AlmacÉn de hulla. Local grande, de sÓlidos muros y techo abovedado.
A la derecha, primer tÉrmino, un ventanal; a la izquierda un estante con herramientas y otros objetos, pedazos de flejes, tablas, etc. El foro estÁ dividido: a la izquierda, un cuerpo saliente, que es una de las habitaciones particulares de LeÓn, con una puerta frente al pÚblico, y otra lateral que da al foro, y almacenes. Por la derecha de este foro se va a la calle.
Utensilios propios del comercio de carbÓn. Banquetas y muebles toscos. Es de dÍa.
Escena Primera
El Alcalde, que entra por el fondo; Don Rafael, que sale por la puerta pequeÑa del fondo.
Alcalde. (Sorprendido.) ¿Pero estaba usted aquÍ?
Don Rafael. ¿Pues dÓnde querÍas que estuviese? Mi papel es consolar a los oprimidos, como el tuyo adular a los poderosos.
Alcalde. No estamos para sermones. DÍgame, ¿han5 vuelto a su casa los seÑores Marqueses?
Don Rafael. SÍ.
Alcalde. ¿Y la Marquesita?
Don Rafael. En mi casa.
Alcalde. DijÉronme que avanzÓ monte arriba largo10 trecho...
Don Rafael. Desolada, querÍa ser como fiera vagabunda del bosque. Yo no podÍa seguirla. La reduje al fin... Los padres, en cuanto se enteraron de que estaba en mi casa, corrieron allÁ. Escena de lÁgrimas... desmayo15 de Filomena, pucheros del papÁ... Pero Mariucha inflexible. Se ha encastillado en su potente voluntad, y cualquiera la rinde.
Alcalde. Contentos estÁn de usted los Marqueses y don CesÁreo!20
Don Rafael. Ya, ya... Si a todo trance querÍan someter a MarÍa por el terror, y martirizarla en su propia casa o en un convento, valiÉranse de otros de mi oficio, que los hay, vaya si los hay, dispuestos para eso y para mucho mÁs; pero este Cura no es de esa cuerda...25
Alcalde. QuÉ demonio! D. CesÁreo ha de mirar por el decoro de la familia, por el lustre de su nombre.
Don Rafael. (BurlÓn.) Mucho, mucho! Lustre nuevo a cosas viejas, y barnizar con oro y pÚrpura las grandezas podridas...30
Alcalde. Reconozcamos que la posiciÓn que tendrÁ don CesÁreo dentro de unos dÍas le darÁ un poder formidable...
Don Rafael. Malditas posiciones, que son como los castillos roqueros de antaÑo, de donde sale toda asolaciÓn35 de pueblos, todo el atropello y vejÁmenes de personas!
Alcalde. Pero fÍjese usted... Si Mariquita se sale con la suya... Lo que yo digo...
Don Rafael. (InterrumpiÉndole.) CÁllate. Todo lo que tÚ puedas decirme me lo sÉ de memoria. Es el lenguaje40 del servilismo, que entre las pisadas de los poderosos cultiva su interÉs. El decoro de la familia, el nombre! Vale mÁs un cabello de Mariucha que todos los nombres y remoquetes de los innumerables fantasmones que pueblan el mundo.45
Alcalde. (Queriendo explicarse.) Óigame... yo digo que...
Don Rafael. (Sin hacerle caso, con calor.) Las posiciones! Que me dÉ Dios vida para verlas arrasadas, hecha tabla rasa de todo este feudalismo indecente!50 Ea: abur.
Alcalde. Aguarde: no sea tan vivo. (Autoritario.) Tengo que advertirle...
Don Rafael. ¿Órdenes del bajÁ de tres colas... del ExcelentÍsimo Sr. Duque...?55
Alcalde. Órdenes mÍas. Primero: no conviene que visite usted a este hombre... Segundo. Puesto que tiene a la fierecilla en su casa, exhÓrtela, aconsÉjela con todo el sermoneo que usted sabe emplear cuando quiere, y una vez dueÑo de ella...60
Don Rafael. Le echo al cuello una soga, y la traigo al redil paterno.
Alcalde. Sin soga o con soga, entendiendo por Ésta la autoridad religiosa y moral. Antes de las tres ha de estar la seÑorita bien catequizada y bien amansada en65 casa de sus padres, para que puedan tomar todos el tren de las cuatro...
Don Rafael. Bien, NicolÁs. ¿Lo manda el amo?
Alcalde. Lo manda el sentido comÚn; lo manda tambiÉn el seÑor Obispo, ojo! que es muy amigo de don70 CesÁreo y...
Don Rafael. (Riendo.) Mucho, mucho... ja... ja!... ¿Con que a las tres?
Alcalde. Lo mÁs tarde.
Don Rafael. Pues la traerÉ, hijo; traerÉ a la fierecilla...75 No te incomodes. La verdad es que tengo yo un miedo fenomenal a mi seÑor Duque, y al Obispo, y a ti... Mucho, mucho...! (Vase riendo por el fondo.)
Escena II
El Alcalde, RoldÁn, Corral, por el fondo.
RoldÁn. RisueÑo va el curita...80
Alcalde. DÉjale, que ya le cortarÁn la risa... ¿Y don CesÁreo?
Corral. Ahora salÍa del Juzgado.
Alcalde. ¿Y el Juez...?
Corral. Enteramente a su devociÓn.85
RoldÁn. SegÚn eso, a este hombre se le puede cantar el responso.
Alcalde. Yo entiendo que cederÁ en cuanto vea la que se le viene encima... Él mismo serÁ el que desencante a la encantada seÑorita... Para mÍ, a eso tira don90 CesÁreo...
Corral. Entiendo que no cede. EstÁ enamoradÍsimo del Ángel. Lo que harÁ serÁ suicidarse, y me alegro.
Alcalde. Hombre...!
Corral. Digo que allÁ me espere muchos aÑos.95
Escena III
Los mismos; CesÁreo, por el fondo.
CesÁreo. (Al Alcalde.) ¿Vio usted a ese maldito Cura; le dijo...?
Alcalde. Que se arregle como pueda, ya por lo religioso, ya por lo moral, para encadenar a la rebelde...100
CesÁreo. Muy bien.
Alcalde. Y traerla a casa de sus padres.
CesÁreo. O convencida o resignada: no hay otro remedio. Y ello ha de ser pronto...
Alcalde. SÍ: para que tengan tiempo de tomar el105 tren...
CesÁreo. Pues adelante... Ea: suÉlteme usted la fiera. VerÁn quÉ pronto la amanso. (A RoldÁn y Corral.) SeÑores, despÉjenme la cueva...
Corral. Aguardaremos fuera... (Vanse Corral y110 RoldÁn por el foro. El Alcalde entra en las habitaciones de LeÓn y sale en seguida.)
Alcalde. ¿Le dejo a usted solo?
CesÁreo. SÍ... En cuanto hable usted con el Cura, hÁgame el favor de pasar a casa de mis padres y advertirles115 que estÉn prevenidos... que vendrÁ MarÍa, que partiremos todos...
Alcalde. EstÁ bien... (RetÍrase el Alcalde por el foro; aparece LeÓn.)
Escena IV
LeÓn, CesÁreo. (Éste se quita los guantes con presteza y los arroja sobre el banco de cerrajerÍa.)
LeÓn. (Con frÍa urbanidad.) Siento que venga usted120 a este almacÉn, lugar tan impropio para visitas... Hubiera ido yo a donde se me designara...
CesÁreo. AquÍ estamos bien, seÑor... (Vacilando en el tratamiento.) Creo inÚtil... y tonto... que nos engaÑemos dando yo a usted un nombre que no es el suyo. De125 antiguo nos conocemos, Antonio Sanfelices.
LeÓn. (Con gran tranquilidad, en pie.) Ése es mi nombre. A punto estuvo usted de conocerme aquel dÍa en la sala de Alto-Rey... El polvo de carbÓn me sirviÓ de mÁscara...130
CesÁreo. Tras el velo negro creÍ ver el rostro del que fue mi amigo, del que dejÓ de serlo... no por culpa mÍa.
LeÓn. Por mi culpa, es verdad. Muchos amigos dejaron de saludarme. Algunos, pocos, me favorecieron135 con un trato de pura fÓrmula.
CesÁreo. Yo fui de Ésos.
LeÓn. Nuestro trato habÍa sido hasta entonces muy cordial. Nos tuteÁbamos.
CesÁreo. Cierto.140
LeÓn. Y aun pareciÓ que querÍa usted distinguirme con una benevolencia de pura fÓrmula.
CesÁreo. Benevolencia que tÚ... (Vivamente, con transiciÓn de la rigidez a la sinceridad.) Perdone usted: siento vivas ganas de tutearle ahora como antes... Me145 sale de dentro.
LeÓn. Y a mÍ.
CesÁreo. No porque el tuteo sea mÁs familiar, mÁs Íntimo, sino porque es...
LeÓn. MÁs rencoroso...150
CesÁreo. MÁs expresivo...
LeÓn. Puede uno desfogar su pecho...
CesÁreo. SÍ, sÍ... Pues decÍa yo que no merecÍas mi benevolencia.
LeÓn. Yo creo que sÍ la merecÍa.155
CesÁreo. Hoy, con el mismo sentimiento compasivo mirarÍa yo tu mengua... Pero resulta que no te avienes a llevarla solo, y quieres compartirla con una familia ilustre...
LeÓn. (Inalterable en su tranquilidad.) No doy ni160 quito mengua, ni con nadie la comparto, porque no existe.
CesÁreo. ¿Que no existe? ¿QuiÉn la ha borrado?
LeÓn. (Con orgullo y convicciÓn.) Yo la he borrado, yo. (Insistiendo.) Digo que yo la he borrado, y basta.165 Si la conciencia humana no pudiera ennegrecerse y limpiarse como esta cara mÍa, que viste tiznada de carbÓn y ahora ves blanqueada por el agua, no serÍamos hombres, serÍamos animales.
CesÁreo. RetÓricas... Eso se dice.170
LeÓn. Y se hace. Puedes creerlo, puedes dudarlo. No tengo interÉs en convencerte.
CesÁreo. Si, en efecto, lavaste tu afrenta, ¿por quÉ no procuraste que asÍ lo comprendiese tu tÍo el MarquÉs de Tarfe, el noble anciano que...?175
LeÓn. Por escrito le dije lo mismo que de palabra te he dicho a ti. Pero no me creyÓ. Como tÚ, me dijo: «RetÓricas.»
CesÁreo. ¿Sabes que muriÓ tu tÍo?
LeÓn. Lo sÉ.180
CesÁreo. ¿Sabes que en su testamento no te dejÓ ni el mÁs pequeÑo legado?
LeÓn. Lo sÉ. No esperaba herencia ni legado. Y la verdad, no sentÍ la pretericiÓn de mi nombre en el testamento. Me satisface mÁs vivir de lo que he adquirido185 con mi trabajo. Cada uno tiene su manera de borrar lo que fue, para dar mayor vida y realce... a lo que es.
CesÁreo. ¿Y de la causa que se te formÓ no tienes noticia reciente?190
LeÓn. Si no recuerdo mal, me dijo el MarquÉs al despedirme, que se habÍa sobreseÍdo la causa. Supe que mis compaÑeros de infortunio fueron absueltos libremente. Por absuelto me tuve tambiÉn.
CesÁreo. Pues no lo estÁs.195
LeÓn. ¿Lo sabes tÚ?
CesÁreo. Antes de venir aquÍ, quise conocer los antecedentes jurÍdicos de Antonio Sanfelices. En el Juzgado vi que el expediente no estÁ sobreseÍdo, y que fÁcilmente se le pone en tramitaciÓn.200
LeÓn. Pues no te has dado poca tarea! Tanto interÉs en contra mÍa! ¿Es por la justicia? (Con severidad.) No: es porque amo a tu hermana.
CesÁreo. Por ambas cosas. Por la justicia en el concepto general, por la justicia en mi propia casa. Con205 una acciÓn sola impongo castigo a quien lo merece, y corto el paso al hombre manchado que pretende entrar en mi familia.
LeÓn. Y con ese fin desentierras mi proceso... y le das impulso en Madrid, y aquÍ te rodeas de autoridades210 serviles para consumar tu obra, que quiere ser justicia, escarmiento, preservativo de la familia, y al fin venganza, porque eso viene a ser en realidad!
CesÁreo. Justicia, venganza, preservativo, escarmiento,215 llÁmalo como quieras, y entrÉgate; rÍndete ante un hecho contra el cual nada podrÁs.
LeÓn. ¿Que no podrÉ?... Bueno. (Se cruza de brazos y le mira, expresando una calma estoica. Pausa. CesÁreo le mira.)
CesÁreo. (Con expectaciÓn.) ¿Desistes?... ¿Te das220 por vencido?
LeÓn. No desisto. PersÍgueme sin piedad. Cualquiera que sea mi situaciÓn, amarÉ a tu hermana...
CesÁreo. (Sin quitar de Él los ojos.) Con amor de ensueÑo nada mÁs.225
LeÓn. Con el amor que siento ahora, el cual no se satisface sino haciÉndola mÍa para siempre.
CesÁreo. (Airado.) Te prohÍbo nombrar a mi hermana.
LeÓn. Si su nombre estÁ siempre en mÍ, cuando230 no en mis labios, en mi pensamiento! Prohibirme que piense! TÚ a prohibir, yo a pensar, veremos quiÉn gana.
CesÁreo. (EnardeciÉndose ante la calma de LeÓn.) Esa estudiada calma, esa serenidad burlona no es mÁs que la expresiÓn de un cinismo repugnante que merece235 castigo, y me verÉ obligado a dÁrtelo.
LeÓn. (Imperturbable.) Muy bien. Pues ese castigo de mis maldades caiga sobre mÍ. ImpÓnmelo pronto, tÚ... con tu propia mano. No te importe estar en mi casa.240
CesÁreo. (Despreciativo.) Yo no: la ley.
LeÓn. Ah! es verdad: ya no me acordaba. TÚ, creyÉndome deshonrado, no puedes medir conmigo tus armas de caballero... ¿Y para quÉ habÍas de exponer vida, si ahÍ tienes la ley, auxiliar cÓmodo y barato, y245 puedes aniquilarme con tu poder feudal sin ningÚn riesgo? Yo, que nada puedo, sucumbirÉ, y tÚ quedarÁs triunfante, con la satisfacciÓn de haberte librado de un enemigo sin derramar ni una gota de sangre, sin un rasguÑo, sin la menor molestia...250
CesÁreo. ¿QuÉ quieres decir? ¿Que temo batirme contigo?
LeÓn. En otras circunstancias no lo temerÍas. Hoy, ¿para quÉ habÍas de temer lo que no necesitas?... Pues ni con el duelo, si el duelo fuera posible, ni con echarme255 a los lobos de la Curia, conseguirÁs que yo desista. No sabes, no podrÁs saber nunca, CesÁreo, a dÓnde llega mi resistencia. El dÍa en quÉ creÍste reconocerme, tu hermana dijo: «No es aquÉl, CesÁreo; es otro.» Gran verdad saliÓ de aquel divino labio. No soy aquÉl: soy260 otro.
CesÁreo. PalabrerÍa, orgullo, afectaciÓn. (Contiene su ira; trata de dominar a LeÓn en otra forma, sugiriÉndole ideas de amargura y desesperaciÓn.) Si la ley te coge en su garra y no te suelta, que no te soltarÁ, caerÁs en265 grande abatimiento... perderÁs tu negocio... no volverÁs a ver a mi hermana, ni oirÁs siquiera su nombre. Ninguna ilusiÓn te consolarÁ, y el amor mismo se te ha de convertir en un vacÍo angustioso, que te inspirarÁ el horror de la vida. Tus dÍas serÁn solitarios, tus noches270 serÁn lÚgubres. No te quedarÁ mÁs consuelo que el sueÑo, el eterno olvidar, el eterno dormir.
LeÓn. (Calmoso, risueÑo.) Ya veo tu idea. Y es ingeniosa, CesÁreo... Claro, no me queda mÁs que una soluciÓn: el suicidio.275
CesÁreo. No es soluciÓn: es fatalidad.
LeÓn. Ah, CesÁreo, quÉ mal me conoces! He padecido tanto, tanto; he llevado la carga de la vida en condiciones tales, que el vivir era para mÍ lo mismo que llevar a cuestas un cadÁver... Pues aunque llegue a280 ser mi vida mÁs abrumadora de lo que fue, aunque sobre ella pongas los desconsuelos mÁs negros y las tribulaciones mÁs horribles, subirÉ con ella a todos los calvarios. No, CesÁreo: yo... no me mato. (Se sienta impÁvido.)285
CesÁreo. (Aparte, confuso, paseÁndose.) Duro como una peÑa!
LeÓn. Si contabas con mi suicidio, desecha esa esperanza... Busca otra.
CesÁreo. (Fogoso, con arranque de sinceridad.)290 ¿CuÁl? ¿Por quÉ camino desaparecerÁs y se perderÁ de vista tu existencia...?
LeÓn. Por ninguno. Todo lo soporto: deshonra, miseria, cÁrcel. De todas esas muertes resucito.
CesÁreo. MarÍa te olvidarÁ.295
LeÓn. MarÍa no olvidarÁ a su maestro.
CesÁreo. Se avergonzarÁ de haber querido a un criminal.
LeÓn. Nunca. MarÍa cree en mÍ.
CesÁreo. DejarÁs de verla.300
LeÓn. EsperarÉ.
CesÁreo. A ti y a ella, por medios distintos, quitaremos toda esperanza.
LeÓn. Abolir la esperanza! Pues de Dios se dice que no quita la esperanza, y la vas a quitar tÚ!305
CesÁreo. (Exasperado gradualmente, su ira va creciendo hasta llegar al paroxismo.) Yo no consiento, no puedo tolerar, no quiero, no quiero que entres en mi familia.
LeÓn. No tengo interÉs... Con tal que tu hermana310 entre en la mÍa...
CesÁreo. (CegÁndose mÁs.) Infame, soy caballero y castigarÉ tu insolencia.
LeÓn. Yo soy estoico, y no temo ningÚn castigo.
CesÁreo. CÍnico: pues no te rindes, expiarÁs los315 delitos que cometiste y quedaron impunes.
LeÓn. EstÁ bien; es justo. Pero ni por ese medio, ni por el duelo, que como caballero no puedes aceptar, ni por el suicidio, que yo rechazo, te librarÁs de mÍ. No te queda mÁs recurso que el asesinato... AsesÍname, si320 te atreves. (Sin perder su serenidad, se levanta.)
CesÁreo. (FrenÉtico, disparado ya y con rabia impulsiva.) Pues sÍ: me atrevo... el asesinato... el crimen! (Ciego, se precipita hacia el banco de cerrajerÍa que estÁ tras Él, y palpando busca un arma.) Te mato...325 villano!... Muerte!...
LeÓn. (AcercÁndose.) ¿Buscas un arma? (SeÑalando al estante, en el cual, entre variedad de herramientas, hay cuchillos, limas y hacha.) AhÍ tienes. Escoge lo que te parezca mejor. Yo estoy desarmado.330
CesÁreo. (Exaltado, buscando.) Esto... (Coge una lima y la suelta con repugnancia.) No: esto no. (Coge un hacha.) Esto... tampoco. (Lo arroja con desdÉn.)
LeÓn. ¿Ves? No puedes. Tu naturaleza rechaza la brutalidad... Y hay en mÍ una fuerza ante la cual tu335 orgullo acaba por rendirse.
CesÁreo. SÍ... tu cinismo.
LeÓn. No: mi razÓn... la razÓn que me asiste.
CesÁreo. (PasÁndose la mano por los ojos.) No sÉ quÉ es esto. (Cae desalentado en un banco, por la brusca340 sedaciÓn que sigue al desmedido esfuerzo.) No es cobardÍa; no me creerÁs cobarde. (Se lleva la mano al rostro. Aparecen por el fondo don Rafael, MarÍa, y tras ellos tres personas (que no hablan), Cirila, otra criada, el sacristÁn de la parroquia sin sotana, que trae un saco de damasco345 rojo con ropas eclesiÁsticas y varios objetos de culto envueltos en telas, crucifijo, candeleros, libro de ritual. Entran sin ser vistos en las habitaciones particulares de LeÓn por la puerta lateral del foro. MarÍa permanece en escena.)350
LeÓn. (AcercÁndose a CesÁreo.) SÍ lo eres. Valiente serÍas para matarme. Te falta valor para reconocer que eres injusto. (AcÉrcase MarÍa lentamente.)
Escena V
LeÓn, CesÁreo, MarÍa, Don Rafael, despuÉs el Alcalde.