CrujÍa baja del patio claustrado en el palacio de Alto-Rey. Todos los huecos de la galerÍa estÁn cubiertos de cristalerÍa antigua emplomada, a excepciÓn del mÁs prÓximo a la derecha, que es entrada de una glorieta cerrada, en su parte interior, por enrejado cubierto de enredaderas. Dicha glorieta se supone hecha para ocultar aquel lado del claustro que estÁ en ruinas. Al extremo derecho de la galerÍa estÁ el arranque de la escalera que conduce a las habitaciones altas de los Marqueses; al izquierdo puerta practicable por la cual se sale al centro del patio y a la calle.
En la casa de la izquierda, puerta y reja del almacÉn de carbÓn.
Bancos de piedra arrimados a los cristales. Es primera hora de la noche. Claridad viva de luna llena ilumina la glorieta y arranque de la escalera, y la parte derecha del escenario.
Escena Primera
LeÓn, Cirila, que salen por la izquierda. LeÓn con la cara lavada.
LeÓn. ¿EstÁ usted segura de lo que dice? RepÍtamelo.
Cirila. ¿Otra vez?
LeÓn. Es tan extraordinario, tan fuera de lo comÚn, el mensaje traÍdo por usted, que... OÍdo ya tres veces,5 no me determino a creerlo.
Cirila. Pues a la cuarta va la vencida. Mi seÑorita, la seÑorita MarÍa, hija de los seÑores Marqueses de Alto-Rey... ¿Duda usted de que exista mi seÑorita?
LeÓn. No puedo dudar de lo que he visto. Lo que10 dudo es que...
Cirila. ¿No se llama usted LeÓn, don LeÓn o el seÑor LeÓn? ¿No tiene la cara negra?
LeÓn. Ya me he lavado... MÍreme bien.
Cirila. Bueno: es usted el sujeto con quien hablar15 desea.
LeÓn. ¿AquÍ?
Cirila. La seÑorita irÁ esta noche a esa gran fiesta en casa de...
LeÓn. Ya...20
Cirila. Mis amos, para que la seÑora Alcaldesa no se moleste en venir a buscarla, han determinado que yo la lleve a casa de la seÑora Alcaldesa... ahÍ enfrente... La seÑorita baja conmigo... la espera usted... Por aquÍ, segÚn veo, no pasa a estas horas un alma...25
LeÓn. Nadie. El Juzgado municipal estÁ cerrado de noche.
Cirila. Hablan la seÑorita y usted... delante de mÍ...
LeÓn. Hablamos... hablarÁ ella, y me dirÁ... Perdone usted: esta confusiÓn y estas dudas mÍas provienen30 de la obscuridad y del acento turbado con que usted se expresa. Usted entrÓ en mi casa diciendo que traÍa una carta para mÍ... DespuÉs...
Cirila. (InterrumpiÉndole.) Porque la seÑorita me dio la carta para el seÑor LeÓn, y apenas la puso en mis35 manos, me la arrebatÓ diciÉndome: «No, no: nada de carta. Aunque es muy penosa esta declaraciÓn hablada, prefiero...» (Sintiendo rumor en la escalera.) Ah! ya viene. (MarÍa desciende cautelosa, aplicando el oÍdo, mirando a todos lados. DetiÉnese a cada peldaÑo, con temor40 y ansiedad. Viene vestida para la fiesta nocturna, con traje de extraordinaria elegancia y riqueza. Sombrero; abrigo de verano. La luna llena ilumina la hermosa figura.)
Escena II
MarÍa. AquÍ estÁ... Me espera. (Parada en el primer peldaÑo, temerosa.) Oh! no me atrevo... le dirÉ45 que se vaya, que me equivoquÉ... Es necedad, locura...
Cirila. (Se acerca a ella, secreteando.) Te aguarda... ¿QuÉ... temes?
MarÍa. (RehaciÉndose.) Ay, sÍ!... Pero mÁs que mi miedo podrÁ el tesÓn del alma mÍa. Lo que resolvÍ50 despuÉs de mucho meditar, debe hacerse, se harÁ... InspÍreme Dios y fortalÉzcame. Cirila, tÚ te sientas aquÍ para avisarme si alguien de casa...
Cirila. SÍ, sÍ: yo estarÉ al cuidado... (Se sienta en el primer peldaÑo.)55
MarÍa. (Aparte, avanzando.) Es bueno, es generoso... Nos atenderÁ... Con esta esperanza me aventuro...
LeÓn. (Respetuoso.) SeÑorita... estoy a sus Órdenes.
MarÍa. Gracias... Si me he permitido molestarle... (Aparte.) No sÉ cÓmo empezar. EstudiÉ un principio60 muy oportuno... y ya se me ha ido de la memoria...
LeÓn. Para mÍ es grande honor...
MarÍa. (Aparte recordando.) Ah! ya... (Alto.) Pues mi padre... (Aparte.) No era esto... (Alto.) Mi hermano...65
LeÓn. Su hermano de usted hizo esta maÑana un reconocimiento minucioso de mi fisonomÍa. Le estorbaba un poco la mÁscara de carbÓn que llevaba yo entonces...
MarÍa. Signo, emblema de un trabajo honrado. (Aparte.) Me parece que voy bien. Debo ganarme su70 voluntad. (Alto.) Mi hermano creyÓ ver en su cara de usted cierto parecido con un muchacho de Madrid... un mala cabeza, que dio mil escÁndalos y cometiÓ... no sÉ quÉ diabluras... Realmente no existe semejanza.
LeÓn. ¿Que no existe semejanza? ¿Y usted lo75 afirma?
MarÍa. (Principiando a sospechar, mirÁndole atenta.) SÍ... yo... conocÍ al tal. Verdad que no recuerdo bien su fisonomÍa. Por eso dije luego: «No es aquÉl, CesÁreo; es otro.»80
LeÓn. Su hermano de usted, creyendo ver en esta cara facciones conocidas, estaba en lo cierto. Soy Antonio Sanfelices.
MarÍa. (Retrocediendo asustada.) Oh, Dios mÍo! Usted... PerdÓneme si he dicho... (Aparte.) Ay!85 ahora la he hecho buena.
LeÓn. No tengo por quÉ perdonarla. SosiÉguese usted.
MarÍa. No haga usted caso... Juzgando por lo que oÍ, dije...90
LeÓn. Si ha estado usted excesivamente benigna en la calificaciÓn de mis actos! Diabluras ha dicho. Fue algo mÁs... Si quiere usted atenuar mis faltas, diga: complicidad irreflexiva en delitos graves.
MarÍa. (Asustada.)Ay, Dios mÍo! Yo no digo95 nada, ni sÉ nada de eso... Y no tema que yo le delate, ni que descubra su verdadero nombre.
LeÓn. En realidad, no tengo ya por quÉ ocultarlo. LeÓn es mi segundo nombre de pila. Lo adoptÉ como primero en los dÍas mÁs horrendos de mi vida, cuando,100 abandonado por unos, de otros perseguido, me vi solo, encadenado a mi conciencia, frente al mundo inmenso, que me pareciÓ el conjunto de todas las iras contra mÍ. Hoy conservo este nombre porque en Él veo la forma bautismal de mi regeneraciÓn. Usted, con divina perspicacia,105 acertaba cuando dijo: «No es aquÉl, CesÁreo; es otro.»
MarÍa. (Reflexiva.) Es usted otro.
LeÓn. El hombre lleva en sÍ todos los elementos del bien y del mal. Excelentes personas han caÍdo en la110 perdiciÓn; santos hay que fueron perversos.
MarÍa. Si es usted de estos Últimos, dÉjeme que le admire.
LeÓn. Merezco quizÁs el respeto de usted; admiraciÓn, no.115
MarÍa. La desgracia, tal vez la miseria, le han obligado a luchar; la lucha le ha redimido: ¿no es eso?
LeÓn. Criado fui en la holganza... Puedo decir que no tuve padres, porque murieron dejÁndome muy niÑo. Hombre ya, heredÉ una fortuna, que vino a mis manos120 cuando la compaÑÍa de amigos, peores que yo, me habÍa educado ya en los vicios de la disipaciÓn y el juego, en el menosprecio de toda rectitud... CorrÍ desvanecido por el mundo, ciego y desmandado. Este vÉrtigo, este correr loco, forzosamente habÍan de precipitarme al125 abismo. Mis amigos iban delante, mÁs ciegos que yo. Si el dinero nos faltaba, quÉ arbitrios, quÉ combinaciones depravadas para procurÁrnoslo! Por fin, la escasez nos arrastrÓ a la desesperaciÓn, la desesperaciÓn a la ignominia, Ésta al escÁndalo, y el escÁndalo nos estrellÓ130 contra la justicia, y nuestros nombres fueron oprobio de familias respetables.
MarÍa. (Con estupor candoroso.) JesÚs! ¿Y por quÉ, dÍgame, por quÉ fue usted tan malo?
LeÓn. Óigame, seÑorita, y vea toda mi maldad. Un135 compaÑero mÍo de aquellas locuras discurriÓ... poner en un documento de crÉdito una firma que no era la suya. (Movimiento de reprobaciÓn en MarÍa; protesta viva de LeÓn con mirada y gesto.) Yo no lo hice... me repugnaba. Mi complicidad consistiÓ en que pude evitar el fraude, y140 no lo evitÉ... por el provecho momentÁneo que de Él tuve. Mi aturdimiento fue causa de que el menos culpable, yo, apareciese mÁs recargado de responsabilidad y...
MarÍa. (Vivamente.) De todo eso tengo yo una idea145 vaga... En Madrid, por unos dÍas, no se hablÓ de otra cosa. Su tÍo de usted, el MarquÉs de Tarfe...
LeÓn. Mi tÍo, que hasta entonces no se habÍa cuidado de mÍ, se mostrÓ grande, generoso y justiciero ante la deshonra que yo arrojÉ sobre la familia. Con su dinero150 fue cancelado el infamante documento; por gestiÓn suya fue sobreseÍda la causa que se nos formÓ; y tratÁndome con severidad cruel, no tan cruel como yo merecÍa, me dio lo preciso para irme a CÁdiz, donde un amigo suyo tenÍa el encargo de embarcarme para AmÉrica.155
MarÍa. Eso entendÍ... que se habÍa ido usted a Montevideo, al Brasil, no sÉ... Siga.
LeÓn. Pero estoy importunando a usted con mi triste historia, impidiÉndole...
MarÍa. (Vivamente.) No: si eso me interesa mÁs160 que nada. Cuente... Se embarcÓ usted...
LeÓn. A embarcarme iba; pero en el camino caÍ enfermo, y en mi enfermedad y en mantenerme gastÉ el dinero que llevaba. Solo, vagabundo, sin mÁs amparo que el Cielo arriba, mucha tierra por delante, entrÉ en165 relaciones con mi conciencia, y empecÉ a creer que un hombre nuevo alentaba en mÍ.
MarÍa. (Con intensa curiosidad.) ¿Pero cÓmo vivÍa, cÓmo pudo arreglarse? CuÉnteme esa parte de su historia...170
LeÓn. ¿Le agrada a usted?
MarÍa. Es muy bonita... digo, es la mÁs interesante...
LeÓn. Y la mÁs terrible. No podrÁ usted, con todos los atrevimientos de su imaginaciÓn, reconstruir las torturas175 mÍas, la fatiga inmensa, el angustioso via crucis tras la caridad pÚblica, la miseria, los ultrajes... Pero todo esto era necesario para que naciese el hombre nuevo, y allÍ naciÓ, en aquel vivir doloroso...
MarÍa. RefiÉrame todo, sin omitir nada. (Se sienta180 en el banco de piedra, y escucha poniendo toda su alma en el relato.)
LeÓn. Pues mire usted, ni aun en los trances de mayor desesperaciÓn me decidÍ a quitarme la vida.
MarÍa. ¿No pensÓ usted en suicidarse?185
LeÓn. SÍ pensÉ alguna vez; pero en el momento de consumarlo, me detenÍa... Me daba lÁstima de matar al hombre nuevo... Me parecÍa que mataba a un niÑo.
MarÍa. (IdentificÁndose con la idea.) SÍ, sÍ: lo comprendo, lo siento yo... Siga.190
LeÓn. Sin norte ni rumbo, yo atravesaba sierras, valles, estepas... Caridad encontrÉ en algunos lugares; en otros desprecio, palos, burlas...
MarÍa. (Compadecida.) Ay, quÉ hambres pasarÍa, pobrecito!195
LeÓn. He recogido sobras de las cocinas mÁs miserables; los pastores me han dado a rebaÑar sus sartenes.
MarÍa. Y andando, andando siempre, con su cruz a cuestas.
LeÓn. Con mi cruz... y con mi conciencia, que ya200 no me ponÍa cara muy adusta.
MarÍa. Ya le sonreÍa, le alentaba... Y usted siempre adelante.
LeÓn. Hasta que lleguÉ a las minas de Somonte. AllÍ pedÍ trabajo. Me lo prometieron... Entre tanto,205 ayudaba a los carreteros a cargar carbÓn.
MarÍa. Y asÍ vivÍa...
LeÓn. AllÍ tuve el primer dinero ganado por mÍ; pero con quÉ trabajos!... Un dÍa se muriÓ de viejo un pobre borrico que trabajaba con un carro pequeÑo.210 Yo lo sustituÍ.
MarÍa. JesÚs!
LeÓn. Y tirando de mi cargamento, aquÍ lo traje. Fue la primera vez que entrÉ en Agramante... VolvÍ a la mina. Un secreto instinto, algo como una naciente215 vocaciÓn del hombre nuevo, movÍa mi voluntad, movÍa mis manos a una ocupaciÓn que era mi mayor gusto... Cuando los carros se ponÍan en camino, yo recogÍa los pedacitos de carbÓn que caÍan al suelo. Recogiendo y acopiando toda aquella miseria esparcida, llenaba yo220 una cesta de carbÓn, que vendÍa luego en los pueblos prÓximos...
MarÍa. (Maravillada.) Oh, quÉ paciencia, Dios mÍo!
LeÓn. En mi afÁn de llenar la cesta, yo no me contentaba con recoger los pedacitos: querÍa recoger hasta225 los Átomos...
MarÍa. (IdentificÁndose con la idea.) Los Átomos! Es lo que yo digo: cuando pasa un Átomo, cogerlo...
LeÓn. En esto, yo habÍa escrito a mi tÍo explicÁndole mi deplorable situaciÓn: yo estaba descalzo, harapiento.230 Por toda respuesta, me mandÓ a esta villa tres cajas en pequeÑa velocidad, porte pagado. En ellas venÍa toda mi ropa.
MarÍa. Oh, quÉ bien! Por lo menos, se remediÓ usted de su mayor falta. ¿Y quÉ hizo entonces? ¿Se235 puso usted su ropita y...?
LeÓn. No, seÑorita. ¿De quÉ me servÍa todo aquel matalotaje tan impropio de mi estado mÍsero? Salvo algunas prendas y el calzado mÁs cÓmodo, vendÍ toda mi ropa.240
MarÍa. Oh, quÉ feliz idea!... La ropa elegante...
LeÓn. La vendÍ por lo que quisieron darme. ¿Y quÉ hice? Me fui a la mina y comprÉ cuatro toneladas de carbÓn.
MarÍa. (AnimÁndose, se levanta.) BravÍsimo, seÑor245 hombre nuevo!
LeÓn. PaguÉ mi carbÓn a toca-teja: lo traje acÁ, parte en carro, parte en un borrico, y algo tambiÉn a hombros, en una cesta...
MarÍa. Y lo vendiÓ y ganÓ dinero.250
LeÓn. Antes de veinte dÍas pude comprar un carro.
MarÍa. (Gozosa.) Ya veo, ya veo... Se le revelaba a usted un mundo.
LeÓn. Me sentÍa poseedor de cualidades nuevas, de ideas nuevas, de nuevas aptitudes... Buscaba en mÍ,255 por curiosidad, al hombre antiguo, y no lo encontraba. AquÍ de la expresiÓn de usted, que me llega al alma: «No es aquÉl, CesÁreo; es otro.»
MarÍa. Su historia, seÑor mÍo, me conmueve, me anonada. La veo no menos maravillosa que las vidas de260 santos y que las empresas de los conquistadores mÁs atrevidos. Lo demÁs...
LeÓn. Lo demÁs apenas necesita explicaciones: honradez intachable; trabajo continuo noche y dÍa; diligencia, prontitud, buena fe; cumplimiento exacto,265 infalible, de todo compromiso comercial... conciencia tranquila, robustez, salud...
MarÍa. (Suspira hondamente.) CuÁntos bienes despuÉs de tanta adversidad!
LeÓn. Y ahora, seÑorita, desenmascarado absolutamente270 el vecino negro, dÍgame usted en quÉ puedo servirla.
MarÍa. (Aparte.) DespuÉs de oÍrle, siento mÁs vergÜenza que antes. (Alto.) No soy digna de acercarme a usted con la pretensiÓn de... No, no puedo decirlo...275 Usted ha turbado mis ideas... Yo le creÍa un hombre inferior... y ahora es usted tan grande que casi no me atrevo a mirarle. (Inquieta, recorre la escena.) Oh! no, imposible. Debo retirarme. (Llamando en voz baja.) Cirila. (Acude Ésta a su lado.) No me atrevo; siento280 una vergÜenza...!
Cirila. En casa no duermen. Tu papÁ se pasea de sala en sala. Debemos irnos.
MarÍa. (Dudando.) No, no: aguarda... Dios mÍo, quÉ ansiedad!285
LeÓn. Estamos solos, seÑorita. Puede explicarme...
MarÍa. No, no, LeÓn: me falta valor. Soy una pobre seÑorita mal educada, incapaz de resolver cosa alguna... Lo que yo pretendÍa, lo que me impulsÓ a llamarle, es algo que a sus ojos me rebajarÍa, y yo no quiero rebajarme290 a los ojos de usted, de quien ha sabido ser creador de sÍ mismo. HÁgase usted cuenta de que no le llamÉ, de que no nos hemos visto, y retÍrese... Le suplico que se retire.
LeÓn. (Con calma, que encubre una calculada expectaciÓn295 y deseos de penetrar en las ideas de MarÍa.) Bien, seÑorita, en ese caso... (Con gran lentitud.) Si es deseo de usted que me retire... poniÉndome siempre a sus Órdenes... (Se va retirando muy despacio, parÁndose y volviendo la cabeza.) me retirarÉ.300
MarÍa. (Con sÚbito arranque.) LeÓn. (Aparte a Cirila.) SÍ, sÍ: lo dirÉ... es preciso. Me volverÍa loca si no lo dijese. Ello es ridÍculo, humillante; ¿pero quÉ importa? (Alto.) Usted comprenderÁ que no es por mÍ... que obligada me veo por... Hay duras necesidades...305 que abruman...
Cirila. (Aparte a MarÍa.) Ángel, dilo pronto, en dos palabras, para que acabe tu agonÍa.
MarÍa. (Con gran esfuerzo.) Mi padre, mi familia...
LeÓn. Yo harÉ menos violenta esa manifestaciÓn,310 anticipÁndome...
MarÍa. SÍ... hable usted por mÍ...
LeÓn. El MarquÉs se halla en situaciÓn precaria... Lo sÉ: he visto alguna carta dirigida por el seÑor MarquÉs a personas de la villa...315
MarÍa. Oh, quÉ vergÜenza! (Premiosa, trÉmula.) Mi padre me ordenÓ que escribiese a usted una de esas cartas... la escribÍ... Luego me pareciÓ, viÉndole a usted tan humilde, que de palabra... serÍa mejor... Perdone usted mi atrevimiento. Mi padre es bueno;320 sÓlo que el pobrecito sueÑa con engrandecimientos y regeneraciones que no vienen, que no vendrÁn... Es bueno, y mi madre una excelente seÑora, y mis hermanitos... (Sollozando) son muy buenos tambiÉn... estÁn... en el colegio... Tenga compasiÓn de nosotros... En mi325 casa se ha llegado a una situaciÓn tan... no sÉ cÓmo decirlo... tal vez usted no lo crea. (MÁs ahogado el sollozo.) Yo procuro ocultar a mi padre la terrible verdad de nuestra miseria. Yo sola la sÉ, yo y Cirila, que mÁs que mi criada, es mi amiga. Los demÁs viven en330 un mundo de ilusiones, de mentiras... Mi hermano los mantiene en el engaÑo... Nos hundimos; rodamos al precipicio, a la abyecciÓn... Esto lo veo yo... lo veo... pero no puedo remediarlo, no sÉ remediarlo... no sÉ, no sÉ... (Rompe en llanto. Cirila llora tambiÉn en335 silencio.)
LeÓn. Es en usted mÉrito grande ver la situaciÓn en su realidad terrible, mirarla cara a cara...
MarÍa. (MÁs serena.) SÍ, seÑor... la miro... cara a cara.340
LeÓn. HeroÍna es usted, y estÁ llamada a entrar en batalla con las mayores desdichas... Pero usted tiene un corazÓn grande, un corazÓn valiente, ¿verdad?
MarÍa. Quiero tenerlo.
LeÓn. Usted no se acobarda ante ningÚn obstÁculo.345
MarÍa. No. (SecÁndose las lÁgrimas, animosa.)
LeÓn. Y posee entereza bastante para permanecer serena ante un contratiempo, ante un golpe de adversidad... como el que yo voy a darle en este momento.
MarÍa. (Aterrada.) Usted... un golpe!350
LeÓn. DiciÉndole, como le digo, que no puedo socorrer a su familia. (MarÍa permanece en muda expectaciÓn.) No podrÉ esta noche, ni maÑana... ni en algunos dÍas podrÉ.
MarÍa. (Aparte consternada.) HumillaciÓn, espantosa355 ridiculez! (LlÉvase las manos al rostro.)
LeÓn. CuÁnto me aflige mi negativa, sÓlo Dios lo sabe! (DecidiÉndose a presentar el asunto en su realidad descarnada.) Pero a una persona tan inteligente debo yo completa sinceridad... Suprimo las explicaciones sentimentales360 de mi conducta, y darÉ a usted tan sÓlo las que deben hablar a su razÓn. (MarÍa continÚa expresando el trastorno de su desengaÑo.) Hace un mes, viendo claro un desarrollo grande de mi trÁfico, hice a la mina un pedido de consideraciÓn. El nuevo ferrocarril me trajo365 seis vagones, luego ocho, luego mÁs. He colocado ya la mayor parte... MaÑana, 10, es el dÍa fatal, el vencimiento de las obligaciones que contraje. Gracias a mi puntualidad, tengo crÉdito en la CompaÑÍa Minera. La falta de pago me hundirÍa, me harÍa perder en un instante370 la reputaciÓn mercantil adquirida con Ímprobo trabajo y privaciones de que usted no puede tener idea.
MarÍa. (AtÓnita, pero identificÁndose con las ideas de LeÓn.) SÍ, sÍ: ya entiendo.
LeÓn. AllÍ (SeÑalando a su casa.) tengo apilada, billete375 sobre billete, duro sobre duro, la cantidad que he de pagar maÑana. No me ha sobrado nada. ¿Quiere usted que le traiga la suma que allÍ espera... para el pago de una deuda sagrada y para la sanciÓn de mi crÉdito? (Pausa.)380
MarÍa. (DespuÉs de una vacilaciÓn momentÁnea, dice con voz firme:) No.
LeÓn. Es usted fuerte, animosa. (Gozoso.) Veo que si yo soy de hierro, usted tambiÉn.
MarÍa. ¿Yo? (Con grave acento y convicciÓn.) Si385 Dios me concede lo que le pido, el bronce serÁ menos fuerte que yo, y el acero menos templado.
LeÓn. Mujer grande!
MarÍa. Mujer... del tamaÑo de los acontecimientos, considero muy bien las razones que usted me da para...390 En fin, que no desmerezca yo a sus ojos; que no me crea... no sÉ quÉ iba a decir... y procure usted olvidar esta entrevista...
LeÓn. Eso nunca. Espero que, en un dÍa prÓximo, podrÉ ser menos cruel que he sido esta noche.395
MarÍa. (Turbada.) Gracias, infinitas gracias. RetÍrese usted... Tiene ocupaciones... Yo tambiÉn.
LeÓn. SÍ... debo retirarme. (Le hace reverencia. AlÉjase lentamente; la contempla a distancia. Aparte.) Dura lecciÓn es Ésta!... Terrible lecciÓn! AprovÉchala.400 (ContinÚa observÁndola. AcÉrcase Cirila de nuevo a MarÍa, con Ánimo de consolarla.) Desdichada vÍctima social, lucha, padece y vencerÁs. (Entra en su casa.)
Escena III
MarÍa, Cirila; despuÉs Vicenta.
Cirila. NiÑa del alma, no te acobardes. Poco amable y nada generoso ha estado el vecino. Probaremos405 con otros. (Saca la carta.) Con variar el nombre...
MarÍa. (Vivamente, mirando a la parte obscura de la escena por donde ha desaparecido LeÓn, arrebata a Cirila la carta y la estruja.) AcÁbese esta ignominia. (Rompe la carta y arroja los pedazos. Aparece Vicenta por la410 puerta del patio. Viste traje para la fiesta.) Su proceder duro, casi bÁrbaro, es para mÍ un aviso del Cielo. Admiro en ese hombre la severidad de un maestro inflexible.
Vicenta. (Aparte.) AquÍ MarÍa!... y quÉ elegante!...415
Cirila. La seÑora Alcaldesa.
MarÍa. (Aparte a Cirila.) ApÁrtate... Vigila en la escalera. (Cirila se aleja por la derecha, cautelosa, y aguarda sentada en el primer peldaÑo.)
Escena IV
Vicenta. MarÍa... querida! Usted, impaciente por420 mi tardanza, ha bajado a esperarme.
MarÍa. SÍ: esperaba a usted...
Vicenta. Vengo retrasada. Cosiendo hasta muy tarde hemos estado mi hermana y yo con el dichoso arreglo. (Mostrando su vestido.) Yo querÍa que lo viese su mamÁ.425
MarÍa. MamÁ se acuesta muy temprano.
Vicenta. (Girando sobre sÍ.) ¿QuÉ tal estoy?...
MarÍa. (Riendo.) Horrible! No podÍa usted discurrir un arreglo mÁs desatinado.
Vicenta. Oh, quÉ pena me da usted!... Pero ya430 no tiene remedio... VÁmonos.
MarÍa. No: yo no voy. DespuÉs de vestida, decido no ir.
Vicenta. Entonces, ¿quÉ hacÍa usted aquÍ?
MarÍa. SalÍamos... (Sin saber quÉ decir.) Íbamos a435 casa de usted para que me viese...
Vicenta. (Deslumbrada por la elegancia y riqueza del atavÍo de MarÍa.) Oh, suprema elegancia! EstÁ usted divina, ideal.
MarÍa. Vea usted, Vicenta: con un traje como Éste440 debiera usted presentarse esta noche en los jardines de Teodolinda, iluminados a giorno. Una toilette asÍ es lo que a usted le corresponde, por su posiciÓn, por su natural elegancia y belleza... y no ese adefesio barato, que va pregonando las hechuras de casa y el aprovechamiento445 de trapitos. (BurlÁndose.) Pobre amiga mÍa! No puede usted imaginar quÉ lÁstima le tengo.
Vicenta. (Consternada.) No me lo diga usted mÁs, porque hago lo que usted: no ir.
MarÍa. (Vivamente.) No, no, Vicenta. Usted no450 puede faltar. QuÉ se dirÍa! No, no... De ninguna manera...
Vicenta. Vaya que es desdicha! No tan bueno como Ése, pero elegantÍsimo tambiÉn y de gran novedad, es el vestido que yo encarguÉ. (Furiosa.) Ay,455 quÉ bribona de modista; era cosa de arrastrarla!...
MarÍa. (Imitando su furia.) De sacarle los ojos. SÍ, porque con su informalidad la pone a usted en un ridÍculo espantoso. Yo lo siento tanto como usted, y estoy pensando que... (Pausa.)460
Vicenta. (Con gran ansiedad, reparando en todas las partes del hermoso vestido.) ¿QuÉ, hija mÍa?
MarÍa. (Gozando con la ansiedad de Vicenta.) Pienso... que con este traje estarÍa usted encantadora, Vicenta.465
Vicenta. Oh, sÍ...!
MarÍa. Y quÉ golpe darÍa usted si con Él se presentara en el baile! Usted imagÍnese la grandiosa decoraciÓn del parque y jardines... los focos elÉctricos, que darÁn a las mujeres bien vestidas un aspecto ideal, fantÁstico...470 y por fondo el follaje verde, salpicado de lucecitas...
Vicenta. (Entusiasmada.) Oh, incomparable! CreerÍan que es el vestido que encarguÉ a Madrid... MarÍa, amiga del alma, ¿es cierto lo que sospecho?475 Me dice el corazÓn que usted, con su generosidad sin ejemplo, se digna prestarme... (MarÍa hace signos afirmativos, lentamente.) Oh, quÉ alegrÍa! ¿Con que...?
MarÍa. (Empezando a ponerse grave.) Hay algÚn480 inconveniente.
Vicenta. ¿CuÁl?
MarÍa. Yo le prestarÍa a usted con mucho gusto mi traje... pero... si luego me lo ven a mÍ, quÉ dirÁn!
Vicenta. (Desconsolada.) Ah, sÍ...! no habÍa485 caÍdo...
MarÍa. No debo prestar a usted mi vestido, no... Pero... por otro medio podrÍa lucirlo. (Pausa, expectaciÓn de Vicenta.)
Vicenta. ¿CÓmo?490
MarÍa. ComprÁndolo.
Vicenta. (Asustada, cruzando las manos.) MarÍa!
MarÍa. Vendo esta ropa, que es absurda, irrisoria, en la humilde situaciÓn a que ha llegado mi familia. Mi padre es pobre, tan pobre que no lo son mÁs los que495 mendigan en las calles. Ya no hay forma de disimular ni encubrir nuestra descarnada miseria...
Vicenta. (Compadecida.) Pobre amiga de mi alma! QuÉ pena!... SÍ: compro el vestido... compro todo: traje, sombrero, abrigo... Pero ello ha de ser para500 ponÉrmelo y lucirlo esta noche.
MarÍa. Tiene usted tiempo.
Vicenta. (Con gran impaciencia.) Pero no podemos descuidarnos.
MarÍa. EspÉrese un poco. AÚn tenemos que505 estipular...
Vicenta. Naturalmente, el precio.
MarÍa. Que no puede ser corto. Usted, seÑora rica y de buen gusto, puede apreciar... FÍjese bien: este traje es de Redfern, el primer modisto de ParÍs...510
Vicenta. Ya se conoce.
MarÍa. Rue de Rivoli, 242. Viste a la Emperatriz de Rusia y a la Reina de Inglaterra.
Vicenta. Y serÁ carÍsimo.
MarÍa. Usted figÚrese... Mis padres encargaron y515 pagaron estos lujosos trapos dos meses ha, cuando ya eran pobres, casi miserables. Lo que ellos dieron entonces a la vanidad, justo es que la vanidad se lo devuelva.
Vicenta. Amiga mÍa, me hago cargo de las circunstancias, y sÉ que me obligan a ser generosa. Fije usted520 un valor razonable, teniendo en cuenta que es prenda usada, y no regatearemos. (Impaciente porque MarÍa se quite el vestido.) Y ahora... Porque los instantes vuelan, MarÍa. El precio y pago lo arreglaremos maÑana.
MarÍa. Perdone usted, Vicenta. Los malditos maÑanas,525 causa de tantos desÓrdenes, estÁn abolidos...
Vicenta. ¿Por quiÉn?
MarÍa. Por mÍ. Me propongo cambiar radicalmente mi modo de ser. Ya no soy aquÉlla, soy otra. La gravedad, la urgencia del caso exigen que esta noche quede530 todo resuelto y concluido: la entrega de la ropa, el pago, etc... No he de ser exigente. De lo que costaron a mi padre este rico traje y sus accesorios... ya usted ve: todo nuevecito... sÓlo una vez me lo puse en Madrid,... rebajo la mitad.535
Vicenta. Bien.
MarÍa. Si usted quiere lucirlo esta noche haciÉndolo pasar por el que encargÓ a Madrid, tiene que darme...
Vicenta. ¿CuÁnto?540
MarÍa. (Con energÍa.) No maÑana, maÑana no, esta noche misma, ahora, corra usted a su casa, que estÁ bien cerca, dos pasos, y trÁigame... cuatrocientos duros.
Vicenta. (Confusa, sin saber quÉ hacer.) Pero... verÁ usted... el caso es que esta noche... Naturalmente,545 no voy a decirle a NicolÁs... QuizÁs se opondrÍa.
MarÍa. Pues entonces, no hay trato.
Vicenta. MaÑana, amiga mÍa... ma...
MarÍa. (CortÁndole el concepto.) No hay amiguitas, ni carantoÑas, ni maÑanas, ni nada de eso. ¿No sabe550 usted que soy de bronce?
Vicenta. Ya lo veo, ya... Pero... No sÉ cÓmo arreglarlo... (Con una idea salvadora.) Ah! Si usted se aviene a recibir esta noche la mitad, un poquito menos... Sin enterar a NicolÁs ni a nadie, puedo disponer ahora555 mismo de unas novecientas pesetas.
MarÍa. Acepto, siempre que usted me dÉ formal promesa de entregarme el resto antes de las veinticuatro horas... mil cien pesetas.
Vicenta. Justas y cabales. Pero no perdamos tiempo...560 Corro a casa... NicolÁs, a quien dije que irÍamos juntas, ya estÁ allÁ. Luego le dirÉ: «¿no sabes? llegÓ el vestido...» Y maÑana le cuento... En fin, yo lo arreglarÉ... tardarÉ tres minutos... Que cuando yo venga, estÉ usted despojada... ¿SubirÉ a su casa?565
MarÍa. No: espÉreme aquÍ. (Se quita el abrigo y sombrero.)
Vicenta. A prisita, a prisita, para que yo tenga tiempo... (Vase corriendo por el patio.)
Escena V
MarÍa, Cirila; despuÉs Don Pedro, dentro.
Cirila. (Deteniendo a MarÍa que se dirige a la escalera,570 llevando en la mano sombrero y abrigo.) No subas: tu papÁ, inquieto y desvelado, con el torbellino de sus ilusiones, no hace mÁs que pasear por toda la casa, y a ratos sale a la galerÍa alta.
MarÍa. (Indicando la glorieta, junto a la escalera.)575 Pues aquÍ mismo. (Entrega a Cirila el abrigo, el sombrero.) Sube corriendo y traeme un peignoir. Si te preguntan... di... cualquier cosa, que lo piden la Alcaldesa y su hermana para modelo.
Cirila. Voy. (Presurosa sube a la casa.)580
MarÍa. (Sola desabrochÁndose.) QuÉ agradecida estoy a ese hombre! Su negativa me ha puesto en el verdadero camino. (Óyese la voz de Don Pedro, que en la galerÍa alta llama.)
Don Pedro. Cirila, Cirila!585
MarÍa. (Con voz muy queda, gozosa.) SeÑor MarquÉs, seÑor papaÍto, ya tenemos dinero.
Don Pedro. ¿Pero dÓnde se mete esa...?
MarÍa. Y sin pedir nada a nadie.
Cirila. (Baja rÁpidamente con la prenda pedida.)590 AquÍ estÁ. (SeÑalando la galerÍa alta hacia el fondo.) Ya se ha cansado de llamar; ya se va.
MarÍa. (Cogiendo el peignoir.) DÁme. (A Cirila que fija la vista en la reja y puerta de la casa de LeÓn.) ¿QuÉ miras?595
Cirila. PareciÓme ver los ojos del hombre negro acechando tras de la reja.
MarÍa. IlusiÓn tuya. (Entra en la glorieta. Cirila le desabrocha el vestido.) Nadie mÁs que tÚ verÁ el nacimiento de la mujer nueva. (Gozosa.) Cirila, abrÁzame.600
Cirila. ¿EstÁs contenta?
MarÍa. ¿No lo ves?... ¿No notas tÚ que el mundo todo se ha transformado? No, tÚ no lo notarÁs.
Cirila. Es tu alegrÍa.
MarÍa. No: es el mundo que me sonrÍe y me dice:605 «Soy muy grande. Estoy lleno de tesoros... Ven, toma para ti lo que encuentres, que no sea de los demÁs. Recoge todo, recoge los Átomos...»
Cirila. Vaya, no delires tÚ ahora. (AyudÁndola a cambiar de ropa.)610
MarÍa. (En la glorieta habrÁ un trozo de follaje, tras el cual se oculta MarÍa al desprenderse de la falda y cuerpo.) Es la sociedad que me dice: «MÍrame: no soy toda egoÍsmo, no soy toda vanidad y mentiras. Estoy llena de virtudes: bÚscalas, y en ellas encontrarÁs la vida.»615
Cirila. Es tu ilusiÓn de sustentar a la familia.
MarÍa. Es Dios que me dice: «Soy la voluntad que hizo el mundo. A ti te di la existencia, y por redimirte sufrÍ martirio. AdÓrame Redentor y mÁrtir... AdÓrame tambiÉn Creador.» (Vuelve Vicenta presurosa por el620 fondo. Busca a MarÍa en el sitio donde la dejÓ. De la glorieta sale MarÍa completamente transformada.)
Escena VI
Cirila. AquÍ, seÑora.
Vicenta. (Llega junto a MarÍa y le entrega los billetes.) AquÍ estÁ. CuÉntelo...625
MarÍa. (Toma los billetes sin mirarlos.) Gracias, amiga mÍa.
Vicenta. ¿Y cÓmo no ha subido usted?...
MarÍa. No conviene que se enteren. No pierda usted tiempo, Vicenta.630
Vicenta. (Muy impaciente.) SÍ: me vestirÉ al instante. (Recoge la ropa.)
MarÍa. (Coge la mano de Vicenta y la retiene entre las suyas.) Ahora, jÚreme por la salud de sus hijos que me darÁ lo restante...635
Vicenta. Antes de las veinticuatro horas.
MarÍa. JÚreme tambiÉn que me guardarÁ el secreto.
Vicenta. Mi marido y mi hermana tienen que saberlo.
MarÍa. Pero nadie mÁs... JÚremelo.
Vicenta. Nadie mÁs. Por la salud de mis hijos.640
MarÍa. Bueno: adiÓs. ¿Lleva usted todo?
Cirila. Cuerpo, falda... (Le va entregando todo.)
MarÍa. Sombrero, abrigo...
Vicenta. (Recogiendo todo cuidadosamente.) EstÁ bien.645
MarÍa. EstarÁ usted...
Vicenta. (Con entusiasmo.) Oh, elegantÍsima! AdiÓs. Hasta maÑana. (Vase corriendo.)
Cirila. (DespuÉs de mirar por la escalera.) Podemos subir. Tu papÁ se ha retirado. Nos meteremos en mi650 cuarto.
MarÍa. SÍ. (Contemplando los billetes.) Dinero de mi pobreza, ya estamos aquÍ frente a frente tÚ y yo... ¿QuÉ quieres decirme al venir a mÍ? Que desde que te inventaron los hombres eres muy malo, y que por malo655 te han puesto innumerables motes injuriosos... que revuelves todo el mundo y originas infinitos desastres... Ah! ya veremos eso... Conmigo no juegas. No sabes tÚ en quÉ manos has venido a parar!... ¿SerÁs bueno, eh?... Seremos amigos. (Los besa y los guarda en el660 seno.)
Cirila. VÁmonos ya.
MarÍa. Un momento. (En el centro de la escena, vuelta hacia la casa de LeÓn.) Maestro...!
Cirila. No responde... No hay nadie.665
MarÍa. Hablo con su espÍritu, mujer. (Alzando mÁs la voz y mirando siempre a la izquierda.) Ya no soy aquÉlla... soy otra.
Cirila. (Asustada.) CÁllate, niÑa mÍa...
MarÍa. No puedo. DÉjame expresar mi alegrÍa, mi670 gratitud... Maestro, buenas noches. (DirÍgese a la escalera con paso ligero.)