontemos la verdad de la vida, y despreciemos todo artificio por imponente que sea.
MarÍa. (Con gran confusiÓn.) ¿QuÉ dice?... ¿quÉ pasa?
LeÓn. Cualquier suceso inesperado abre a la voluntad385 humana caminos nuevos.
Vicenta. Ya, ya. (Con pretensiones de agudeza.) Crisis comercial... ¿no es eso?
LeÓn. SÍ, seÑora... crisis.
MarÍa. ¿Crisis en el comercio de usted o en el mÍo?390
LeÓn. En los dos... No, no: en el de usted.
Vicenta. Subida inesperada en el precio de los artÍculos.
LeÓn. SÍ... ArtÍculo hay que ha estado por los suelos, y ahora sube, sube...395
MarÍa. No entiendo...
Vicenta. Y vendrÁ la quiebra.
LeÓn. Para impedir la ruina de mi amiga, le propongo mi apoyo comercial.
MarÍa. ¿CÓmo?400
Vicenta. Es muy sencillo... asociÁndose...
LeÓn. Propongo un negocio comanditario... sobre nuevas bases... Formulado lo traigo aquÍ. (Saca de su cartera un pliego sellado.)
MarÍa. (Con gran curiosidad, tomÁndolo.) A ver, a405 ver... (Trata de abrirlo.)
LeÓn. No, no: la Índole delicada de este nuevo negocio exige que usted no se entere de Él hasta que pueda consagrarle toda su atenciÓn... en la soledad.
Vicenta. Ya... estorbo.410
MarÍa. No. (Persistiendo en su confusiÓn.) Si no es amor, Vicenta: es...!
Vicenta. ¿Que no? Abra usted y lea.
LeÓn. Ahora no.
Vicenta. Si bien claro lo dijo antes! Huido del415 Purgatorio, se atreve a llamar a las puertas del Cielo.
LeÓn. He llamado, sÍ... y con alma!
Vicenta. Me parece que no le abrirÁn, seÑor mÍo. (Mira alternativamente a LeÓn y a MarÍa. Pausa. MarÍa mira al suelo, a LeÓn; mira la carta. Con los ojos expresa420 todo: alegrÍa, expectaciÓn, miedo de dar a conocer sus sentimientos ante su amiga.)
LeÓn. (Que ha recogido rÁpidamente su cartera y sombrero.) Si no me abren, si soy despedido, volverÉ al lugar de suplicio y expiaciÓn. SÉ padecer; conozco el425 dolor; vivirÉ recogido y encerrado en el desconsuelo infinito... sin que por eso flaquee mi fe cristiana. Siempre dirÉ: Dios en las alturas, MarÍa en la tierra. MarÍa es la paz; MarÍa es la esperanza, la flor y el fruto de todo bien... (Se retira hacia la izquierda.) He llamado y430 espero. (Hace ligera reverencia y se va. MarÍa le sigue con la mirada. Permanece absorta.)
Escena VI
MarÍa, Vicenta; despuÉs Cirila.
Vicenta. (MirÁndola con severidad.) Lea usted... lea para sÍ. HÁgase cuenta de que estÁ sola.
MarÍa. (Vencida de la curiosidad, rasga el sobre;435 desdobla con febril mano el papel, y lee rÁpidamente.) «En previsiÓn de una crisis prÓxima...» ¿Ve usted? no es nada. Cosa de polÍtica, de comercio...
Vicenta. Amiga querida, estoy asustada. Preveo cosas muy graves.440
MarÍa. ¿Por quÉ?
Vicenta. Ya sabe usted cuÁnto la quiero. Lo que he visto y oÍdo aquÍ parÉceme un principio de grandes desastres.
MarÍa. (Abrasada de curiosidad, vuelve a desdoblar la445 carta.) PermÍtame un instante. (Lee para sÍ.) «Crisis de familia...» (Se interrumpe al oÍr la voz de Cirila; vuelve a replegar la carta.)
Cirila. (Entrando por la derecha.) Los seÑores Marqueses bajan ahora.450
Vicenta. Yo me voy. (Retrocede.) Hemos quedado en ir juntas a la romerÍa. VendrÁn conmigo las de GonzÁlez. Por Dios, MarÍa, que no se arrime a usted ese hombre, que no caiga en la estÚpida presunciÓn de acompaÑarla.455
MarÍa. (Sin oÍr lo que dice.) Bien... sÍ... Hasta luego, amiga mÍa.
Vicenta. AdiÓs.
MarÍa. (En cuanto la ve salir, lee rÁpidamente saltando de una carilla a otra.) «Este inmenso amor mÍo,460 hijo de la adversidad, tiene de su madre la firmeza y la esperanza...»
Cirila. (Mirando por la derecha.) Ya vienen...
MarÍa. (Lee saltando.) «Soy incandescente. Ardo: no me consumo. Siempre espero. (Saltando.)... alma465 superior, fuerte... La vida armÓnica... eficaz. (Repliega la carta y la esconde al sentir la voz de su padre.)
Escena VII
MarÍa, Cirila, Don Pedro, Filomena, Don Rafael.
Don Pedro. Hijita del alma, los ratos que nos roban tus quehaceres nos parecen siglos.
Filomena. Y siglos de tristeza, porque debemos470 decirte...
Don Rafael. ¿QuÉ?... ¿Ya empiezan a reÑirla?
Don Pedro. ¿QuiÉn habla de reÑir? Adorada Mariucha, tus ideas de mujer entendida y laboriosa han sido el remedio de nuestra desdicha. Pero...475
Filomena. Te agradecemos en el alma lo primero que hiciste por nosotros...
Don Pedro. La venta de tu ropa de lujo nos pareciÓ un rasgo de cariÑo filial. Lo demÁs...
MarÍa. ¿Lo demÁs, quÉ...?480
Don Rafael. Lo dirÉ yo. Es que no pueden habituarse... cuestiÓn de sangre, de nacimiento... no se acomodan a estos menesteres mercantiles.
MarÍa. Bah, bah. (AcariciÁndoles.) Por Dios, queridos papÁs, reflexionad en lo que consumimos; y si485 habÉis pensado mejor arbitrio para vivir decorosamente, decÍdmelo... Pero ahora no. (Impaciente.) Estoy de prisa.
Filomena. ¿Tienes que salir?
MarÍa. Voy con Vicenta a casa de Josefita.490
Don Pedro. Ya... Pues vete, vete.
Filomena. ¿VolverÁs pronto?
MarÍa. (En el Ángulo de la derecha, quitÁndose el delantal.) En seguida... Dime, papaÍto: de las remesas de esperanzas que te hace mi hermano, ¿ha resultado495 algo positivo?
Don Pedro. (Con tristeza.) Nada, hija mÍa.
MarÍa. Ya ves que ni le han hecho diputado, ni le ha salido aquel negocio, ni nada...
Filomena. Pero en su Última carta nos dice, con500 cierto misterio, que no tardarÁn en despejarse los horizontes.
MarÍa. (ArreglÁndose.) No os fiÉis de horizontes, ni de las nubes esperÉis nada bueno. Miradme a mÍ, que quiero ser vuestro cielo, y mÁs aun vuestra tierra. Dejadme505 que os gobierne, que os cuide, que os alimente... Sed modestos, sencillos, y no soÑÉis con grandezas alcanzadas por arte de magia. (Vuelve al centro ya vestida, el sombrero en la mano.) Mil veces os lo he dicho y hoy os lo repito. El noble arruinado no debe obstinarse en510 aparentar la posiciÓn perdida. HÁgase cuenta de que se ha caÍdo de la altura social, y al caer... naturalmente... cae en el pueblo... en el pueblo de donde todo sale y a donde todo vuelve.
Don Pedro. ¿Pueblo nosotros?... Shocking.515
MarÍa. (ExpresiÓn de incredulidad y burla en el MarquÉs y Filomena.) ¿No lo creÉis, dudÁis?... Pues no dudÉis nunca del amor ni de la abnegaciÓn de vuestra hija.
Filomena. (PoniÉndole el sombrero.) SÍ, sÍ... No520 dudamos... Pero no te detengas, hija.
Don Pedro. (Deseando que salga.) Lo primero tus asuntos.
MarÍa. No tardarÉ. (Indica a Cirila las cajas que ha de llevar.)525
Don Rafael. (Aparte a MarÍa, junto a la puerta.) ¿VolverÁ usted pronto?
MarÍa. (Aparte a don Rafael, con vivo afÁn.) SÍ: espÉreme usted aquÍ, don Rafael. Tengo que hablarle.
Don Rafael. ¿Cosa de importancia?530
MarÍa. De inmensa importancia y gravedad.
Don Rafael. AquÍ estarÉ. (Sale MarÍa, seguida de Cirila con cajas.)
Escena VIII
Don Pedro, Filomena, Don Rafael.
Don Pedro. (Esperando que se aleje.) Ahora, aprovechando su ausencia... (A Filomena, que se asoma a535 la puerta.) ¿EstÁ lejos?
Filomena. Ya estÁn en la calle... Registremos todo. (DirÍgense los dos a la mesa de escribir.)
Don Rafael. ¿Pero quÉ hacen?
Don Pedro. (Probando a abrir el cajÓn de la540 mesa.) Veamos si se encuentra aquÍ la clave de este misterio.
Filomena. (DÁndole un manojito de llaves.) Prueba con estas llaves.
Don Rafael. Pero, seÑor MarquÉs...545
Don Pedro. Alguna habrÁ que sirva. (Probando llaves.) Ésta no va... probemos otra.
Don Rafael. PermÍtanme que les diga...
Don Pedro. SÍ: que es cosa fea esta violaciÓn de cerraduras...550
Filomena. Pero se trata de un ser adorado...
Don Pedro. Que no queremos que se nos extravÍe.
Filomena. Nos encontramos frente a un tremendo enigma...
Don Pedro. (Probando otra llave.) A ver Ésta...555 SeÑor don Rafael, el enigma es Éste: ¿cÓmo se puede atender a las necesidades de esta familia, y pagar el colegio de los niÑos, vendiendo flores de trapo y jugando a las tiendas?
Don Rafael. Puede ser, cuando ella lo hace.560
Don Pedro. Pero de veras, don Rafael, ¿usted no duda?
Filomena. ¿No sospecha...?
Don Rafael. (Con energÍa.) Ni sospecho ni dudo. Yo creo en MarÍa.565
Don Pedro. (Lanzando una exclamaciÓn de alegrÍa al sentir que se abre la cerradura.) Ah! (Tira del cajÓn.)
Filomena. Abierto! (Se aproxima con viva curiosidad.)
Don Pedro. Venga usted, seÑor Cura, y examine...570
Don Rafael. (AlejÁndose.) Yo no: soy confesor; pero no abro las conciencias con llave falsa.
Filomena. (Dando prisa a don Pedro.) Registra pronto, por si vuelve.
Don Pedro. (Sacando con gran respeto la cestilla575 del dinero.) Santa BÁrbara, cuÁnto dinero! (Se asombra de su contenido.)
Filomena. (Mirando el dinero sin contarlo.) Pasa de quinientas pesetas...
Don Pedro. (Contando a la ligera.) Doscientas...580 cuatro... seis... Y tambiÉn mil... (MÁs asombrado.) Y tambiÉn dos mil!... Y aquÍ un sobre que contiene billetes. A ver, ¿quÉ dice aquÍ? (Lee el sobre.) «Dinero del Cielo.»
Don Rafael. (Aparte.) Ahora es ella!585
Don Pedro. Tanto dinero me pone en gran confusiÓn.
Filomena. Y a mÍ.
Don Rafael. A mÍ no. Dios ha favorecido a la niÑa en sus negocios.
Don Pedro. La legÍtima ganancia no puede ser tan590 grande.
Filomena. No nos harÁ creer don Rafael que Dios multiplica los billetes de Banco.
Don Rafael. ¿No multiplicÓ los panes y los peces?
Don Pedro. Amigo mÍo, no estamos en los tiempos595 bÍblicos.
Don Rafael. En los tiempos bÍblicos y en todos los tiempos, Dios hace lo que le da la gana.
Filomena. Y este dinero bajado del Cielo, ¿quÉ significa? Yo no lo entiendo.600
Don Pedro. QueridÍsimo Cura, ¿no comprende usted que hay misterio?
Don Rafael. Misterio habrÁ. Pero mi fe religiosa me ha enseÑado a creer lo que no entiendo. Creo en MarÍa.
Filomena. (A Don Pedro.) Sigue... A ver si los605 papeles nos aclaran el enigma.
Don Pedro. (Pone la cestilla donde estaba. Saca papeles.) Cuentas... facturas...
Filomena. Lee.
Don Pedro. (Leyendo.) «Letras pagadas por610 LeÓn... Saldo con LeÓn...»
Filomena. ¿Y esto, don Rafael?... ¿QuÉ dice de esta ingerencia del carbonero en los asuntos de mi hija?
Don Rafael. (Imperturbable, paseÁndose.) Creo en Mariucha.615
Don Pedro. (Examinando otro papel.) Una cuenta de sus gastos... (Lee.) «Caja de puros Henry Clay para papÁ... la pensiÓn de los niÑos... (Alzando la voz.) Pagado a LeÓn...»
Filomena. (Que tambiÉn ha examinado papeles.) Y620 aquÍ: «Cobrado de LeÓn...» Esto ya es demasiado.
Don Pedro. (Repitiendo.) Debido a LeÓn... entregado a LeÓn... recibido de LeÓn!... Pero esto es una cueva de leones! (Se levanta indignado.)
Filomena. (Con disgusto.) DÉjalo ya... tapa...625 cierra.
Don Pedro. (A Don Rafael.) ¿QuÉ significa la repeticiÓn de este maldito nombre en todos los apuntes, en todas las cuentas?
Don Rafael. No sÉ... Con leones y sin leones, creo630 en Mariucha; creo en la que ha sido y es imagen de la Providencia, mensajera de los consuelos que Dios envÍa a una desgraciada familia...
Filomena. Oh, quiÉn pudiera creer...! (Óyense las voces de Corral y Bravo dentro.)635
Don Pedro. Si esa fe se nos pudiera comunicar!... Ah! ¿QuÉ voces son esas?
Escena IX
Don Pedro, Filomena, Don Rafael, Corral, Bravo.
Corral. (En la puerta, ambos con grandes aspavientos de alegrÍa, descubriÉndose.) Vivan los seÑores Marqueses de Alto-Rey!640
Bravo. Vivan...!
Corral. Viva el muy ilustre caballero, la nobilÍsima dama y la elegantÍsima seÑorita, el elegantÍsimo Ángel...! (Notando la ausencia de MarÍa.) ¿Pero no estÁ el Ángel...?645
Bravo. Vivan todos, vivaaaan!
Don Pedro. (En gran confusiÓn.) ¿Pero quÉ es esto?... ¿Por quÉ tanto jÚbilo?...
Don Rafael. ¿Os ha picado la tarÁntula? (Don Rafael lleva aparte a Bravo para interrogarle.)650
Filomena. (Muy impaciente.) ExplÍquenos, Corral...
Don Rafael. (Aparte a Bravo, oÍda su explicaciÓn.) ¿Pero es verdad?
Bravo. He visto los telegramas...
Don Rafael. Dios nos asista! Esta gente se va a655 volver loca.
Corral. (A los Marqueses.) No les doy la noticia sino a cambio de una promesa.
Don Pedro. (Vivamente.) SÍ, sÍ... por prometido, por prometido.660
Corral. Promesa, seguridad quiero de que han de influir en el Ánimo del Ángel de la casa... para que...
Don Pedro. Bueno, bueno... se harÁ... Diga...
Escena X
Los mismos; el Alcalde, MarÍa, Cirila, que entran por la izquierda.
Alcalde. ¿QuÉ...? ¿Se me han anticipado estos locos?665
Don Pedro. (Abrasado de impaciencia.) Alcalde, ¿quÉ hay?
Alcalde. Que me debe usted una merienda en el campo. He ganado la apuesta.
Don Pedro. Ah! (QuÉdase con la palabra atravesada670 en la garganta.)
Filomena. (A MarÍa.) ¿Hija... quÉ?
MarÍa. (Sin mostrar alegrÍa, pero sin afectaciÓn de pena.) Queridos padres, vuestras esperanzas son realidad.675 Mi... (Iba a decir «mi hermano:» se corrige.) Vuestro hijo serÁ antes de una semana... el esposo de Teodolinda.
Don Pedro. JesÚs!... Oh!... (Quiere hablar y no puede. Queda como paralizado.)
Alcalde. La noticia es de las que al modo de centella680 pueden herir. Por esto CesÁreo se sirve de mÍ como pararrayos. Vean los telegramas. Son de ayer: han venido con retraso. (Les alarga los telegramas. Filomena los arrebata.)
Filomena. DÉme...685
Don Pedro. No, no... mentira... no creo... (Es acometido de una violenta perturbaciÓn nerviosa.)
Filomena. (Leyendo trÉmula, la voz cortada.) «Casamiento... lunes prÓximo... Teodolinda... abraza a sus padres... amorosa hija...»690
Don Pedro. (Alelado.) No creo... no creo... Millones de pesos... diez... Falso, falso... no existen... fantasÍa nÚmeros... ilusiÓn... mentira...
Filomena. (Mostrando los telegramas.) Pero, hijo, mira...695
Don Pedro. (Tiemblan sus manos; su mirada divaga. Cae en el sillÓn. Acude MarÍa a su lado.) Tele... telegramas mentira... de la elec... elec... tricidad. (Compungido, con amago de parÁlisis.) Quieren vol... volverme loco. Quieren ma... ma... tarme.700
MarÍa. Cree, papÁ, y alÉgrate.
Don Pedro. (Abrazando a su esposa con infantil ternura.) Filomena!
Filomena. Tanto padecer ha tenido al fin su tÉrmino.
Don Pedro. (Abrazando a su hija.) Hija del alma,705 Ángel del Cielo...!
MarÍa. (En brazos de su padre.) Ya eres feliz, papaÍto querido. (Entra Cirila con un vaso de agua.)
Don Pedro. (LevÁntase y acude a ellos.) Don Rafael, Alcalde, Corral, Juez... ¿Pero es verdad?710
Don Rafael. SÍ: creo en MarÍa... (CorrigiÉndose.) Creo en CesÁreo... (Se aparta con Bravo.)
Alcalde. Dios no abandona a los buenos.
MarÍa. (OfreciÉndole el vaso de agua.) Bebe un poquito de agua, y serÉnate. (ContinÚan MarÍa y su715 madre animÁndole con cariÑosas expresiones. Forman grupo junto a una de las rejas del fondo.)
Don Rafael. (Con Bravo a la izquierda.) Con este inaudito casorio, que no sÉ si es obra de Dios o del mismo diablo, tendremos al don CesÁreo de perpetuo cacicÓn,720 o feudal amo de todo este territorio. (Se agregan el Alcalde y Corral.)
Bravo. SÁtrapa y mandÓn de Agramante para in Æternum.
Corral. Ayer fueron inscritas en el Registro las725 Albercas.
Alcalde. Y las pertenencias mÁs ricas de Somonte son suyas.
Don Rafael. Y el aire, y el sol, y la luna... y nuestra respiraciÓn, y hasta las pulgas que nos pican. (Incomodado730 se aleja del grupo.)
Don Pedro. (Que ha leÍdo con infantil risa los telegramas.) Bien claro estÁ. (Lee.) SaldrÉ... recoger familia...
MarÍa. Pero no dice cuÁndo.735
Filomena. SerÁ hoy, maÑana...
Don Pedro. Naturalmente, iremos a la boda... Ya creo, ya creo. (Su crisis nerviosa se resuelve subitamente en una inquietud o desvarÍo mecÁnico. Recorre la escena con paso inseguro; despuÉs en actitud gallarda y altanera.)740
MarÍa. (SiguiÉndole.) PapÁ, ten calma...
Don Pedro. (A Filomena, que tambiÉn le sigue.) Inmediatamente, dispÓn los equipajes...
Filomena. Recogeremos todo. Puede llegar CesÁreo de un momento a otro...745
Don Pedro. AdiÓs, maldito Agramante; adiÓs, triste destierro...!
MarÍa. PapÁ, no maldigas esta tierra de nuestro descanso.
Alcalde. Lo que es alegrÍa para ustedes es pesar750 para nosotros. Se van. (Don Pedro, MarÍa, Corral, Bravo forman grupo a la izquierda hablando de si se van o no pronto. Filomena pasa a la derecha, donde estÁ don Rafael meditabundo.)
Filomena. Ahora, mi venerable amigo, me toca a mÍ755 estar alegre, en premio de la alegrÍa que di a los pobrecitos enfermos, a quienes usted socorriÓ con mis ahorrillos...
Don Rafael. Mucho, mucho!... Pues se pusieron contentÍsimos, y se arreglaron, vivieron...
Filomena. ¿Y eran enfermos graves...?760
Don Rafael. GravÍsimos, amiga mÍa... SocorrÍ a una familia en la cual estaban todos... o casi todos, locos perdidos.
Filomena. ¿Furiosos?
Don Rafael. AsÍ, asÍ... Eran mÁs bien pacÍficos.765
Filomena. Pues ahora, en acciÓn de gracias, el primer dinero que caiga en mis manos serÁ para...
Don Rafael. (Con gracejo irÓnico.) Otro mantito para la Virgen...
Filomena. Y que serÁ esplÉndido.770
Don Rafael. Oh, sÍ: mucho, mucho! Manto bordado de perlas y esmeraldas con una orla en que se repita esta dulce leyenda: Creo en MarÍa. (Filomena cruza las manos con emociÓn beatÍfica. Siguen hablando. Don Pedro continÚa rodeado de todos en el otro grupo,775 rebosando satisfacciÓn.)
Corral. Ahora, seÑor MarquÉs, como si lo viera, me le hacen a usted Embajador.
Don Pedro. (Vanidoso, sin perder su dignidad.) No dirÉ que no. QuizÁs lo aceptarÍa por complacer al Gobierno,780 y porque me conviene tomar las aguas de Carlsbad. (A MarÍa.) Y a ti te probarÁn muy bien las de Charlottenbrunn, en Silesia.
MarÍa. ¿A mÍ? Si estoy reventando de salud! (Apartada de todos los grupos, se sienta junto a una de785 las rejas. Su actitud es de inquietud y melancolÍa.)
Don Pedro. Y para ti, Filomena, estÁn indicadas las de Teplitz, en Bohemia.
Filomena. No hagas proyectos, hijo, que ya es hora de sentar la cabeza.790
Don Rafael. ¿Y quÉ falta le hacen a usted embajadas, don Pedro?
Don Pedro. En todo caso, alguna de las que no dan quebraderos de cabeza y son puestos de pura etiqueta: por ejemplo, la de San Petersburgo.795
Corral. Vale mÁs que le hagan a usted embajador en Agramante.
Alcalde. En este territorio, sÍ, donde ha de tener CesÁreo tanta propiedad...
Don Pedro. Ya puede mi hijo ir pensando en mejorar800 los cultivos. Yo tengo pasiÓn por la agricultura. (Jactancioso.)
Don Rafael. Mucho, mucho! (Explicando don Pedro sus planes agrÍcolas van pasando al centro. MarÍa y Corral quedan a la izquierda.)805
Corral. (Aparte a MarÍa.) Por Última vez, Mariquita...
MarÍa. Por Última vez! Ya respiro.
Corral. AllÁ va mi... ultimatum...
MarÍa. (Con fingida benevolencia.) Ah! don Faustino.810 Mis padres pican ahora muy alto. Y si va papÁ, como parece probable, a la embajada de San Petersburgo, de fijo querrÁn casarme con un prÍncipe ruso.
Corral. ¿Es burla?... Ah, ingrata, ingrata!
Don Pedro. MarÍa. (Acude MarÍa al grupo del centro.)815
Corral. (Aparte, despechado.) Bromitas a mÍ! Ya verÁ mi Ángel las que yo gasto... (Caviloso, pasa a la derecha.)
Don Pedro. Ya podÉis ir preparando la merienda...
Filomena. De eso me encargo yo. ¿CuÁntos...?820 (Don Pedro, MarÍa, Filomena y el Alcalde quedan a la izquierda ocupÁndose de la merienda. Pasan a la derecha Corral, Bravo y don Rafael.)
Bravo. (A Corral.) DÉse usted por muerto, Faustino.
Don Rafael. Tu papel ya no es cotizable.825
Bravo. (ZumbÓn.) Han bajado horrorosamente los brillantes... Y yo pregunto: ¿continuarÁ en alza el carbÓn?
Don Rafael. (Indignado.) ¿QuÉ decÍs ahÍ, farsantes, envidiosos? (Indignado, se retira.)830
Bravo. (Solo con Corral.) Don CesÁreo se encargarÁ de dar un corte a esta ignominia... SÓlo que... me temo que llegue tarde.
Corral. Para que llegue a tiempo, estoy yo aquÍ, que madrugo... Ya estoy pensando el telegrama que835 voy a poner... esta misma tarde.
Don Pedro. (Contestando a Filomena.) No, no... no me conformo con invitar a los presentes.
MarÍa. ¿Pues a quiÉn...?
Don Pedro. Convido a todo el Ayuntamiento, a los840 Juzgados de primera instancia y municipal, a la oficialidad de la zona, a la Guardia civil, a los maestros de las escuelas pÚblicas, al clero parroquial...
Filomena. Hijo, por Dios...!
Don Rafael. DÉjele usted. Dios a todo proveerÁ.845 (Óyese rumor lejano de alegrÍa popular: voces, guitarras, panderetas.) Ya comienza el festejo.
Don Pedro. AlegrÍa del pueblo, eres mi alegrÍa.
Escena XI
Los mismos; Vicenta, SeÑora y SeÑoritas de GonzÁlez. Las cuatro con mantÓn de Manila y claveles en el pelo. Una de las seÑoritas trae un manojo de claveles, y Vicenta un mantÓn en caja o paÑuelo.
Vicenta. A dar a todos mi enhorabuena y a llevarnos a MarÍa.850
SeÑora de GonzÁlez. SeÑora Marquesa, reciba usted nuestros plÁcemes.
SeÑorita 1ª. SeÑor MarquÉs, nos alegramos infinito.
Don Pedro. Gracias, mil gracias, seÑora y seÑoritas...855
Vicenta. (Mostrando el mantÓn a MarÍa.) Para usted traigo Éste, que serÁ de su gusto.
MarÍa. Oh, sÍ... estÁ muy bien! (Lo desdobla.)
SeÑorita 2ª. A ver, a ver. (Se lo pone.) Oh, quÉ bien!860
Filomena. Admirable! (Todos aprueban. Suenan mÁs cerca los cantos y mÚsicas populares.)
Don Pedro. Oh... todo es jÚbilo!
SeÑorita 1ª. (A MarÍa.) Ahora los claveles. (Con ademÁn de ponÉrselos. MarÍa se sienta.)865
MarÍa. (DejÁndose adornar.) PonÉdmelos a vuestro gusto.
Bravo. (Aparte a Corral, seÑalÁndole a MarÍa.) Vea usted quÉ preciosidad!
Corral. (Torciendo el rostro.) No la miro; no quiero870 mirarla. Se me va la vista; me da el vÉrtigo. (Pasan por el foro animados grupos de mozas del pueblo, con mantÓn de Manila, tocando panderetas; muchachos con guitarras y bandurrias. Marchan al son de un pasacalle.)
(Para ver la muchedumbre alegre, acuden a las rejas875 todos menos MarÍa, que permanece a la derecha en actitud silenciosa y triste. Don Rafael a ella se aproxima.)
Don Rafael. (A MarÍa.) Hija mÍa, veo que no estÁ usted alegre, y aquÍ vengo yo.
MarÍa. (Consternada.) Lo que a mis buenos padres880 tanto regocija, a mÍ me anonada.
Don Rafael. Pero usted es un corazÓn fuerte, y afrontarÁ valerosa las desventuras que la esperan.
MarÍa. (Muy afligida.) ¿Y cree usted que podrÉ...?
Don Rafael. Lo veo muy difÍcil. A los fuertes se885 debe la verdad. Lo creo imposible.
MarÍa. Desdicha inmensa si usted me abandona!
Don Rafael. Yo, no. Creo en Mariucha!
MarÍa. Pues promÉtame hacer lo que yo le diga... Usted me ha dado la mayor prueba de estimaciÓn y890 confianza entregÁndome, para ayudarme a sostener a la familia, el dinero del Cielo.
Don Rafael. Era lo mÁs cristiano.
MarÍa. DÍgame: ¿pasado maÑana habrÁ tambiÉn fiesta?895
Don Rafael. Ya lo creo: serÁ el gran dÍa. Tiene usted que venir con mis sobrinitas a la alborada, y despuÉs...
MarÍa. Pues pasado maÑana...
Don Rafael. ¿QuÉ tengo que hacer?900
MarÍa. Bien poca cosa: no separarse de mÍ, ir siempre a mi lado. (Permanece meditabunda y llorosa.)
Don Rafael. ¿Y no es mÁs que eso? IrÉ con usted, a donde quiera.
Don Pedro. (Que se aparta de la reja, con los demÁs,905 visto ya el paso de la multitud alegre.) Mariucha, ¿pero no has visto...? (La observa llorosa.) Hija mÍa, ¿lloras?
MarÍa. (SecÁndose las lÁgrimas.) No, no, papaÍto, es que...
Don Rafael. Lloraba de gozo.910
Don Pedro. Vamos, ven, y confundamos nuestro gozo con la alegrÍa popular.
Filomena. Alegre estÁ todo: el Cielo, la villa, el pueblo.
MarÍa. (RehaciÉndose, con potente esfuerzo, hace rÁpida915 transiciÓn de la tristeza al contento: su pecho se ensancha, sus ojos resplandecen.) Y yo, tambiÉn. (Con efusiÓn de su alma cogiendo el brazo de don Rafael.) Yo tambiÉn soy pueblo... porque soy pobre.
Don Pedro. (Un poco sorprendido de la frase.) ¿QuÉ,920 quÉ?
MarÍa. Llevadme a la fiesta, al campo, al sol... al sol, que es la pompa de los humildes.